domingo, 10 de abril de 2011

Música para las neuronas

El complejo sistema por el que apreciamos las melodías fue importante en nuestra evolución

Ningún otro estímulo involucra de una manera tan completa como la música a todo el cerebro

Música LA VANGUARDIA 18/12/2010
Cristina Sáez
Existen sociedades sin escritura, pero ninguna sin música. Es universal. Todos somos capaces de escuchar una canción, entenderla y disfrutarla. ¿Somos seres musicales? 

No lo podemos remediar. Sin darnos cuenta, comienza a sonar una canción y el pie se nos va; canturreamos estribillos; esbozamos una sonrisa cuando oímos el tema con el que nos dimos el primer beso; si estamos tristes, nos ponemos una balada una y otra vez, y nos sumimos más en nuestra miseria. Y, en cambio, saltamos y bailamos a ritmos de melodías marchosas ante una buena noticia.

Decía Tolstoi que la música era la taquigrafía de las emociones y, al parecer, científicamente esa frase encierra mucha verdad, porque las notas son capaces de influir en nuestros sentimientos y estados de ánimo, y están enraizadas en nuestra consciencia individual. Además, es algo universal. Todas las culturas que habitan la Tierra tienen canciones. Y, de hecho, ese es uno de los grandes misterios de la música: puede que haya gente con más talento que otra, pero todos tenemos la capacidad de disfrutar de ella, incluso de tocar un instrumento o de cantar.
Porque, aunque no nos parezca a simple vista algo extraordinario, lo es. La música es una sucesión de señales acústicas que nuestros oídos recogen, envían al cerebro, donde se decodifican y se les da un sentido y un significado. ¡Todo eso pasa en fracciones de segundo! Y para ello, el cerebro tiene que involucrar a las emociones; son ellas las encargadas de convertir el sonido en algo inteligible. Y que todos seamos capaces de hacer eso de forma inconsciente quiere decir que poseemos, como especie, cierto instinto musical. Que somos, de hecho, seres intrínsecamente musicales.

Para el divulgador científico Philip Ball, editor de la prestigiosa revista 'Nature' durante más de 10 años y autor de 'El instinto musical. Escuchar, pensar y vivir la música' (Turner, 2010), “el cerebro posee de forma natural estructuras para la musicalidad y usa esas herramientas de forma consciente o no. La música no es algo que escojamos hacer, sino que está en nuestras funciones motoras, cognitivas y auditivas. No podríamos eliminarla de nuestras culturas sin cambiar nuestros cerebros”.

Y eso resulta curioso, evolutivamente hablando. Porque, a simple vista, la música parece sencillamente un acto de placer. Algo que nuestro cerebro hace sin otro objetivo que el disfrute. Pero eso es complicado de explicar desde la ciencia, puesto que, como afirma el neurocientífico Francisco Mora, autor, entre otros libros, de 'Cómo funciona el cerebro' (Alianza Ed, 2009), “no hay nada que haya codificado el cerebro humano que no tenga el valor supremo, verdaderamente sagrado, que es el de la supervivencia. El cerebro no enseña nada ni mantiene nada que no sea fundamentalmente para mantenerte vivo”. ¿Por qué la música tiene ese valor? La ciencia ha comenzado a buscar y a hallar posibles respuestas a esa pregunta. Según defiende Philip Ball en su último libro, “la música es, de hecho, lo que en buena medida nos hace humanos”. Sin ella, afirma, muy probablemente nos hubiéramos extinguido hace mucho, mucho tiempo.

Buscando patrones Para entender la relación entre neuronas y notas musicales, hay que pensar, en primer lugar, en cómo el cerebro aprende. Damos por sentado que al escuchar una melodía entendemos que eso es música; incluso la mayoría de nosotros somos capaces de decir si se trata de un tema de pop, rock o quizás salsa. Y eso, a pesar de que lo hacemos de forma inconsciente, se trata de un proceso mental complicado, que se basa en la búsqueda y detección de patrones complejos de sonidos, que el cerebro descifra usando las herramientas de que está dotado de forma natural para así darles significado.
Y eso no sólo ocurre con la música. Desde que nacemos, escaneamos el entorno continuamente recogiendo y almacenando información que asimilamos para hacernos mapas mentales de cómo los diferentes estímulos se relacionan unos con otros; así, aprendemos qué es lo más probable que suceda: si, pongamos por caso, vemos un avión meterse detrás de una nube, esperaremos que al poco aparezca por el otro lado; de no hacerlo, sabremos que algo va mal. Nos pasamos la vida buscando ese tipo de patrones de comportamiento en el entorno, de reglas sobre cómo funciona el mundo, que usamos para hacer predicciones y formarnos expectativas.
La música es una serie de patrones, de notas, de ritmos, de melodías, que el compositor combina e incluso manipula. “Eso es justamente lo que nos atrae y nos gusta –explica el divulgador británico Philip Ball–, porque hace que las emociones entren en juego. En cambio, con los sonidos del medio ambiente eso no ocurre, porque no hay patrones aunque nuestro cerebro se empecine en buscarlos. Por ejemplo, en ocasiones oímos un grifo gotear, de repente se hace un silencio, y entonces vuelve a empezar. Lo gracioso es que la mayoría de nosotros creemos oír un ritmo e incluso agruparemos los sonidos para formar una melodía, aunque, en realidad, no hay nada”.

Esa tendencia a buscar patrones es una estrategia evolutiva. El cerebro aprendió a hacer suposiciones acertadas, lo que ahorraba tiempo, algo esencial para sobrevivir. “Quizás tenían más posibilidades de no acabar en el estómago de algún depredador aquellos homínidos capaces de reconocer el rugido de un animal peligroso y huir y salvar el pellejo. Quizás por eso la música ejerza un efecto emocional”, señala Ball.

La fibra sensible Las emociones desempeñan un papel esencial en la cognición. Nos permiten comprender, aprender y dar sentido a las cosas. Y al parecer, las melodías usan atajos para colarse en la parte emocional de nuestro cerebro y allí desencadenar tristeza, miedo, enfado, alegría. “La música posee una capacidad para imitar a las emociones”, asegura Philip Ball. Cuando alguien está enfadado, normalmente habla rápido y alto; cuando está triste, lento y tranquilo; si en cambio le embarga la alegría, hablará a gran velocidad y a volumen medio; y esos indicadores acústicos de los discursos son comunes en todas las lenguas, y aunque alguien hable en chino, podemos identificar la emoción que hay detrás. Eso mismo ocurre con la música: las baladas melancólicas son lentas y tranquilas, tristes; y el punk, que expresa por lo general el enfado y la rabia de una generación, rápido y estruendoso. Si hay dudas, basta pensar en los Sex Pistols.

Que la música involucre a nuestras emociones tiene que ver, dice Ball, con la forma en que esta progresa, con los ritmos, los momentos álgidos, los in crescendos, los decrecendos. Cuando en una canción ocurre algo que no esperamos, nos genera una tensión; y cuando llega el acorde que sí esperábamos, nos produce alivio y satisfacción. Los músicos manipulan nuestras emociones de esta forma, con pequeñas violaciones de nuestras expectativas.

Curiosamente, a diferencia de la mayoría de tareas cognitivas, como el lenguaje o la memoria, que están localizadas en áreas del cerebro concretas, la música carece de un circuito mental propio. Al escuchar una canción, el cerebro entero se activa. Desde las regiones que regulan el movimiento hasta los centros de emociones primarias, o los que procesan la sintaxis y la gramática del lenguaje. De hecho, “ningún otro estímulo involucra todas las zonas de nuestro aparato mental como la música”, indica Ball. Además, pone en contacto el hemisferio derecho con el izquierdo, la lógica con la emoción. “Es gimnasia para la mente”, añade este divulgador.

Cuando oímos un tema, el oído envía la información al tronco encefálico y de ahí pasa al córtex auditivo. Desde ahí, es procesada por diferentes regiones que incluso realizan tareas que se solapan. En cuanto el córtex primario auditivo –ubicado en el lóbulo temporal, detrás de las orejas– recibe la señal musical, se activa el cerebro primitivo: los circuitos del tiempo tratan de captar el ritmo y el pulso; el tálamo rastrea la señal para ver si hay indicios de peligro que requieran una acción inmediata de respuesta; el tálamo se comunica con la amígdala, que produce una respuesta emocional. Por ejemplo, si se detectara peligro en la señal sonora, la amígdala desencadenaría miedo (de nuevo las emociones en marcha).
Una vez realizado este primer escaneado de la melodía, el cerebro comienza a diseccionar el sonido. El hipocampo busca recuerdos asociados; el área de Brocca, asociada al lenguaje, revisa los aspectos sintácticos de la música, las frases, las estrofas, los estribillos; y el córtex prefrontal genera expectativas; es así como intuimos cuándo va a llegar un cambio en la canción o va a subir.
Si además quien escucha una melodía es un músico, la cosa se complica, porque el córtex visual, encargado de leer la partitura, de mirar las órdenes del director de orquesta y a los otros músicos, se pone en marcha. El córtex sensitivo también se activa para poder sentir el instrumento en las manos.
Además, las funciones motoras también entran en juego para procesar el ritmo. Además, se ha visto que la música activa otros procesos que no tienen nada que ver con la cognición, como el sistema inmune: aumenta los niveles de proteínas que combaten las infecciones microbianas. Tanto al escuchar como al interpretar un tema, cuenta Philip Ball en su libro, se puede regular la producción corporal de hormonas, como el cortisol, que influencian el humor. De ahí que se use la música como un método eficaz en determinadas terapias.

En la evolución Se desconoce con certeza cuándo apareció aunque, a juzgar por los hallazgos de instrumentos primitivos, se sabe que es muy antigua, de al menos hace 44.000 años, que es el tiempo que tiene una flauta de dos orificios encontrada en Eslovenia en 1995. También en Alemania se han descubierto numerosas flautas de unos 40.000 años de antigüedad, lo que implica que nuestros ancestros ya habían integrado la música en su día a día.

Pero ¿para qué querrían aquellos primeros homínidos tocar instrumentos o incluso quizás cantar? Charles Darwin, el padre de la teoría de la evolución, fue el primero que se aventuró a elaborar una hipótesis. Para este biólogo, la música carecía de valor adaptativo y no tenía nada que ver con la selección natural, aunque apuntaba que podría estar relacionada con la selección sexual. Quizás aquellos individuos capaces de tocar un instrumento resultaban más atractivos para el grupo y tenían más oportunidades de reproducirse.
Aunque no hay ninguna estadística que indique que eso es así, un experimento llevado a cabo por una pareja de psicólogos americanos parece demostrar que la música sí tiene cierto peso sexual. Tras asistir a 11 conciertos de música clásica se percataron de que había un número significativamente más elevado de mujeres que de hombres en los asientos próximos a la orquesta, predominantemente masculina.

No obstante, aparte del componente sexual, las teorías más aceptadas sobre el origen de la música sugieren que hubo un tiempo, antes de que el lenguaje se desarrollara, en el que las vocalizaciones contenían una mezcla de información y de emociones. Nuestros ancestros se comunicaban mediante una especie de musico-lenguaje. Otras teorías apuntan a los beneficios que aporta a la comunidad: si pensamos en rituales, en celebraciones religiosas o militares, incluso deportivas, la música es una forma de establecer coherencia de comportamiento en las masas, algo que fue cobrando importancia a medida que las sociedades fueron creciendo y haciéndose más complejas. Los paleoantropólogos y los arqueólogos coinciden en que la transición de nuestros ancestros simios a humanos supuso la aparición del lenguaje, la lógica, la sociedad, al autoconciencia, y la música fue la base que ayudó a que esas características se desarrollaran. “

No sólo es que la música congregue a gente junta, sino que puede servir para controlar conductas o comportamientos negativos. En Bali, por ejemplo, los músicos y bailarines canalizan emociones socialmente negativas, como la rabia, a través de la música; las descargan en público, en lugar de darle dos mamporros al de al lado”, explica Philip Ball. Por eso, algunos expertos creen que se originó como una especie de pegamento social, para dar cohesión e identidad de grupo y unir a las personas.

Música para las estrellas

El 5 de setiembre del año 1977, desde Cabo Cañaveral, en Florida, la NASA envió a explorar los confines de nuestra galaxia a la sonda espacial robótica Voyager 1. Entre otras cosas, la nave transportaba un gramófono con un disco de Johann Sebastian Bach. La idea era que el Voyager llevara música a las estrellas y quién sabe si a posibles nuevos oyentes.

domingo, 3 de abril de 2011

Absentisme escolar

¿Por qué mi hijo no va al cole? 

Una mayoría de los estudiantes que abandonan la escuela sin conseguir la graduación poseen una historia de absentismo reiterado. Los riesgos de exclusión social son importantes: un aumento del fracaso escolar y jóvenes sin presente ni futuro. ¿Cuál es la solución? Docentes, centros educativos, familias y amistades deben abordar el problema de forma conjunta.

Una lucha que se puede ganar

Jordi Ibáñez y Julio Díaz-Otero

Necesitamos la complicidad de las familias para poder llevar a buen puerto nuestra tarea y nuestro trabajo en red

Podemos definir el absentismo como la no asistencia de niños y niñas a la educación formal en edades de escolarización obligatoria; por tanto, estamos hablando de una cuestión que hasta la llegada de esta obligatoriedad no se había tenido en cuenta, ya que bastantes niños - adolescentes y jóvenes con edades comprendidas en la franja que estamos hablando-no asistían a ningún centro educativo. Por tanto, tenemos que tener en cuenta el gran reto que tuvo que afrontar nuestro sistema educativo para que se produjera la incorporación de una serie de colectivos que tradicionalmente no habían considerado la importancia de tener una formación, sobre todo en aquellas capas sociales económica y culturalmente menos favorecidas.
Las causas que favorecen este absentismo son variadas: la negligencia por parte de algunas familias, la falta de tiempo debido a las largas jornadas laborales, una falta de control por parte del centro educativo, pasando por situaciones escolares que no favorecen la integración de una parte del alumnado, que, además de la rebeldía propia de la edad, afronta con pasotismo sus expectativas de futuro. En algunas ocasiones, los jóvenes son captados por grupos externos que les ofrecen aquello que es efímero, pero que por eso tiene una seducción especial.

Las consecuencias son desastrosas tanto para los jóvenes como para la sociedad, ya que, por una parte, dejan de acceder a una formación totalmente necesaria en los tiempos que corren y, por la otra, la falta de competencias y habilidades sociales hacen que haya unos riesgos de exclusión social importantes. Nos podríamos encontrar con un aumento del fracaso escolar y con grupos de jóvenes sin presente ni futuro. De todos modos, pensamos que el absentismo escolar ha llegado a una tasa muy baja gracias al esfuerzo hecho por los centros educativos y por las diferentes administraciones nacionales, autonómicas y locales.

Desde nuestro instituto le damos una importancia vital al tema y dedicamos muchos recursos y esfuerzos a fin de que el absentismo actualmente prácticamente no exista. Primero de todo, se tiene que decir que la participación en el proyecto de Autonomía de Centros representó la posibilidad de realizar un Plan Estratégico y nos ofreció unos recursos humanos y económicos adicionales, así como la oportunidad de reorganizar el centro de una manera que podíamos atender las necesidades de nuestra comunidad. La incorporación de las nuevas tecnologías a la hora de controlar la asistencia, así como el trabajo del técnico de integración social, hizo que la información llegara de una manera muy rápida y efectiva a las familias, y en aquellos casos más complicados, a las personas que tenían que actuar.

Por otra parte, estamos seguros de que el instituto no es una seta dentro del barrio, sino que nos sentimos plenamente identificados con nuestra ciudad y nuestro entorno, de manera que el trabajo en red es nuestra forma de trabajar en equipo y, en este sentido, creamos la comisión social del centro, un órgano donde se reúnen semanalmente durante dos horas todos el profesionales que pueden tomar alguna decisión cuando un alumno tiene una problemática determinada y, por supuesto, si tiene que ver con el absentismo. Esta comisión está formada por un miembro del equipo directivo, la orientadora del instituto, profesional del EAP (equipo de asesoramiento y orientación psicopedagógica), profesionales de los servicios sociales y del programa POA (Programa de Orientación y Acompañamiento) del Ayuntamiento de l´Hospitalet de Llobregat, mediadoras comunitarias y cuantas personas sean necesarias a fin de que la atención individualizada a nuestro alumnado sea lo más rápida y eficaz posible.

Una parte muy importante de prevención y actuación en contra del absentismo escolar se tiene que hacer desde la familia, valorando de una forma positiva la educación de sus hijos y participando activamente en ella. Necesitamos la complicidad de las familias para poder llevar a buen puerto nuestra tarea y nuestro trabajo en red. En aquellos pocos casos más difíciles, debe destacarse el trabajo hecho desde los servicios educativos del Ayuntamiento de l´Hospitalet y, en última instancia, por la Policía.

Por último, relatar una anécdota que nos ha sucedido con un alumno que venía al centro con una problemática social importante, y que fue atendido por nuestra comisión social. Hablando un día con educadoras que el niño había tenido el curso anterior, nosotros decíamos que a veces faltaba a la primera hora de la mañana y que era muy difícil conseguir que en casa le despertaran a la hora adecuada para llegar al instituto. Las educadoras rieron y dijeron: "Al menos habéis conseguido que sólo falte alguna hora, ya que el curso pasado simplemente no venía al cole".

J. IBÁÑEZ y J. DÍAZ-OTERO, director y jefe de estudios del Institut Eduard Fontserè de l´Hospitaletde Llobregat

El papel del entorno

Enric Roca i Casas

Muchos padres dudan sobre si deben intervenir en las amistades del hijo; la respuesta es sí, si queremos educar

El absentismo constituye la antesala del abandono y la desvinculación escolar, fenómeno muy preocupante desde el punto de vista personal, social, político y económico. El abandono escolar prematuro a nivel estatal se sitúa en el 31,2%, en la franja entre los 18 y los 24 años (la media de la UE es del 14,5%). Si el abandono resulta preocupante, el fracaso escolar no lo es menos. Los indicadores sobre el absentismo reiterado durante la escolarización obligatoria son más difíciles de establecer. Sin embargo, todos los docentes de la ESO saben que una mayoría de los estudiantes que acaban abandonando el 3. º o 4. º curso, sin conseguir la graduación, poseen una historia de absentismo reiterado que suele empezar en el primer ciclo, se incrementa en 3. º y suele consolidarse en 4. º para los que no hayan abandonado antes.

¿Por qué los jóvenes faltan a clase y acaban abandonando? ¿Por qué la escuela no puede retenerlos?

Posiblemente debamos revisar el currículum a fondo y adaptarlo a las nuevas formas de aprender (estimulación-activación) que tienen los alumnos. También habrá que reformar la organización y las prácticas establecidas en los centros y, sobre todo, el papel que ha de ejercer el docente en la sociedad del conocimiento. ¿Y las familias no deberían percatarse de que el absentismo constituye el primer síntoma de posteriores problemas? El seguimiento atento de los padres en relación al proceso educativo de sus hijos no debería abandonarse en el periodo adolescente, por más que las formas de esta atención hayan de volverse más sutiles e indirectas.

Y el grupo de amigos ¿qué papel juega en los episodios de absentismo? Sin duda, fundamental. La necesidad de integración en un grupo referencial puede atraer al joven hacia algunos que tengan en el absentismo y la desvinculación escolar un elemento identitario o estructurante, lo que repercutirá, sin duda, en la trayectoria escolar de sus integrantes. Muchos padres y profesores albergan dudas sobre si deben intervenir en relación al grupo de amigos de su hijo o alumno. ¿Hay que hacerlo? La respuesta debe ser afirmativa si pretendemos educar. La educación conlleva siempre intervenir intencional y continuadamente. Sin treguas. Pero ejerciéndola con inteligencia y tacto, generosidad y firmeza, afecto y coherencia. No podemos pedir que nuestros hijos o alumnos no sean absentistas, no abandonen, no fracasen, que luchen por el éxito desde el esfuerzo… si nosotros no predicamos con el ejemplo.

E. ROCA, coordinador general de Edu21 y profesor de la facultad de Ciencias de la Educación (UAB)

PARA SABER MÁS

PUBLICACIONES

El absentismo escolar como reto para la calidad educativa. J. Rue Domingo. Ministerio de Educación y Ciencia, 2005

LA EDUCACIÓN PRIMARIA: RETOS, DILEMAS Y PROPUESTAS. J. Doménech y S. Aránega. Grao, 2001

Problemas actuales de política educativa. M. de Puelles Benítez. Morata, 2006

Triunfar en la escuela: Guía para afrontar el fracaso escolar. orientaciones para padres y profesores. F. Sandoval Prieto y N. García Nieto. La esfera de los libros, 2010

WEBS

http:// www. madrid. org/ dat_ este/ upe/ abs. htm
http:// www. sevilla. org/ ayuntamiento/ delegac iones/ educacion/ plan-municipal-de-abs entismo-escolar-y-comision-municipal-de-absentismo
http:// www. edu21. cat/
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Un informe para Educació asegura que el 15% de los alumnos de la ESO "no hacen nada"



http://www.lavanguardia.es/vida/20110403/54135679307/un-informe-para-educacio-asegura-que-el-15-de-los-alumnos-de-la-eso-no-hacen-nada.html 

El texto, al que ha tenido acceso RAC1, asegura que los centros son una especie de "guardería" donde los alumnos "a veces aprenden alguna cosa"

La Unión Europea se plantea eliminar el 'Erasmus para todos'

Barcelona. (Redacción).- Un informe encargado por la consellería de Educació al que ha tenido acceso RAC1 denuncia el lamentable estado de la enseñanza en Catalunya. El texto concluye que los centros educativos de la ESO se han convertido en “guarderías”, que entre el 15 y el 20% de los alumnos “no hacen nada” y que los estudiantes “a veces aprenden alguna cosa”.

Según la Junta Central de Directores de Secundaria, a quien se ha encargado el informe, dos de cada diez menores se niegan rotundamente a participar en cualquier actividad académica. El estudio asegura que la sociedad, y en particular los padres, son demasiado permisivos con los jóvenes, lo que se traduce en más problemas y menos resultados. Como causa de estos males, el texto señala como culpables al exceso de horas de permanencia en el centro y a unas asignaturas demasiado extensas, detalladas y repetitivas.
Los directores también denuncian que 4º de ESO es demasiado fácil, lo que provoca más fracaso en bachillerato y en los ciclos formativos.