Albert Pèlach, LA VANGUARDIA - 31/5/2010
El ordenador debería ser una herramienta, útil a nivel individual y también para trabajos colectivos. Pero una herramienta muy cuestionable para el aula, en un entorno grupal donde se sigue un proceso pautado y guiado por un profesor, figura esencial en primaria y secundaria.
Políticamente la única prioridad parece ser la gratuidad total de la enseñanza, antes de las elecciones. Para ello hay que reducir el coste de los materiales – no hay dinero para subvencionar los libros de texto-y por tanto se emigra a internet, a pesar de las cuantiosas inversiones en ordenadores. Dotar a las aulas de enchufes para los portátiles y disponer de wi-fi es estupendo, pero antes deberían haber explotado las posibilidades del uso colectivo de las nuevas tecnologías (pizarra digital y aula de ordenadores) tutelados por el profesor, considerando que en Catalunya el 97% de los alumnos de ESO dispone de ordenador propio o familiar.
Muchos alumnos pioneros de la “experiencia digital” ya sufren los avatares del modelo basado en el ordenador, con contenidos improvisados y comunicaciones deficientes. Al relegar los libros a un plano secundario, hay menos exigencia de “trabajo manual” (lectura, escritura…), se banaliza el material didáctico y, más grave, se minimiza el papel del profesor.
Las empresas de material educativo estamos comprometidas con una educación de calidad y con valores pedagógicos. Se crea una rica oferta de recursos multimedia, que permitirá al profesor elegir de entre múltiples posibilidades y gestionar la diversidad del aula, y al alumno acceder a recursos complementarios. La nueva tecnología ha irrumpido con fuerza en la enseñanza a distancia y tiene potentes aplicaciones en la educación presencial. Los editores asumimos su potencialidad y el reto de introducirlas en la escuela. Puesto que sabemos que habrá daños colaterales, prevengamos que no sean irreparables.
Dotar a los alumnos de secundaria de ordenadores portátiles para conseguir la gratuidad del material educativo es como querer matar moscas a cañonazos, quizás se consigue pero los daños pueden ser inmensos. Es una opción muy arriesgada, y deja en segundo plano la que debería ser la primera preocupación de la administración: la calidad de la educación.
El ordenador debería ser una herramienta, útil a nivel individual y también para trabajos colectivos. Pero una herramienta muy cuestionable para el aula, en un entorno grupal donde se sigue un proceso pautado y guiado por un profesor, figura esencial en primaria y secundaria.
Muchos alumnos pioneros de la “experiencia digital” ya sufren los avatares del modelo basado en el ordenador, con contenidos improvisados y comunicaciones deficientes. Al relegar los libros a un plano secundario, hay menos exigencia de “trabajo manual” (lectura, escritura…), se banaliza el material didáctico y, más grave, se minimiza el papel del profesor.
Las empresas de material educativo estamos comprometidas con una educación de calidad y con valores pedagógicos. Se crea una rica oferta de recursos multimedia, que permitirá al profesor elegir de entre múltiples posibilidades y gestionar la diversidad del aula, y al alumno acceder a recursos complementarios. La nueva tecnología ha irrumpido con fuerza en la enseñanza a distancia y tiene potentes aplicaciones en la educación presencial. Los editores asumimos su potencialidad y el reto de introducirlas en la escuela. Puesto que sabemos que habrá daños colaterales, prevengamos que no sean irreparables.
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