Neuroeducació

domingo 16 de enero de 2011

LA NEURODIDÀCTICA, PUNT DE TROBADA.

Enrique Jimeno,

Butlletí per als pares de l'Institut Ramon Berenguer IV de Sta. Coloma de Gramenet, 113, desembre 2010.



Com us anunciàvem en el primer butlletí informatiu d'aquest curs (número 111), una de les línies de treball
que estem impulsant a l’institut és la de la NEURODIDÀCTICA, un enfocament nou i esperançador
en el qual convergeixen les últimes aportacions de les neurociències i les contribucions més recents de les
investigacions pedagògiques (desenvolupament de les intel·ligències múltiples, dels hàbits mentals saludables
associats a la intel·ligència reeixida; de les capacitats afectives i emocionals, etc.). La Neurodidáctica consisteix, simplement, en aplicar a l'aprenentatge els nous coneixements sobre el funcionament del cervell i la
intervenció dels processos neurobiològics perquè aquest guanyi en eficàcia.

Un grup de professors i de professores del centre hem començat a donar passos en aquest sentit, i una de les
nostres primeres actuacions va ser convidar a la  Dra. Anna Forés,  professora de Pedagogia de la Universitat de Barcelona i autora, conjuntament amb la neuròloga Marta Ligoiz, de l'obra  Descubrir la neurodidáctica. Aprender desde, en y para la vida (UOC, Barcelona, 2009). L’Anna va impartir una animada conferència per als professors i per als alumnes de batxillerat, de la qual vàrem donar notícia a la nostra web
 
Posteriorment, i a partir dels seus suggeriments, hem  realitzat activitats relacionades amb aquest enfocament a diversos cursos de l'ESO. Aviat,  podreu veure al programa “tres 14” de TVE (http://www.rtve.es/television/tres14/) un reportatge sobre el tema, en el qual apareix el nostre centre.

Els estudis de neurodidàctica realitzats fins ara insisteixen en la importància que té dirigir la nostra acció en dos sentits.  D'una banda, el treball relacionat amb l'estat anímic de l'alumne, amb les seves ganes de millorar; amb la seva capacitat d'automotivar-se i de proposar-se reptes; amb les creences sobre les seves pròpies possibilitats; i també amb el seu nivell d'impulsivitat. Per un altre, l'esforç pedagògic per presentar els continguts de manera que l'alumne estimuli i entreni, en el major grau possible, el seu cervell (tant l'hemisferi esquerre -racionalitat, procés lògic, sentit pràctic- com el dret -intuïció, imaginació, emotivitat-), emprant, per a això, metodologies que incorporin els diferents llenguatges sensorials que utilitza el nostre cervell (auditiu, visual, kinestèsic -sensació o percepció del moviment, consciència corporal-,  etc.).

Des d’aquest plantejament, es concedeix una importància a l'adquisició  d'hàbits mentals saludables, com ara els proposats per Robert J. Sternberg en la seva obra Más allá del cociente intelectual  (1998). Reproduïm la llista d'aquest pedagog, perquè orienta molt bé sobre el treball que pretenem realitzar:

1. Les persones amb intel·ligència reeixida s'automotiven.
2. Es concentren en els seus objectius.
3. Tenen capacitat per ajornar la gratificació.
4. Aprenen a controlar els seus impulsos.
5. Saben quan perseverar.
6. Saben com treure el màxim partit dels seves habilitats.
7. Tradueixen el pensament en acció.
8. S'orienten cap a l'objectiu.
9. Completen la taverna i arriben fins al final.
10. Tenen iniciatives.
11. No tenen por d'arriscar-se, ni de fracassar.
12. No posterguen.
13. Accepten la crítica justa.
14. Refusen l'autocompassió.
15. Són independents.
16. Tracten de superar les dificultats personals.
17. No fan ni massa coses alhora, ni massa
poques.
18. Veuen, al mateix temps, el bosc i els arbres.
19. Tenen un nivell raonable d'autoconfiança i creuen en la seva capacitat per aconseguir els seus objectius.
20. Equilibren el pensament analític, el creatiu i el pràctic.



Què us sembla? Ens acompanyeu en aquesta aventura?. A banda del llibre d'Anna Forés i Marta Ligoiz ja indicat, us en suggerim un altre: La educación del talento, de José Antonio Marina (Ariel, Barcelona, 2010), i us aconsellem, vivament, la visita de la magnífica web:


http://www.loquepadresydocentesdebensaber.es/

sábado 15 de enero de 2011

"El talento es el conocimiento al servicio de una vida lograda"

José Antonio Marina, filósofo y pedagogo

Victor-M Amela, Ima Sanchís, Lluís Amiguet


LA CONTRA, LA VANGUARDIA 11/01/2011  
Foto: Dani Duch
Ima Sanchís 

Tengo 71 años. Nací en Toledo y vivo en Madrid. Estoy casado, mi mujer tiene hijos y aprendo mucho de mi nieta de 3 años. Las soluciones políticas tienen que ser éticas o no valen. Soy cristiano: una figura como Jesús permite una interpretación de la realidad muy interesante.
La alegría de educar
Llevo muchos años siguiendo y admirando a este filósofo que tiene la virtud de hacer fácil lo difícil, y su mayor herramienta, además del rigor y la curiosidad bien nutrida, es su sentido común. Consciente de que para educar a un niño hace falta la tribu entera, Marina se ha embarcado en un proyecto apasionante: la Universidad de Padres, una puesta en común y un curso de once meses por internet, un acompañamiento a los padres de un grupo interdisciplinar de pedagogos y psicólogos, y una colección de libros para padres y docentes, manuales de navegación prácticos y optimistas: ¿(...) educar debe ser una actividad alegre¿. El primero de ellos es La educación del talento (Ariel).

Qué es el talento?

El talento es la inteligencia triunfante.

¿Hay inteligencias que fracasan?
Bobby Fischer, talentoso en el ajedrez, fracasaba en cuanto se separaba medio metro de un tablero.

Hay múltiples talentos...
Sí, pero hay un tipo de inteligencia situada en un nivel superior: la  inteligencia práctica, la guía de nuestra vida.

Entiendo.
La inteligencia triunfante consiste en que una persona tenga ideas  adecuadas al momento, soluciones a los problemas, una manera adecuada de comunicarse con los demás, que sepa utilizar sabiamente sus recursos, y que tenga buenos sentimientos.

Es mucho pedir.
No se trata de que los niños aprendan muchas cosas, sino de que con lo que han aprendido se les ocurran buenas cosas; no se trata de meterles ideas, sino de que seamos capaces de organizar su capacidad de producción de ocurrencias de modo que sean buenas.

¿Por ejemplo?
Ciertas creencias básicas que el niño aprende van a ser determinantes en su vida. Por ejemplo: hay niños que creen que la inteligencia es algo con lo que se nace; otros, que es algo que se adquiere, y eso produce formas muy diferentes de aprendizaje.

... Y de afrontar la vida.
Sí, será un pesimista o un optimista. El conocimiento tiene que estar al  servicio de la vida. No educamos para tener buenos resultados escolares, sino buenos resultados vitales fuera de la escuela.

... Lo olvidamos demasiado a menudo.
Deberíamos invertir menos tiempo en clasificar a los niños y ayudarles más a identificar y cultivar sus habilidades y sus dones naturales, porque el talento se educa.

¿Cómo?
Hay seis recursos fundamentales que deben fomentarse a través de todo el proceso educativo. Uno: una idea del mundo veraz, rica, amplia y llena de posibilidades.

Dos.
Un pensamiento fluido, riguroso, creativo, capaz de resolver problemas.

Tres.
Un tono vital activo, seguro de sí mismo, optimista y resistente.

Cuatro.
El aprendizaje de la libertad: entender la responsabilidad personal, construir la voluntad, formar la conciencia moral y entender las virtudes de la acción.

Cinco.
El aprendizaje del lenguaje es fundamental, no sólo para comunicarse con los demás, sino sobre todo para hablar con uno mismo. Los niños impulsivos no tienen una mediación lingüística entre el deseo y el acto, han de aprender a darse ordenes a sí mismos, porque si ese mecanismo no se forma, los niños no tienen control interno de sus actos.

Seis.
La sociabilidad. La educación del talento pasa por la educación intelectual, la educación afectiva y por desarrollar los sistemas de dirección de la propia conducta y dar criterios claros de lo bueno y lo malo.

¿Y cuáles son las herramientas?
Los tres grandes recursos educativos de los padres son la ternura, la  exigencia y la comunicación. El premio es el gran recurso para suscitar conducta, y el mayor premio es sentirse importante.

Hábleme del castigo.
Hay que saber que únicamente sirve para evitar conductas, pero no para promoverlas. Los niños quieren jugar y quieren crecer, sentirse capaces de hacer cosas, y ese es el gran dinamismo de los seres humanos.

¿Hay que decirles “tú puedes”?
Tanto padres como escuelas deben proporcionarle su momento de éxito, una tarea en la que, con sus limitaciones, se sienta triunfador. La motivación es la suma de deseo, expectativas y facilitadores (hábitos, esperanza de conseguirlo, confianza, destreza).

Dad al niño el deseo de aprender y cualquier método será bueno (Rousseau).
Hay que enseñar al niño a hacer proyectos porque unifican la atención y producen un enganche muy fácil con las motivaciones. Canadá es el país más avanzado en educación y están introduciendo la educación por proyectos desde la primaria. Hay que educar la voluntad.

Nadie nace con ella.
Los niños deben aprender a soportar el esfuerzo y comprender que tomar decisiones es una cosa molesta, hay personas que llegan a adultos con esa carencia.

¿Cómo ayudarles a ser felices?
Fomentando en ellos una actitud activa. Cualquier problema que pueda  resolver un niño no se lo debemos resolver nosotros. Debemos ayudarles a desarrollar una seguridad básica y un optimismo básico. Y fomentar la valentía, es decir, no dejar de hacer una cosa por la dificultad que entraña; la pereza y la mentira son actitudes cobardes.

¿Cómo podemos ayudarles a manejar sus sentimientos?
El niño debe saber nombrar los sentimientos que le asaltan, saber que lo que siente es miedo, rabia o angustia. Nombrarlos es poder manejarlos; por tanto, hay que favorecer que el niño hable de los sentimientos, sobre todo de los contradictorios, pero teniendo claro que ese no es momento de educar (adoctrinar o interrogar), sino de escuchar. 
 

 

 

El misteri del cervell segons Damasio

ANTONIO DAMASIO

El mago del cerebro

LUÍS MIGUEL ARIZA

El cerebro humano es un misterio dentro de otro, formado por 100.000 millones de neuronas
“La modulación de las emociones humanas es producto de la cultura. Es una consecuencia de la conciencia”
 
“Cuando percibes lo que te sucede, surge el sentimiento. Emocionar es actuar.Sentir es percibir”
“Si destruyes la parte posterior del tallo cerebral, destruyes la conciencia. Puede que nunca salgas de ese estado vegetativo”


EL PAÍS, 07/11/2010
El 13 de septiembre de 1848, el capataz Phineas Gage, un joven muy apuesto, con el pelo oscuro y facciones de modelo, sobrevivió de forma increíble a un espantoso accidente. Contaba 25 años, y aquel día trabajaba en la construcción de una línea de ferrocarril en Cavendish, Vermont (Estados Unidos). Su tarea era peligrosa. Tenía que nivelar el terreno, para lo cual los operarios taladraban agujeros en la roca, los rellenaban con pólvora y cubrían con arena. Gage seleccionaba los agujeros para colocar los explosivos y la mecha, y usaba una larga barra de hierro para compactar la mezcla de arena y pólvora. Quizá oyó algo que lo distrajo momentáneamente, pero lo cierto es que hincó su vara en el siguiente taladro antes de que su ayudante lo rellenase de arena. La chispa consiguiente causó una explosión y la barra de hierro salió fulminantemente de sus manos. El proyectil, de tres centímetros de grosor y 109 de longitud, entró por debajo de su mejilla izquierda, rasgó su cerebro como si fuera mantequilla y escapó por la parte superior del cráneo. Gage se desplomó fulminado, mientras que la barra que había atravesado su cabeza caía a más de veinte metros a sus espaldas. Sus ayudantes, horrorizados, pensaron que había muerto al instante. Se quedaron asombrados cuando comprobaron que el hombre recuperaba la consciencia y ¡les hablaba! Logró caminar apoyándose en ellos, y fue trasladado en un carro de bueyes hasta su casa. Los testigos narraron que Gage se bajó sin ayuda.


 
El primer practicante, horrorizado al verlo, se quedó estupefacto cuando el joven con la cabeza agujereada le dijo tranquilamente que "ahora tendría bastante trabajo". Su médico personal, John Harlow, cortó la hemorragia una hora después y le salvó la vida. Gage, un joven responsable, inteligente y muy bien adaptado socialmente, se recuperaría a los pocos meses. Podía caminar y valerse por sí mismo, y conservaba su inteligencia intacta. Se expresaba sin dificultad, y su capacidad de aprendizaje estaba inalterada. Tampoco tenía problemas con la memoria. La gente susurraba la palabra milagro a su alrededor. Fue una ilusión. Algo cambió. De ser un hombre responsable y apreciado, se convirtió en un sujeto irreverente, caprichoso, irresponsable y sin honor, incapaz de llevar a cabo sus planes. Gage perdería su empleo y terminaría cayendo en lo más bajo, convirtiéndose por un tiempo en una atracción de feria del empresario P. T. Barnum, que regentaba un museo de curiosidades humanas en Nueva York. Nunca se desprendería de la barra de hierro que le hizo famoso, pero moriría años después entre ataques epilépticos y la indiferencia.

A los ocho años de su muerte, el doctor Harlow sugirió que esa barra había destruido zonas de la corteza cerebral situada en la parte izquierda del lóbulo frontal, lo que podría explicar el cambio de la personalidad de Gage, un hombre "atrapado entre sus frías facultades intelectuales y sus propensiones animales". Era una idea revolucionaria sobre cómo el cerebro manejaba aspectos superiores de la personalidad humana, pero pasó inadvertida. Siglo y medio después, en 1994, el científico Antonio Damasio publicaría un artículo crucial en la revista Science, en el que reconstruía la trayectoria exacta de la barra a través del cráneo y el cerebro de Gage en una recreación tridimensional por ordenador. Damasio mostró que los daños en estas zonas prefrontales de la corteza eran responsables del manejo de las emociones y el proceso de toma de decisiones. Estos daños explicarían de forma precisa el profundo cambio del carácter de Gage, el paciente más famoso de la neurología.

Damasio (Lisboa, 1944) es el neurocientífico que más ha revolucionado el estudio de la base cerebral de las emociones en los últimos treinta años. Podría decirse que es uno de los neurocientíficos más globales en un mundo globalizado, con una formación humanística de la que se enorgullece. Siente devoción por Espinoza y Descartes, grandes pensadores enfrentados –el primero afirmó que la materia era divina en sí, mientras que el segundo inventó el dualismo entre cuerpo y alma–, y admira a Shakespeare. El cerebro humano es un misterio dentro de otro, formado por 100.000 millones de neuronas, y Damasio piensa, a diferencia de muchos de sus colegas, que siempre ha sido el bosque, y no los árboles, lo que cuenta. Hay algo en la dignidad de los seres vivos y en el hombre que le impide pensar que somos, en última instancia, el resultado de un conjunto de reacciones bioquímicas entre neuronas por muy sofisticadas que estas sean. El cerebro, dice, es más que la suma de todas las partes, un espejo que no solo refleja nuestra individualidad; en él cabe una sociedad o hasta la entera humanidad. Son conclusiones a las que Damasio ha llegado después de convertirse en el pionero más importante del siglo XX en la investigación emocional. "Una gran parte de mi trabajo ha sido convertir el estudio de los sentimientos en algo científico que nos permita comprender mejor el comportamiento humano", explica.

Hace poco menos de un cuarto de siglo, cuando la investigación del cerebro estaba sumergida en el racionalismo más absoluto, estudiar científicamente un sentimiento –la propuesta de Damasio– podía levantar más de una sonrisa educada. Ahora, las emociones y su base cerebral atraen simposios e investigadores como un imán. El prestigioso investigador Kerry Ressler, del Instituto Médico Howard Hughes, en Maryland (Estados Unidos), no duda en calificar a Damasio como "un líder que recoge la imagen global en neurociencia para permitirnos comprender cómo surgen las funciones más complejas", según relata a El País Semanal por correo electrónico.

Damasio habla bajo, con suavidad. No parece alguien dado a enfadarse, pero no hay que confiarse. El día amanece cubierto por nubarrones que amenazan tormenta. Damasio ha acudido a Barcelona para presentar su último libro, Y el cerebro creó al hombre (Destino). Salta a la vista que las entrevistas promocionales le cansan, pero tras deslizarnos felizmente por nuestra primera hora de conversación, trato de averiguar qué cosas le irritan. Al fin y al cabo, sentirse molesto por algo es una de las emociones humanas más comunes. "Hay pocas cosas. Cenar en un restaurante y que a alguien le suene el teléfono móvil cerca, el sonido. La gente usa cada vez más los móviles, y parecen idiotas hablando consigo mismos mientras caminan en la calle. Es algo tan innecesario… hace diez años, la gente no los tenía y vivía felizmente. Lo hacemos simplemente porque disponemos del aparatito. Hay compañías que están haciendo un montón de dinero. Y la cosa va a peor. Algunas aerolíneas ya permiten el uso de teléfonos celulares en los aviones. Estás volando, y en el aire, además de soportar el ruido de los motores, tienes que oír a la gente discutiendo con su suegra sobre los problemas con los hijos".

La cháchara es lo que más disgusta a uno de los maestros de las emociones humanas, que ha trasladado su estudio desde el ámbito filosófico –una tradición de siglos– a la neurociencia, mostrando cómo nos emocionamos en las pantallas de los escáneres, y rastreando los circuitos cerebrales que hay detrás. Fue precisamente el estudio de las lesiones neurológicas y la forma en la que afectan al comportamiento en los pacientes –entre ellas, la pérdida del lenguaje por daños en el lóbulo temporal izquierdo, algo que observó el científico Paul Broca ocho años después de la muerte de Gage– lo que llevó a Damasio y a su esposa, Hanna, a construir sistemáticamente una base de datos de enfermos a finales de los años setenta en la Universidad de Iowa. "Necesitábamos un método para adquirir información. Uno de ellos era el estudio de las lesiones neurológicas en los pacientes". Posteriormente, en las dos décadas siguientes, y con las nuevas técnicas de imagen cerebral –el escáner de emisión de positrones o la resonancia magnética funcional, fabulosas ventanas al cerebro en pleno funcionamiento–, Damasio y su mujer pudieron rastrear los cerebros de voluntarios sanos y establecer comparaciones, investigando el lenguaje, la memoria, la percepción visual, y cómo se comportaba el cerebro cuando tenía que tomar una decisión. Fue aquí cuando descubrieron la tremenda importancia de las emociones.

¿Como ocurrió? Había un enfermo en particular que de forma muy ostensible tomaba decisiones muy equivocadas después de sufrir un daño en el lóbulo frontal. Pero era muy inteligente, tenía muchos conocimientos. Su memoria y lenguaje eran normales. Excepto que sus emocionesno eran normales. Así que eso me dio la idea de que esas emociones anómalas podían jugar un papel en sus decisiones.

¿De qué forma se comportaba ese enfermo? Hablabas con él y notabas que era muy inteligente. Pero fuera de la conversación hacía locuras, como invertir su dinero en negocios que obviamente se iban a derrumbar, o relacionarse de manera muy extraña con su esposa. Cuando le tocaba actuar en la vida real, tomaba la decisión equivocada. Lo que es fácil para nosotros le llevaba una eternidad. No sentía ese pálpito que te dice: "me gusta". Vas a un restaurante, lo ves y piensas: de acuerdo. Ese paciente y otros muchos no lo veían así. Se pierden en preguntas como ¿es un buen menú? ¿Está bien de precio? ¿Es buena la relación entre el menú y el precio? ¿Está muy lejos el restaurante? ¿Está lleno? ¿Vacío? ¿Por qué está vacío? Si lo está, es bueno porque siempre tienes sitio. Pero si está vacío, es porque el restaurante no es bueno… es un proceso interminable de discusión. Sus daños se localizaban en una región llamada corteza prefrontal ventral medial, el lugar donde las emociones y el proceso intelectual interactúan.

Usted ha hecho trizas el cliché de que para tomar las decisiones adecuadas hay que dejar las emociones a un lado. La lógica del doctor Spock en la serie 'Star trek'. Si tengo que despedir a alguien, hay que ser frío. O en una decisión de negocio, cuidado con lo que sientes. Que no te afecte. En los negocios necesitas de las emociones para tomar las decisiones adecuadas. Si tienes que despedir a empleados, sabes cuál es la lógica y la emoción que te impulsa a hacerlo, y que en el momento no puedes ser un sentimental. Son procesos emocionales e intelectuales. Es cierto que hay determinadas emociones que conviene ocultar. En la Bolsa, cada cierto tiempo hay un crash bursátil, un exceso de miedo que hace que te retires del mercado. Y no es inteligente. Si eres menos miedoso y aguantas, te vas a beneficiar cuando el mercado se recupere. Si controlas el miedo, puedes tomar decisiones ventajosas. Pero si no sientes miedo, no hay forma de saber cuándo parar. Y quizá llegue un momento en el que tengas que retirarte del mercado,pero no tendrás esa posibilidad. No es cierto que lo mejor sea no sentir nada. Pero hay ciertas emociones que a corto plazo es mejor no tener, como exceso de miedo.

De acuerdo. ¿Podemos educar nuestra respuesta emocional aunque surja de manera visceral? Hasta cierto punto, sí. No puedes aprender a emocionarte, a estar triste, alegre, compasivo, todo eso ya está en el cerebro. Pero el grado en el que esas emociones se expresan puede educarse, aprender a modularlas.


Ponga un ejemplo. Si tienes miedo a volar, puedes ir a una escuela que tenga un simulador de vuelo en el que te expongas a las turbulencias, a los despegues y aterrizajes...y si comprendes lo que sucede, aprendes a desensibilizar estas emociones hasta un cierto punto.


Si podemos modular nuestra respuesta emocional, ¿cree que es un logro que nos distingue de los animales? Definitivamente. Hay animales muy inteligentes que no pueden modular sus emociones. La modulación de las emociones humanas es producto de la cultura. Es una consecuencia de la conciencia. Un buen ejemplo es la violencia. En la sociedad occidental, ahora somos menos violentos que hace sesenta años o que cinco siglos. El control de la violencia es el resultado de la modulación de las emociones.


En el mundo hay decenas de conflictos armados y las noticias nos inundan con violencia. Sí. Pero no hay duda de que había más violencia en los tiempos de Enrique VIII que hoy día. Y nuestra tolerancia a la violencia va cayendo. En todos los países occidentales, la violencia doméstica se aceptaba, pero ahora no se tolera. En términos de orientación sexual o de raza, se intenta aceptar a gente diferente del resto. Es un fenómeno cultural, pero requiere de un control emocional. Lo diferente siempre crea agresión, pero puedes controlarla.


Usted ha comentado que esa autorregulación de la sociedad imita el trabajo que hace el cerebro para conservarnos vivos. Lo llama homeostasis cultural. Hay dos niveles. Uno regula los latidos del corazón, la circulación de la sangre, la presión sanguínea, las defensas, la digestión, el sistema hormonal… y no podemos interferir. La homeostasis nos aleja de estar muy calientes o muy fríos. Nos proporciona la sensación de hambre, por lo que dentro de poco tendremos ganas de almorzar en vez de charlar, o sed. Está dada por los genes. Nuestra conciencia no tiene nada que ver. La otra homeostasis es social, nos permite tener justicia, prosperidad, economía, partidos políticos, medicina y tecnología. Sin conciencia, nunca podríamos haber creado la homeostasis social. No tendríamos cultura. Para ello necesitas saber. Y ser consciente. La conciencia nos permite saber, y en su mayor extremo nos da la cultura, que nos mejora como seres humanos. Y todo depende de ciertas partes del cerebro trabajando en conjunto. Algunas están en la corteza cerebral, otras se encuentran debajo de ella.

El cerebro esconde celosamente sus misterios. Cuando se alteran los circuitos que controlan el movimiento, surgen los temblores del Parkinson. Si las memorias se destruyen catastróficamente, el mal de Alzheimer termina borrando la personalidad. La depresión nos hunde y no sabemos por qué, pero hay una causa en el cerebro. La esquizofrenia, donde los sueños se convierten en delirios que invaden lo cotidiano, es una realidad creada por el cerebro. Hay también un cerebro vicioso que busca el placer y vibra con la recompensa, cuyo estudio descubre por qué una persona enganchada a las drogas "no puede controlar el impulso de tomarlas incluso cuando confiesa que ya no producen placer", en palabras que Nora Volkow, del Instituto Nacional de Abuso de Drogas de Estados Unidos, declaró en el programa del periodista norteamericano Charlie Rose.

Un cerebro en cuya corteza aparecen milimétricamente representados los mapas de los sentidos. Y un cerebro que, convenientemente excitado, rescata lo que creíamos olvidado. A mediados del pasado siglo, el neurólogo Wilder Penfield quedó asombrado cuando, al estimular una zona del lóbulo temporal de uno de sus pacientes epilépticos, evocó en su cabeza la canción que su madre le cantaba por Navidad. También está el cerebro agresivo. En un estudio mucho más reciente sobre adolescentes, el psicólogo Nicholas Allen, de la Universidad de Melbourne, en Australia, descubrió que los muchachos que discutían con mucha más vehemencia con sus padres en sesiones controladas poseían amígdalas inequívocamente más grandes según el escáner (las amígdalas son estructuras en forma de almendra y están situadas bajo el córtex). Hay un cerebro intelectual. "De las partes del cerebro que comprendemos, la del lenguaje complejo, que nos permite funcionar a un nivel social más alto y transmitir habilidades y educación, es la que más nos diferencia como humanos", opina Kerry Ressler. Y un cerebro moral, donde caben sentimientos de compasión, admiración y vergüenza. "Los mandamientos no están esculpidos en piedra, con referencia a las tablas de la ley de Moisés, sino en la masa gelatinosa que es el cerebro", asegura el profesor Francisco Rubia, director del Instituto Multidisciplinar de la Universidad Complutense y miembro de la Real Academia de Medicina. La moral y las emociones aparecen relacionadas. Y Rubia señala su probable geografía, la corteza cerebral ventromedial de la región prefrontal, es decir, el vientre medio de nuestra frente.

Las emociones y la razón forman una alianza. Damasio y sus colegas examinaron las respuestas de seis personas en cuyos escáneres cerebrales aparecían daños en estas regiones del cerebro por culpa de un tumor o un derrame. ¿Sería usted capaz de arrojar a alguien por la borda para salvarse a sí mismo o a los demás? ¿Sacrificaría a un inocente, un rehén, con tal de salvar su vida o la de otros? ¿Cuál sería su reacción? La idea de matar a un inocente causa repugnancia. Pero esas seis personas no sentían compasión, de acuerdo con el análisis de sus respuestas, según recoge el estudio que publicó Nature hace unos tres años. Estaban liberados de cualquier influencia emocional a la hora de tomar una decisión racional.

Damasio asegura que, en condiciones normales, los seres humanos tenemos dos formas de funcionar: o estamos conectados en línea y nos emocionamos por lo que vemos y oímos en el momento, o bien desconectados (off line) cuando rescatamos un recuerdo y colocamos entonces esa memoria en posición de encendido junto con la emoción asociada. Al acordarnos de la muerte de un ser querido, el recuerdo trae el dolor. Para entender cómo operan estos dos modos, le propongo un juego. ¿Qué me sucedería si, mientras charlamos, alguien liberase encima de la mesa que nos separa una mamba negra, la serpiente más venenosa de África? "Tu cerebro percibe el objeto que va a causar la emoción. Es un objeto competentemente emocional, y va a producir de manera automática, y sin interferencias de tu propia conciencia, una serie de reacciones. Vas a cambiar de postura, a alarmarte, a experimentar cambios en el rostro. El ritmo de tu corazón se acelera. Hay cambios en tus vísceras. Tu piel palidece. O te quedas paralizado, o corres. Dependerá de las circunstancias. En tu riego sanguíneo se bombea cortisol para que movilices una gran cantidad de energía y correr. El cerebro lo hace de forma automática, no puedes interferir. Y te das cuenta de qué ocurre al quedarte de piedra o correr por el miedo a esa serpiente. Todo sucede con mucha rapidez, en menos de un centenar de milésimas de segundo".


Por eso no se puede predecir si uno saldrá de estampida o no. Correcto. Si fueras un soldado con entrenamiento de combate, sería más fácil que elijas quedarte quieto o escapar. Has educado el sistema para lo uno o lo otro. Francamente, si tuviéramos aquí una serpiente, no tengo ni idea de lo que me ocurriría. Nunca he tenido la experiencia, no sé si me quedaría quieto o no. ¡Espero salir corriendo!

¿Se ha encontrado alguna vez en una situación muy peligrosa? En una ocasión, en un avión que pensé que se iba a estrellar. Fue hace treinta años. Estaba atado a mi asiento y muy asustado. Pero no podía hacer nada, con mi cinturón de seguridad abrochado, y el avión haciendo todas esas cosas tan divertidas… todo el mundo estaba convencido de que se estrellaría.

En su libro insiste en diferenciar lo que es una emoción de un sentimiento. La emoción es un programa de acciones. El sistema nervioso humano, o cualquier sistema nervioso, se involucra en una serie de acciones para protegerse. Bien mediante la defensa frente a la amenaza, o proporcionando una oportunidad para alimentarse o para el sexo. Evita la muerte y hace cosas beneficiosas. Luego está la lectura de esa acción. Cuando percibes lo que está sucediendo en tu cuerpo, cuando tienes esa emoción, entonces surge el sentimiento. Emocionar es actuar. Sentir es percibir. Ambas cosas están relacionadas. Una emoción en líneas generales es un sentimiento, pero se refiere a la acción, mientras que el sentimiento es la percepción de esa acción.


¿Existe algún lugar dentro de la geografía de nuestro cerebro que nos diga si tenemos madera de héroe o de villano? Bueno, eso sería ciencia-ficción. Es demasiado complejo. Hay partes del cerebro que procesan aspectos de las emociones de forma muy automática, y otras en las que percibes lo que te está pasando. Y luego están todos los conocimientos que has adquirido, nuestra conversación, que no va por los sistemas automáticos. Tenemos toda una cultura construida. Usted y yo tenemos algunas ideas sobre lo que debe ser un héroe o un cobarde. Y sabes cómo usar ese conocimiento para, o bien dominar tu comportamiento y decidir algo independiente del mecanismo automático, o simplemente pensar que no quieres ser un héroe y me voy a quedar quieto para salvar la vida. Todas estas cosas se piensan a posteriori. Lo que le digo a mis lectores es que uno no puede entender la conciencia en base a una sola situación. El comportamiento humano está organizado en capas. Cuando hacemos algo, o alguien nos hace algo, cada capa suscita una reacción, algunas de las que somos conscientes y otras no. Es una cadena de respuestas y críticas.


¿En qué lugar de nuestro cerebro se hace una lectura de todas estas emociones? Hace unos veinte años propuse un lugar, la ínsula o corteza insular (una estructura situada debajo de la fisura que separa el lóbulo frontal y temporal), que hoy es una de las más observadas. La ínsula elabora un retrato de cualquier emoción que asalta al cuerpo. Otra más reciente, de la que no se ha hablado mucho, es el tallo cerebral. Es ahí donde se elaboran los retratos de los sentimientos más primarios. Y todo lo que allí sucede es redibujado en la corteza cerebral.


¿Cómo definiría la conciencia? Es lo que le permite a uno darse cuenta de sí mismo y de los demás. Depende de la mente y del proceso consciente. Es muy importante y complejo en los seres humanos. Implica al lenguaje, a la memoria.


¿Se puede hablar de una geografía de la conciencia? Esa sugerencia me gusta mucho. Incluso me la planteé para titular el libro. Si destruyes la parte posterior del tallo cerebral en humanos, destruyes la conciencia. Entras en un estado vegetativo del que quizá nunca te recuperes. Es una parte muy importante del cerebro que genera conciencia. Si pierdes algunas partes del encéfalo, o ciertas partes de la corteza cerebral, como la corteza media posterior, vas a perder la conciencia. Son partes muy importantes para construir el sentimiento de sí mismo, de ser consciente, del Yo autobiográfico.


¿Y de la moral? El avergonzarse, la admiración, o la culpa. Todos se localizan en el córtex prefrontal. Sentimientos como la compasión o la admiración, conectados con el tronco cerebral, producen ese tipo de emociones.

Damasio investiga ahora en la Universidad de California del Sur en Los Ángeles (Estados Unidos) junto con su mujer, Hanna, a la que conoció cuando cursaba sus estudios en Portugal. En el campus de la Universidad se alza, desde 2006, el Instituto del Cerebro y Creatividad (en inglés, Brain and Creativity Institute), donde, armado de la tecnología más sofisticada para visualizar el cerebro en pleno funcionamiento, se intentan ubicar el procesamiento de las emociones y demás funciones. Muchos quisieron ver en el cerebro una computadora húmeda, desde los años de los pioneros de la inteligencia artificial (IA) como Marvin Minsky, en los años cincuenta. Roboticistas como Hans Moravec siguen apostando por máquinas emocionales que superarán algún día al cerebro humano. Para Ressler, la analogía con el ordenador es "limitada, aunque razonable. Hay similitud en cómo almacenamos los recuerdos y cómo se memorizan en una computadora. A nivel molecular, ambos usan un proceso físico". Por supuesto, hay diferencias en la forma en que se comunican las neuronas y cómo piensan los procesadores de silicio. Para el profesor Rubia, "es probable que podamos replicar algún día el cerebro del hombre en una máquina, no hay que ponerle puertas al campo". Pero los obstáculos no son poca cosa: simular las emociones y cómo estas influyen en el pensamiento racional, algo que "aún no conocemos bien", y diseñar una máquina capaz de cambiar sus conexiones con la experiencia, al igual que las redes de neuronas se reorganizan con el tiempo. Damasio, en cambio, se muestra más escéptico. "Si me preguntas si el cerebro hace cálculos, te diré que sí. Pero ¿es como un ordenador digital? No". Ni en su construcción, ni en la forma en que funcionan, asegura. Hay demasiadas diferencias. La prueba definitiva, de inclinarse uno por la inteligencia artificial, sería la construcción de máquinas en el futuro capaces de creer en un dios. Al fin y al cabo, ¿no es la experiencia religiosa una cuestión puramente cerebral?, le pregunto a Damasio.

¿Cómo explicar el hecho de que el 93% de la humanidad tenga alguna creencia? La construcción de las religiones es uno de los actos creativos más importantes de los seres humanos, como respuesta a situaciones de sufrimiento y dolor, para obtener alivio, y para explicar el universo como una creación hermosa. No es sorprendente que haya tanta gente religiosa. Y para un científico es perfectamente posible sentirse de esa manera. El científico acude a la ciencia y tecnología para explicar el mundo, no a la fe. Pero no son cuestiones excluyentes. No se trata de decir que, si eres religioso, es porque no sabes, y por tanto no deberías serlo. Conozco científicos muy buenos y creyentes. Son mundos perfectamente compatibles.


¿Quizá porque la religión y la ciencia son actos creativos del cerebro? Sin duda. Y a pesar de ello es posible convivir con los dos. No digo que crea en ambos. Francis Collins es uno de los líderes del Proyecto Genoma y director de los Institutos Nacionales de la Salud en Estados Unidos. Dirige la agencia federal para la investigación en biotecnología. Trabaja en los genes y es un gran creyente, asiste a misa y escribe libros sobre su vida como genético y creyente en Dios.


Einstein solía decir que los ateos fanáticos son incapaces de oír la música de las esferas. ¿Era alguien emocional? Sí, y practicaba la música, tocaba el violín. Solía explicar que, en su trabajo teórico, cuando se enfrentaba a un problema que necesitaba resolver, lo hacía en términos de éxtasis al sentir si algo era correcto o no. O si algo resultaba hermoso, como una ecuación.


A usted le encanta releer a Shakespeare. ¿Por qué? Era alguien que estaba increíblemente alerta a las emociones e incluso a la conciencia. Es el escritor que proporciona una visión más directa del Yo autobiográfico. En los soliloquios de Hamlet, cuando habla de sí mismo, sus dudas, cómo se enfrenta a la situación de la muerte de su padre y el matrimonio de su madre con su tío, desvela la parte de uno mismo relacionada con tu propia historia, tus felicidades y penas, los hechos que forman parte de tu biografía, dónde naciste, y de quién.


Libertad, libertad

Font: http://www.joanabonet.com/2010/10/libertad-libertad/

La neurociencia, decidida a barrer antiguas supersticiones y rimas pegadizas, plantea a través de un experimento con monos, chips y ordenadores que la noción de libertad es una ilusión, por no decir un invento cultural. ¿No habíamos convenido en que uno de los pocos márgenes del individuo era el de elegir libremente? Dulce o salado, blanco o negro, mar o montaña, ventana o pasillo. Una de las pruebas, llevada a cabo por los profesores Joshua Gold de la Universidad de Pensilvania y Michael Shalden de Washington, y publicada en la Annual Review of Neuroscience, consistió en poner pequeños sensores en la parte responsable del reconocimiento visual del cerebro de unos monos. Se les adiestró para elegir entre dos imágenes, pero una fracción de segundo anterior a que los monos enfocaran una imagen, los ordenadores ya habían leído su mente, antes incluso de que decidieran. No hubo margen de error; los sensores nunca fallaron al predecir su reacción. Estos científicos demostraban que el tan manido y elaborado concepto de la libertad individual o libre albedrío no existe, y que gran parte de nuestras elecciones vienen determinadas por nuestros neurotransmisores. 
Dice Steven Pinker en su celebrado y discutido libro La tabla rasa que su objetivo «no es defender que los genes lo son todo y que la cultura no es nada —nadie cree tal cosa—, sino analizar por qué la postura extrema (la de que la cultura lo es todo) se entiende tan a menudo como moderada, y la postura moderada se ve como extrema». El camino medio entre herencia y cultura es explorado por este psicólogo en un tratado revelador, que a muchos les ha cambiado la forma de mirar el mundo, en el que analiza todo lo que hay de determinismo biológico en el ser humano, tan depauperado por tres mitos: la tabla rasa (la mente carece de características innatas), el buen salvaje (la persona nace buena y la sociedad la corrompe) y el fantasma en la máquina (todos tenemos un alma que toma decisiones al margen de la biología). Pinker asegura que él no quiso que su libro —10.000 ejemplares vendidos en España— fuera uno más entre todos aquellos que se aferran a la naturaleza humana generando grandes polémicas, como si pusieran en duda la evolución. Ni todo está en la genética ni todo es producto del desarrollo ambiental y cultural; la búsqueda de la verdad se halla en el equilibrio entre naturaleza y socialización. Pinker mantiene que hay aspectos de la naturaleza humana —desde la violencia hasta el sexo o las diferencias biológicas entre hombres y mujeres— que no tendrían que avergonzarnos como a absurdos replicantes victorianos que se escandalizaban de su propio cuerpo y muy particularmente de sus calzones y enaguas. Es verdad que muchos de los llamados expertos piensan en público de forma diferente a lo que piensan en privado: «Esto no se puede decir —he oído en infinitas ocasiones— porque se confundiría con un pensamiento incendiario».

Nuestra vasta tradición católica viene sosteniendo que la verdad y la fe debían coexistir, y, más allá de la poética del sentido, nos invita a detectar elementos místicos agazapados en la realidad. A no conformarnos con la descripción desnuda de los hechos, huyendo del materialismo. Muchos agnósticos, por ejemplo, no creen en la inmortalidad pero sí en una energía superior, en ser algo más que una actividad eléctrica y química del cerebro. La neurociencia trasciende las creencias. Despojados de esta última ilusión, este virus tan invasivo llamado inseguridad tendría que amortiguar su relevancia social. Para qué dudar, si a fin de cuentas se trata de manejarse en el arte de encender nuestro veleidoso cerebro.
(La Vanguardia)


Més sobre neuroeducació

Holanda-España VII: Neuro-Educación
http://www.lavanguardia.es/lv24h/20101006/54019186249.html
Xaro Sánchez | 06/10/2010 - 17:03 horas
Xaro Sánchez El libro que no se puede leer, libro artista
"Waiting for "Superman"" es el nuevo documental de la misma factoría que llevó a cabo "An Inconvenient Truth", y pretende movilizar a la sociedad americana de la misma manera que lo hizo el ecomensaje de Al Gore. El sistema educativo americano también está repleto de fallos y de eso va a haber constancia en el documental. Arne Duncan, el Secretario para la Educación del gobierno de Obama, calificaba recientemente a la educación americana como una crisis nacional de salud pública. Les va hacer falta, como a nosotros aquí, comenzar a aplicar medidas de todo tipo y sobre todo aquellas que mejor pueden rendir cuentas a la educación en términos de eficacia. El breve artículo sobre la Educación en América que leí en el The Economist de vuelta de Amsterdam en el avión se unió a dos ideas más que me rondaban: una, el bajo porcentaje de paro juvenil de Holanda y dos, la neuroeducación.

No hay duda de que aprender y enseñar están intrínsecamente unidos con el funcionamiento del cerebro. Es tan obvio que no se entiende por qué durante los últimos años la investigación en educación y en neurociencia se han mantenido separadas, sin puntos de encuentro, sin intercambio de resultados. Se entiende como siempre por la insistencia en mantener territorios profesionales, pero no se puede admitir su incongruencia por más tiempo. Necesitamos saber cómo aprenden los niños y las niñas para enseñar.

Afortunadamente empiezan a haber diferentes grupos pluridisciplinares de trabajo en diferentes países del mundo formados por padres, educadores y neurocientíficos que intuyen "con certeza" que la Neuro-Educación puede aportar una información clave para solucionar algunos problemas del sistema educativo en cualquier parte del mundo. Por que los resultados académicos nefastos no son un problema de unos cuantos gobiernos, si no un problema que parece global.

En USA, la International Mind, Brain, and Education Society o el programa de Neurociencia y Educación de la Organization for Economic Co-operation and Development, la Initiative in Neuro-Education de la Facultad de Educación de la Universidad Johns Hopkins, el programa de neurociencia educativa de la Universidad de Cambridge en Inglaterra, el programa de investigación Mente, Cerebro y Educación de Japón dirigido por Hirokazu Tanaka, o el recientemente fundado programa en neuroeducación de la East Normal University de Shanghai o la organización Europea para la investigación en el aprendizaje (EARLI) que se reunirá en Zurich este mismo año para discutir sobre aprendizaje y cerebro, son algunos ejemplos de iniciativas internacionales para promover la colaboración entre educadores y científicos del cerebro para desarrollar medidas basadas en la evidencia que informen y finalmente consigan transformar las políticas educativas, y por consiguiente aumentar la competencia de los futuros ciudadanos para adaptarse a las necesidades profesionales del siglo XXI.

La neurociencia ya se ha demostrado útil para acercarse a otros problemas sociales, médicos o de cualquier índole aportando el conocimiento básico de cómo el cerebro funciona, interacciona y se desarrolla. Ahora es el turno de la educación. El conocimiento neurocientífico debe salir de los círculos habituales de expertos para aportar soluciones sociales, conocimiento "utilizable". Y aunque es una área relativamente nueva de encuentro que precisa sobre todo para empezar de pulir un lenguaje común, promete crear métodos de enseñanza y programas curriculares mucho más efectivos.

Imagínense la aplicación del conocimiento del aprendizaje multisensorial, de las funciones ejecutivas cerebrales, o los efectos disreguladores del estrés o de los hábitos desadaptativos o el sueño sobre el aprendizaje, o los procesos de percepción, atención, memoria y aprendizaje cerebral, etc sobre la educación desde las primeras etapas de vida. La investigación neurocientífica rigurosa puede trasladarse a la escuela y ser también testada en cuanto a su eficacia creando equipos de investigación conectados o inmersos en la misma escuela.

Este fin de semana me invitaron a dos fiestas de cumpleaños de dos "jóvenes" holandeses respectivamente, una en Oudebildtdijk y otra en Leeuwarden, ambas en la provincia de Friesland. Como es de suponer la mayoría de los asistentes eran jóvenes, tenían entre 22 y 26 años,… todos tenían trabajo!!… y eso que la provincia de Friesland no es precisamente Amsterdam, ni La Haya, ni Utrech,.. ni se encuentra en la zona más rica de Holanda, más bien es una zona rural envuelta por el Mar del Norte, un fuerte viento y por una espléndida naturaleza. Pero en esas dos fiestas de cumpleaños había jóvenes agricultores, un asistente social que trabajaba en una residencia de ancianos, una economista de una fábrica de exportación de semen, una geógrafa y un asesor de empresas de exportación de maquinaria…entre otros, nada especial ni extraordinario más que el hecho de que con menos de 30 años ya trabajaban o lo combinaban con el estudio…

Por los alrededores de Oudebildtdijk, en la provincia de Friesland, al norte de Holanda y tocando al mar de Frisia (Waddenzee en neerlandés, Waadsee en frisón) hay jóvenes con trabajo y padres orgullosos de que sus hijos sean independientes.



Neurocinema

Vegeu HEMEROTECA DE LA VANGUARDIA... (a partir del 4 d'octubre de 2010)


Al cerebro le gusta el cine

Algunas películas consiguen sincronizar con la actividad cerebral del espectador. Un estudio acaba de demostrar que la mente del ser humano siente predilección por determinados formatos y ritmos narrativos.

¿Por qué cuando vamos al cine algunas películas nos atrapan en la butaca? ¿Por qué, en cambio, delante de otras llegamos a quedarnos dormidos al cabo de pocas escenas? La respuesta, como ocurre en muchas cosas de la vida, está en el cerebro.


Un reciente estudio publicado en la revista Psychological Science por el profesor James E. Cutting de la Universidad de Cornell ha establecido un principio báscio: más allá del guión, de la dirección, de los actores, lo que cuenta para la mente, es el ritmo. Con lo que hay películas que, por su peculiar estructura, consiguen conectar con el cerebro mejor que otras.


Los investigadores han examinado 150 largometrajes de éxito entre 1935 y 2005. Para que la selección fuera completa, han elegido entre cinco géneros distintos: acción, aventura, dibujos animados, comedia y drama. A partir de ahí, han estudiado su formato narrativo. La conclusión es que, dentro de este catálogo hay algunas películas que siguen un determinado ritmo al que nuestro cerebro es particularmente receptivo. Dicho de otra manera, ciertos filmes están montados de acuerdo con un movimiento idóneo desde el punto de vista cerebral. Cuando las imágenes y los planos que se suceden en la gran pantalla alcanzan cierta velocidad, el ser humano logra la máxima concentración y absorbe de forma eficiente la cantidad de informacón que se le transmite. Sin entrar en detalles técnicos, hay largometrajes que se aproximan al llamado ruido rosa, una señal que está presente en el universo y que tiene un espectro de frecuencias similar, por ejemplo, a la de los latidos del corazón, del flujo de las mareas, o, cuando se habla de sonidos, al de la música sinfónica o del piano o del órgano. Ahora bien, se da el caso que , a su vez, el cerebro humano no siempre está concentrado al máximo: a los momentos de atención se suceden pausas. Esta oscilación cerebral también sigue esta misma frecuencia. Si la película, por su estructura, se sincroniza con los tiempos de la mente del espectador, entonces se produce la conexión ideal: estamos delante del film perfecto... desde un punto de vista neurológico.


"Me parece una idea interesante", reconoce Susana Martinez-Conde, directora del laboratorio de neurociencia visual del Instituto Neurológico Barrow, en Phoenix, Arizona. "En todo caso, el estudio confirma que el sistema visual es importante y que es sensible a un determinado ritmo. Si la frecuencia es muy rápida, está demostrado que al cerebro humano le cuesta separar y descifrar el contenido del mensaje ya que tiende a verlo como un conjunto. Pero, de la misma manera, si lo que ve es muy lento o excesivamente gradual, entonces es difícil percibir los distintos cambios. Existe un ritmo idóneo de procesamiento visual.", explica. Es lo que ocurre también en el lenguaje oral: existe un ritmo idóneo al que exponer discurso para conseguir transmitir el mensaje al oyente de forma eficaz.


Descubramos ahora cuáles son las películas que más gustan a nuestro cerebro. Según el estudio mencionado, la ganadora es Retorno al futuro, la primera parte de una trilogía de aventuras dirigida por robert Zemeckis justo hace 25 años y protagonizada por un joven Michale J.Fox. También es curioso ver como otras películas bien posicionadas en este ránking son dos entregas de la saga de La guerra de las galaxias de George Lucas. Todas estas películas pertenecen, indirectamente, a la llamada factoria hollywoodiana del director Steven Spielberg y a un determinado período histórico, los años ochenta. ¿Es una mera coincidencia? Los expertos recuerdan que en ese período era difícil hacer cine de autor y es entonces cuando una generación de directores lanza un nuevo género. "En los años ochenta la industria de Hollywood llega a su climax. Encuentra un equilibrio entre lo comercial y estilístico. Francis Ford Coppola, Martin Scorsese, Steven Spielberg, pero también otras figuras como Richard Donner, George Lucas, Robert Zemeckis... forman un grupo de artistas que alcanza la plenitud de su carrera. Ofrecen lo mejor de la llamada industria del entertainment ", explica Enric Pardo, profesor de guiones del Escac de Barcelona.


¿Qué tienen estas películas de especial? "Estos filmes se apoyan en un trabajo de estructura impresionante y, al mismo tiempo, tratan temas clásicos", dice el superprofe de Escac. "Un buen guión siempre tiene que tener un punto de inflexión y, por lo general, en la historia ha de producirse un vuelco. Digamos que en los primeros quince minutos vale todo, pero luego hay que procurar dar al espectador un fuerte agarre emocional. Ahora bien, este tipo de películas cuentan con unos arranques poderosos: la saga de James Bond, el desembarco inicial de los soldados de Salvar al soldado Ryan de Spielberg o los comienzos de Indiana Jones, por poner un ejemplo, siguen esta pauta", añade.

El estudio proporciona otra conclusión interesante: la estructura base de las películas y la edición de las distintas escenas han evolucionado en los últimos setenta años, en el sentido que se han acelerado.  Cutting y su equipo han cronometrado los distintos planos de los diferentes géneros. Los ritmos pausados de los años cuarenta o cincuenta poco tienen que ver, por ejemplo, con el frenesí de Quantum of Solace , la última entrega de James Bond, en el que cada plano tiene una duración de tan sólo 1'7 segundos de promedio.

"Desde 1960 los directores han ido repartiendo la duración de los planos hasta forzar de nuestra atención de forma natural", dice Cutting. En particular, parece haber una clara diferencia, en cuanto a la velocidad de la narración, entre la década de los cincuenta y la de los ochenta. El único autor de la época antigua que parece ser la excepción es Alfred Hitchcock, que ya supo rodar con planos muy rápidos para su tiempo ("para mí el cine son cuatrocientas butacas que llenar", dijo una vez, con cierto cinismo, el maestro del suspense).

"El cine tiene 100 años, antes había que explicar ciertas cosas al espectador, ahora lo tiene bastante asumido. La aparición del videoclip a principios de los ochenta ha contribuido a producir este cambio", recuerda el profe de Escac. "Es innegable que en los últimos años se ha vivido una aceleración, debido también a una clara influencia del formato plublicitario. El ojo humano está más entrenado que en el pasado, por no hablar de las nuevas generaciones, que han crecido a través de la estructura visual de la playstation. Y es cierto que, desde un punto de vista tecnológico, en la actualidad, gracias a la edición digital, mucho más ágil, se puede incrementar la frecuencia de los planos", indica Erika Mannoni, editora que ha participado en la última película de Alejandro González Iñárritu, Biutiful.

Sin embargo, hay que tomarse este estudio con cierta precaución -y, de alguna manera, los mismos autores alertan sobre ello-. Hay películas como El padrino o Ciudadano Kane, que no figuran entre lo más atrayente desde el punto de vista cerebral, aunque nadie discute que son obras maestras. Por no hablar de la ausencia, en esta tabla, del llamado cine de autor: aunque la filmografia de Ingmar Bergman se caracteriza por una extrema lentitud en cada plano -lo que llevaría, según esta tesis, a que el cerebro se distrajera- la calidad de sus peliculas es indiscutible. Y, por otra parte, el cine de Hollywood que sale tan bien parado en el informe, no siempre ha sido de gran calidad (como dijo una vez Michelangelo Antonioni, "Hollywood es como estar en ningún lugar, hablando a nadie sobre nada"). Para Enric Pardo, "la grandeza del cine es que caben muchos tipos de discursos diferentes. Cada historia tiene su formato. Por ejemplo, La guerra de las galaxias no puede contarse con una frecuencia al estilo de Bergman".

Es indudable que vivimos en una época cada vez más acelerada. Y no sólo el cine, sino también otras formas artísticas, como la literatura, parecen haberse adecuado a los nuevos ritmos y formatos -las novelas también han agilizado su estructura-, tal vez para conseguir impactar de forma más o menos consciente en el cerebro y adquirir una mayor capacidad de influencia. Pero este proceso supone, al mismo tiempo, algún que otro inconveniente. "Para mi se está produciendo un daño, porque de esta manera el espectador se vuelve más pasivo, más perezoso, menos crítico y con menor capacidad de reacción. Ahora más que nunca un buen director y editor, con habilidad, pueden llevar al espectador donde ellos quieren y el público puede acabar relamente aturdido", advierte Mannoni. "El cine... ese invento del demonio" (Antonio Machado).


las peliculas más atrayentes para el cerebro:

Retorno al futuro
1985
Robert Zemeckis

La guerra de las galaxias: El imperio contrataca
1980
Irwin Winkler

Los ángeles de Charlie
2000
Joseph MGinty Nichol

La caza del Octubre rojo
1990
John McTiernan

La tormenta perfecta
2000
Wolfang Petersen

La guerra de las galaxias: la venganza de los sith
2005
George Lucas

Rocky IV
1985
Sylvester Stallone

39 escalones
1935
Alfred Hitchcock

Rebelde sin causa
1955
Nicholas Ray
Superman II
1980
Richard Lester
películas poco seductoras para el cerebro

 Escala en Hawai
1955
John Ford

La tentación vive arriba
1955
Billy Wilder

El regreso de la Pantera rosa
1975
Blake Edwards

Las uvas de la ira
1940
John Ford

Scary Movie
2000
Keenen Ivory Wayans

Trampa 22
1970
Mike Nichols

Las minas del rey Salomón
1950
compton Bennett y Andrew Marton

En la cuerda floja
2005
James Mangold


Escrito por Piergiorgio M.Sandri
Fuente: Revista "Estilos de vida" (LA VANGUARDIA)



DE:  http://www.lavaginadeprimida.com/2010/09/al-cerebro-le-gusta-el-cine.html


EN LOS OCHENTA SE RODÓ UN TIPO DE CINE IDEAL PARA LA MENTE HUMANA
Los expertos recuerdan que en ese período era difícil hacer cine de autor y es entonces cuando una generación de directores lanza un nuevo género. "En los años ochenta la industria de Hollywood llega a su clímax. Encuentra un equilibrio entre lo comercial y lo estilístico. Francis Ford Coppola, Martin Scorsese, Steven Spielberg, pero también otras figuras como Richard Donner, George Lucas, Robert Zemeckis… forman un grupo de artistas que alcanza la plenitud de su carrera. Ofrecen lo mejor de la llamada industria del entertainment",explica Enric Pardo, profesor de guiones del Escac de Barcelona. ¿Qué tienen estas películas de especial? "Estos filmes se apoyan en un trabajo de estructura impresionante y, al mismo tiempo, tratan temas clásicos", dice Pardo. "Un buen guión siempre tiene que tener un punto de inflexión y, por lo general, en la historia ha de producirse un vuelco. Digamos que en los primeros quince minutos vale todo, pero luego hay que procurar dar al espectador un fuerte agarre emocional. Ahora bien, este tipo de películas cuentan con unos arranques poderosos: la saga de James Bond, el desembarco inicial de los soldados de Salvar al soldado Ryan de Spielberg, o los comienzos de Indiana Jones, por poner un ejemplo, siguen esta pauta", añade. ...

Cine y Matemáticas

Descubren que las películas han evolucionado en el tiempo para que la duración se sus secuencias se ajusten al patrón de atención humano.

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Las películas cinematográficas se montan a partir se muchas secuencias. Salvo que la película sea una excentricidad sueca, koreana, vietnamita o iraní, de esas que tanto gustan a los críticos y tanto torturan al público, normalmente se trata de mantener la atención de la audiencia administrando convenientemente la duración de esas secuencias. Los humanos somos unos seres que normalmente huimos del aburrimiento y nos podemos cansar de casi todo (incluso de nuestra pareja). Una película con todas las escenas de una duración determinada nos aburriría, independientemente del tiempo de duración de las escenas o de la propia película.

Pues bien, James Cutting y su equipo de la Universidad de Cornell (Ithaca, Nueva York) han descubierto que el cine de Hollywood sigue una estadística que encaja cada vez mejor con nuestra capacidad de mantener la atención. Aunque, naturalmente, los directores, productores y montadores no son conscientes de ello, el cine sigue una ley matemática en este aspecto.

En el estudio analizaron 150 películas estrenadas entre 1935 y 2005, tanto dramáticas, como comedias, como de acción, midiendo la duración de sus secuencias (un trabajo un tanto laborioso). El patrón que encontraron seguía el mismo que controla la atención humana y que fue descubierto en los años noventa en la Universidad de Texas gracias a cientos de pruebas con unos voluntarios: el ruido rosa.

El análisis matemático se hizo echando mano de la transformada de Fourier que permite obtener el espectro de frecuencias de fenómenos oscilatorios. Comprobaron que la intensidad de las “ondas” aumentaba según decrecía su frecuencia, un patrón conocido como ruido rosa o fluctuaciones 1/f. Es el mismo patrón que, por ejemplo, Benoit Mandelbrot (el del conjunto homónimo) encontró en las inundaciones anuales del Nilo (antes de que la presa de Asuán las anulara y destruyera con ello la fertilidad de las tierras que antes anegaba). También se usa en música como señal de prueba en mediciones acústicas. El espectro del ruido rosa es semejante al espectro medio acumulado de la música sinfónica o de instrumentos armónicos como el piano o el órgano. También aparece en procesos físicos turbulentos. Se llama ruido rosa por una analogía con la luz, pues la luz blanca estaría enriquecida con rojos (frecuencias bajas) si se comportara como este tipo de ruido, y aparecería entonces de color rosa.
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Comparativa matemática entre distintas películas. Fuente: Attention and the Evolution of Hollywood Film; James E. Cutting, Jordan E. DeLong and Christine E. Nothelfer, Psychological Science published online 5 February 2010.

Lo más interesante es que encontraron que las películas han evolucionado en el tiempo y cada vez se ajustan más al ruido rosa 1/f. Cutting creer que la obediencia de las películas a ley 1/f se debe a que resuenan con el ritmo y duración de la atención humana. Asumido esto inconscientemente por los profesionales del medio, se impondría esta ley tanto al filmar como en la sala de montaje para así tener más audiencia.
Aunque películas de acción como “La jungla de cristal II” siguen la ley 1/f bastante bien, admirablemente lo rosa y lo negro no parecen relacionarse bien, ya que la excepción son precisamente las películas de cine negro, que generalmente no obedecen esta ley 1/f, y cuyas secuencias siguen más bien un patrón aleatorio. Por otro lado, una película en las antípodas (de temática y probablemente de calidad cinematográfica) como “Star Wars Episodio III” sigue la ley 1/f casi a la perfección. Quizás, al final, puede que los críticos tengan algo de razón, aunque una película iraní siga siendo una tortura para muchos.

Copyleft:  http://neofronteras.com/?p=3017

Fuentes y referencias:

Copia artículo original (en pdf).

Foto de cabecera: cartel de la película “Los sobornados”, Columbia Pictures.


"Creamos la realidad con nuestros pensamientos”

FONT : http://www.magazinedigital.com/reportajes/los_reportajes_de_la_semana/reportaje/cnt_id/5042
12/09/2010


ENTREVISTA A Joe Dispenza

Texto de Elisabet Bonshoms
Fotos de Xavier Cervera

Joe Dispenza experimentó en sí mismo las posibilidades de la mente para influir sobre el físico, tras sufrir un grave accidente a los 24 años. Durante décadas se ha dedicado a estudiar lo que se denomina neuroplasticidad, o capacidad del cerebro para modificar los circuitos que conectan las neuronas. Algo que permite cambiar lo que no gusta de uno mismo y mejorar como personas
Joe Dispenza estudió Bioquímica en la Universidad de New Brunswick (Nueva Jersey) y es doctor en Quiropráctica por la Life University de Atlanta (Georgia). Llena salas de conferencias en Estados y Unidos y Europa explicando de forma sencilla cómo cambiar. Cómo los pensamientos provocan reacciones químicas que influyen directamente en la salud y crean una realidad propia. Lleva décadas estudiando la neuroplasticidad, esa capacidad que tiene el cerebro de adaptarse a los cambios y modificar los circuitos que conectan todas las neuronas.


Él es un ejemplo vivo de su propio cambio. A los 24 años sufrió un grave accidente que afectó a sus vértebras dorsales. Le vaticinaron que se quedaría toda la vida en una silla de ruedas. Pero decidió no operarse y experimentar, en cambio, la capacidad de regeneración de su propio cuerpo. Coautor del filme récord de taquillas Y tú qué sabes, que trata sobre el poder de elegir, en junio ofreció un taller en la Universidad de Barcelona basado en su libro Desarrolla tu cerebro.

Alguien discute con su pareja y termina con un: “Soy así, no puedo cambiar”. ¿Qué le diría usted?

Que no es verdad. Se producen una serie de reacciones químicas en el cuerpo que hacen creer que no se puede cambiar, pero la evidencia de la ciencia dice todo lo contrario. Hay que olvidar la idea de que el cerebro es un órgano estático, rígido e inmutable. Sí, podemos cambiar.

¿Cómo? Cambiando de pensamiento. El interruptor que activa el cambio es la voluntad, porque desencadenará una nueva información. Cambiar es pensar de forma más amplia, trascender tu propio entorno. Es conectarte a un sueño, a una idea que ya existe en el campo cuántico de posibilidades. Es creer en ese futuro cuando todavía no se puede percibir con los sentidos.

¿Por qué es tan difícil cambiar?
Porque las reacciones emocionales son muy adictivas. Puedes decirte a ti mismo que no te gusta tu trabajo ni tu relación de pareja, que no te gusta nada de lo que haces y tienes en tu vida. Pero eso es una emoción que la mente ha memorizado para reafirmar su identidad. Esas reacciones químicas alteran nuestra percepción de la realidad e impiden la entrada de cualquier otro tipo de información en nuestro cerebro. Para cambiar hay que romper esa emoción.

Pero no es nada fácil cambiar los pensamientos.

Lo primero que hay que hacer es observarlos y relacionarlos con lo que te pasa en la vida. Así uno empieza a ver reflejados en su cotidianidad los efectos que ha creado con cada uno de sus ­pensamientos.

¿Por qué da miedo cambiar?

Porque eso supone pasar de una situación cómoda y predecible a otra desconocida. La mayoría de las personas sueñan con emprender cosas nuevas, pero no pasan a la acción, se quedan en el plano intelectual. ¿Cómo podemos realizar estos proyectos si seguimos apegados a lo familiar y convivimos con esta vieja personalidad? Para experimentar algo nuevo tenemos que arriesgar, dejar el territorio de lo predecible y entrar en el terreno de la incertidumbre.

¿Qué se debe cambiar para crear una nueva vida?

Hay que cambiar no sólo lo que se piensa y se hace sino también cómo se siente. Uno no puede esperar que pase algo diferente en su vida si tiene los mismos pensamientos, hace las mismas cosas y abraza las mismas emociones cada día. Si somos capaces de cambiar la interpretación de nuestra realidad, nuestro cerebro trabajará con nuevas secuencias y patrones. Y eso es lo que cambia la mente, porque la mente es el cerebro en acción.

¿La neurociencia puede demostrar que los pensamientos crean el camino?

El modelo neurocientífico dice que podemos cambiar en cualquier momento de nuestra vida. Cambiaremos nuestro cerebro con cada nuevo pensamiento, con cada nueva experiencia, con cada sueño que persigamos. El ingrediente principal es la información, el conocimiento. Cada vez que aprendemos algo nuevo añadimos una nueva conexión en nuestro cerebro.

¿Cómo se puede enseñar a los hijos a no ser personas definitivas, a vivir en el cambio?

Lo primero es enseñarles inteligencia emocional, enseñarles a controlar las emociones y decirles que las emociones son lo que nosotros somos.

En segundo lugar no hay que enseñarles nada que nosotros no seamos capaces de hacer. Los niños se fijan más en lo que hacemos que en lo que decimos porque tienen más activas un tipo de neuronas llamadas neuronas espejo, que copian lo que hacemos. Si quieres que estén de acuerdo con el cambio, demuéstrales lo versátil que eres, y así serán independientes.

En tercer lugar, no se debe intentar razonar con los hijos durante una reacción emocional porque te van a dejar solo. Hay que permitirles la libertad de tener esa reacción y hacerles saber que se les está observando. Al cabo de un rato se les debe hablar sobre lo que uno quiere cambiar de sí mismo y crear el entorno para que ellos empiecen a observar quiénes son, sin juzgarlos. Y preguntarles qué harían diferente si vivieran de nuevo la misma experiencia. De esa forma se empieza a cambiar su cerebro y su cuerpo mucho más allá de la experiencia presente. Y se les da confianza para que empiecen a abrirse a su propio potencial.

¿En cada momento se vive lo que uno ha creado con sus pensamientos?

Sí. Sin duda. Somos los creadores de nuestras realidades. El problema es que la mayor parte del tiempo son nuestros pensamientos inconscientes los que crean esa realidad. Son programas que funcionan justo debajo de nuestra conciencia y que memorizan comportamientos, pensamientos y reacciones emocionales. Estos son los que crean esa química que nos hace reaccionar siempre de la misma manera.

Pero nadie quiere vivir una enfermedad o un accidente, por ejemplo.

Uno mismo no crea ese accidente o esa enfermedad de forma consciente, pero quizás ha estado pensando inconscientemente cuán terrible es su vida, cuánto está sufriendo, lo triste que se siente, cuánto dolor tiene dentro… Ha creado, en su subconsciente, un refuerzo de las emociones de dolor y sufrimiento, y eso se refleja fuera, en su vida, en un accidente o enfermedad. Hay algo importante: nunca debemos culparnos por nuestras creaciones, todo es aprendizaje.

La clave es cambiar el propio estado emocional…
Las emociones son experiencias que el cuerpo memoriza. Si una persona está viviendo con las mismas emociones cada día, es que no le está ocurriendo nada nuevo. El cuerpo cree que está en la misma experiencia todo el día. La redundancia de este ciclo entrena al cuerpo para estar en el pasado en vez de en el momento presente, y la persona, con sus pensamientos, vuelve consistentemente al pasado porque su emoción está conectada al pasado. Cuando una persona quiere cambiar intenta pensar en un futuro, pero las emociones le devuelven al pasado. Por eso es tan importante cambiar nuestro estado emocional.

¿Las enfermedades, las crisis, las pérdidas hay que verlas como un trampolín para cambiar?

Esos traumas, esas crisis, son, efectivamente, catalizadores del cambio. Una gran mayoría de las personas requiere de un estado de sufrimiento para decidirse a cambiar. Pero también podemos cambiar desde un estado de bienestar y de alegría mediante el proceso de soñar una nueva vida. No es cierto que nuestro destino se encuentre escrito en los genes.

¿Cuál es el mayor factor desen­cadenante de las enfermedades?

Entre un 75% y 90% de los occidentales acude al médico debido al estrés emocional. Emociones que se esconden detrás del estrés y que tienen que ver con el enfado, la frustración, el odio, el juicio, el dolor, el sufrimiento, la culpa, la desesperanza, el miedo, la ansiedad, la falta de poder, la inseguridad… Si estás ante un reto, tu cuerpo crea un montón de reacciones químicas para movilizar esa energía. Esencialmente, los pensamientos y las emociones pueden hacernos enfermar, pero si nos hacen enfermar también nos pueden sanar.

Los humanos saben que quieren cambiar, pero la mayoría de las veces no tienen la evidencia de lo que quieren ser o hacer.

Es cierto. Cuando no sabes qué quieres ser o hacer, primero debes decidir quién no quieres volver a ser, de qué modo no quieres volver a pensar jamás, cómo no quieres sentirte y cómo no quieres actuar. Tienes que empezar a crear y reinventarte a ti mismo, romper el hábito de ese yo antiguo y reaprender. El pensamiento positivo no es suficiente, hay que entrar dentro de uno mismo y empezar a deconstruir.

Usted tuvo un accidente muy grave de joven, y los médicos le dijeron que no volvería a andar. ¿Por qué creó ese accidente y cómo lo superó?

A mis 24 años vivía una vida de éxito y bienestar que yo creía que era completa. El accidente fue probablemente una de las mayores bendiciones de mi vida, porque me llevó a cuestionar mis valores y a empezar a pensar en mis prioridades. Cuando te rompes seis vértebras dorsales y tienes fragmentos óseos en la médula y cuatro médicos te dicen que nunca más vas a volver a andar, no vuelves a vivir una vida normal. Llegué a comprender principios universales que me parecían pura teoría filosófica. Me aconsejaron que me operara, pero decidí no hacerlo y experimentar, en cambio, lo que sentía, ser coherente con mi pensamiento. Pensé que el poder que hizo el cuerpo cura el cuerpo, base de la filosofía quiropráctica. Hay una inteligencia en cada ser humano que nos da vida, y conecté con esa inteligencia durante todo el tiempo, sin hacer nada más que dedicarme a mi curación. No podía imaginar mi vida con hierros en la espalda y viviendo de medicinas. Quería dar a esa inteligencia un plan muy específico y que ella hiciera lo mejor para mí. Los átomos son nada en un 99,999 por ciento, nada material, pero lo son todo en potencia. Esa inteligencia organiza todo eso. Cuando empecé a notar cambios en mi cuerpo, físicamente, presté mucha atención a lo que hacía con mi cuerpo y con mi mente y lo repetí y repetí hasta que la repetición de ese ciclo empezó a sanar mi cuerpo.

¿La repetición es la base para crear cualquier realidad más elevada?

La grandeza es creer en ese futuro que existe más allá de nuestros sentidos y mantenerlo vivo en nuestra mente hasta que el evento realmente sucede. ¡No creamos las cosas porque no creemos que seamos capaces de hacerlo! Las personas no comprenden que los pensamientos producen grandes efectos en sus vidas. Quizás tengan algunos pensamientos conectados a un estado elevado de emoción, ¡pero sólo durante 15 minutos al día! Y se preguntan: “¿Cómo no ha sucedido el cambio todavía?”. Es porque las otras 23 horas y 45 minutos, su mente está vagando por todas partes: están enfadadas, negativas, juzgando. Para actuar sobre la realidad tenemos que alcanzar estados más elevados de conciencia y dejar entrar emociones nutritivas, como la gratitud, la alegría, la apreciación de las cosas. La dificultad reside en cómo llegar a ese punto, porque la mente analítica dirá: “¿Por qué voy a dar las gracias o estar alegre si no me ha pasado todavía?”. Eso es el antiguo modelo de pensamiento. Muchas personas, secretamente, creen en su propio poder, pero nunca hacen un hueco para saber realmente qué quieren.

¿Tiene mucho que ver la meditación en este proceso?

La meditación es el primer paso para producir cambios. Es una técnica que enseña a observar los pensamientos y aquietar la mente. Te lleva a saber dónde estás y a cambiarte a ti mismo, porque cambia la relación entre la mente y el cuerpo. En ese estado del ser donde sólo hay conciencia estamos produciendo un campo electromagnético que afecta a ese cambio. Después de meditar es imposible tener mal humor.

¿Qué efecto produce el silencio mental en las células?

El lóbulo frontal del cerebro (lo que denominamos tercer ojo) es la última pieza de nuestro sistema neurológico. Cuando nuestra parte divina controla nuestra parte animal, el cerebro cambia fisiológicamente. En experimentos con monjes budistas rezando se ha comprobado cómo el lóbulo frontal aísla ese control animal y, en consecuencia, silencia el resto del cerebro, enfría las células cerebrales que tienen que ver con el tiempo y el espacio, con el cuerpo y con nuestra identidad. Entonces no se procesa nada más. A eso lo llamamos paz. A través del silencio pasamos de ser alguien con opiniones o juicios a un campo cuántico donde somos no alguien. Ahora la mayor parte de la humanidad está preparada para alcanzar ese campo.

Si el mundo es un reflejo de lo que sucede a las personas, ¿se podría decir que el ser humano está viviendo una revolución celular?

Estamos en un tiempo en la historia donde el cambio tiene que ocurrir. Pero para hacer que algo nuevo ocurra, lo viejo tiene que morir. Muchos paradigmas están colapsados: los modelos político, médico, económico, medioambiental… El ser humano debe empezar a hacerse preguntas más importantes y dejar de creer en superestructuras… Es tiempo para los individuos.

¿A qué se debe la falta de liderazgo de los políticos? ¿Están perpetuando viejas estructuras?

Las emociones que la mayoría de nosotros tenemos y que crean esas situaciones de egoísmo que hemos comentado, desafortunadamente, son las mismas que tienen nuestros líderes. No puedes dar la paz en una iglesia y salir pisando a los demás al salir porque tienes prisa. Esa es una típica oposición entre el cuerpo y la mente, no hay coherencia entre lo que dices, lo que haces y lo que piensas.

Si existe una mente común, una red de pensamiento a la que toda la gente está unida, ¿con qué pensamientos se podrían crear nuevos líderes?

La sustancia que unifica las células y el universo entero es el amor. En una neurona se puede observar cómo una cierta cantidad de esa sustancia desconecta los patrones antiguos de pensamiento. Se da cuando empezamos a tomar decisiones que consideran al todo. Primero hay que sentir amor por uno mismo y, en consecuencia, amamos todo lo demás. Si no nos gustan ciertas cosas, debemos eliminarlas antes en nosotros.

¿Es posible que la actual crisis se materializara porque muchas mentes la crearon con sus pensamientos?

Como científico, le digo que sí, ¡evidentemente! La crisis ha estado en la mente de todas esas personas.

¿Cómo será el cerebro de un hombre consciente?Tendrá muchas más conexiones sinápticas, las que comunican entre sí la información que contienen las neuronas. Veremos el cerebro trabajando en una forma de pensamiento más coherente, con transmisiones neurológicas mucho más rápidas. El lóbulo frontal estará completamente conectado con el subconsciente, y tendremos neurotransmisores secuenciados desde la glándula pineal, que mejorarán nuestra percepción de la realidad. Quizás algunas personas estén a las puertas de un cambio de potencial de su cerebro. Lo único que sé es que no puedes esperar a que el cambio se produzca. Tienes que actuar sobre él. Dios no te elige, tú te eliges.

UNA VISIÓ CRÍTICA DE JOE DISPENZA I L'ESCOLA RAMTHA DE LA IL·LUMINACIÓ


http://cerebrodarwin.blogspot.com/2008/01/el-timo-de-la-escuela-de-iluminacin.html
http://es.wikipedia.org/wiki/Judy_Zebra_Knight


Cambiar el cerebro para cambiar el mundo




REDES 24-04-2010
Estamos programados, más que cualquier otro animal, para cambiar, para aprender y para dejar que nuestro entorno moldee el sustrato de nuestros pensamientos: el cerebro. Si queremos mejorar nuestro comportamiento con los demás y con nuestro entorno natural habrá que trabajar en ello desde los primeros años, como hacemos para aprender a hablar o a tocar un instrumento. En Redes, escuchamos las propuestas de Richard Davidson, neuropsicólogo de la Universidad de Wisconsin-Madison, para mejorar la educación. Con el psicólogo Daniel Goleman, también descubriremos cómo consumir en el futuro para ser unos mejores huéspedes de este planeta.



“Con los años ves que no puedes transformar el mundo, pero sí la mente”

Eduard Punset: Con los años ves que no puedes transformar el mundo, pero sí la menteEntrevista a Eduard Punset publicada el pasado domingo 1 de agosto enLa Vanguardia. El divulgador destaca en este artículo algunas de las principales ideas de su último libro, El viaje al poder de la mente y habla de su éxito de ventas.



Destacado:


Los maestros tendrán que aceptar, y ya lo aceptan, que los niños y ellos tienen que aprender
a gestionar la diversidad característica del mundo globalizado. El segundo consenso es aprender a gestionar lo que esa gente tan dispar tiene de común, que son las emociones básicas y universales: la ira, la rabia, el odio, la tristeza, el rencor...


La historia de la evolución prácticamente ha transcurrido sin consciencia. son procesos
cognitivos muy sofisticados, que eran el fruto de intuiciones. Lo primero era descubrir que podía haber una toma de decisiones, fruto del insconciente milenario, por lo tanto era muy bestia prescindir de la atención emocional. ¿Por qué a mis nietas, por ejemplo, no les enseñan a distinguir entre ansiedad y miedo?




Recuperamos una vieja verdad de las pocas que se sostienen de pie: lo que no hagas de los 4 a los 9 años es tiempo perdido. En un experimento de la Universidad de Columbia se vio que los niños y niñas capaces de controlar sus instintos básicos, al llegar a la adolescencia y edad adulta abordaban con mayor acierto los problemas de drogodependencia, violencia, falta de altruismo, compasión, etcétera. Por eso defendemos el aprendizaje social y emocional.
La manera más barata de transformar la sociedad es educando a los niños de 4 a 9 años en
las nuevas aptitudes que les permitirán gestionar sus emociones.


Muchos de los fanatismos son el subproducto de un entorno corrupto, dogmático, en la edad
más tierna. Este es otro de los grandes descubrimientos, y creo que por eso hay un optimismo
relativo en medio de ese pesimismo que lo invade todo.


Lo que hemos descubierto, nuestra incapacidad para cambiar de opinión o para desenchufar de
un entorno emotivo, no es lo que esperábamos. Los neurólogos y psicólogos saben que actuamos
no en función de lo que vemos sino de lo que pensamos que vemos,de nuestras convicciones.


Una decisión tomada en un ambiente emocional tiene mayor relevancia que la misma decisión tomada fríamente.
A menudo les digo a mis amigos que estamos montados en un planeta que va a 250 kilómetros por segundo y que ni Dios tiene domicilio fijo.
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"Al niño se le hace creer que sus deseos son sus derechos"

Null


Jorge Barudy, neuropsiquiatra, psiquiatra infantil y terapeuta familiar

IMA SANCHÍS -  LA CONTRA - LA VANGUARDIA - 16/07/2010

Tengo 61 años. Nací en Chile y vivo en Vilanova i la Geltrú. Estoy casado por segunda vez, tengo tres hijos de mi primer matrimonio y una niña adoptada que tiene 5 años: lo más placentero de mi vida es educarla y estar con ella. Soy de izquierdas y agnóstico o era médico rural. Después de una experiencia de cárcel Y y de tortura en Chile, llegué como refugiado político a Bélgica en 1975 gracias a AI. Y allí estudió Psiquiatría. Fue una manera de reconstruirme. Me especialicé en los traumas provocados por la violencia política y por el entorno familiar.

Los malos tratos en la infancia, dice su currículum.

Más bien los buenos tratos. Considero que los malos tratos son una excepción; la mayoría intenta tratar bien a sus hijos, lo que pasa es que ser madre o padre es un desafío.

¿Cuál es el mayor de los desafíos?

Poder aportar a los niños de forma continua cuidados y estímulos para su desarrollo, afectividad, educación; y ayudarles a integrar una imagen de sí mismos contributiva y positiva que les permita ser seres sociales.

Ahora está de moda hacer de los niños ciudadanos en lugar de personas.

Sin duda los modelos de crianza están muy influenciados por la cultura dominante del momento. Y hay una confusión entre derecho de los niños y libre albedrío.

¿A qué se refiere?

Ahora se fomenta el deseo en el niño desde muy pequeño porque el modelo de mercado necesita consumidores. Al niño se le hace creer que sus deseos son sus derechos, que desear es un valor fundamental.

Perverso.

Sí, se le fomenta el tenerlo todo y ser diferente al mismo tiempo, el resultado es lo que vemos a nuestro alrededor: niños, adolescentes y jóvenes muy egocéntricos que, en general, no respetan la autoridad.

¿Cómo ejercer la autoridad?

La autoridad se gana si uno tiene la capacidad de decir no sin miedo, sabiendo que es bueno para el niño restringir algunas libertades en un momento determinado.

¿Debemos leer muchos libros de psicología para ser buenos padres?

Los modelos de parentalidad se adquieren viviendo, los adquieres de tus padres.

Entonces repetimos y no avanzamos.

Hay elementos del modelo de tus padres que tú interiorizas pero que afortunadamente vas recreando y comparando con la familia del vecino, de tus amigos o con lo que lees. Así vas creando tu propio modelo.

Eso parece más interesante.

Si vives en un sistema muy cerrado, no tienes posibilidad de comparar y el riesgo de repetición es grande; pero si tienes la posibilidad de vivir en un sistema más abierto, puedes decir: "Esto no es lo que yo quiero".

Resiliencia.

Sí, que emerge de vivir experiencias alternativas, nuevos modelos de identificación. He tenido niños de 5 años en mi consulta que me han dicho: "Yo no quiero ser como mi papá". No todos los hijos de padres incompetentes repiten la incompetencia.

Ese era uno de los absurdos de la psicología: condenar a los hijos que han sido maltratados a ser maltratadores.

Sí, uno de tantos absurdos que yo he denunciado. El 40% de las teorías psicológicas son creencias transformadas en paradigma.

¿Qué más debemos saber los padres?

Que las capacidades fundamentales para ser padre o madre competentes son el apego y la empatía. La investigación en neurociencia muestra que la carencia afectiva y el estrés en la primera infancia provocan una desorganización del cerebro emocional o una atrofia que hace que se reduzcan las capacidades de ser empático.


Por mucho que lo digan los neurólogos, me rebela asumir que a partir de los tres años las cosas no tengan remedio.

Las carencias afectivas y el estrés provocan daños, pero tiene usted algo de razón en que no hay que negar la esperanza, porque el cerebro tiene una plasticidad estructural maravillosa, y yo soy testigo de ello.

También hay mucho niño malcriado.

El buen consumidor tiene poco control de la frustración. Es muy curioso ver a niños que ante un capricho dicen: "¡Es que lo necesito!", han interiorizado que es una necesidad y, a menudo, los padres ceden porque la presión es enorme y tienen poco tiempo para modular el conflicto, ya que el sistema impone que todo sea rápido y eficaz.

Nosotros somos el sistema.

Otro de los valores básicos es el hedonismo, con lo cual, esa parte poco divertida de educar la vivimos mal, incluso como culpa.

¿Presencia y coherencia?

... Y modelos de crianza, hay que abrirse al diálogo con otras madres y padres y con buenos profesionales. No puedes ser un buen padre si no confías en una red social. Otra pauta importante pero difícil es saber que lo que no hacemos bien con nuestros hijos tiene mucho que ver con lo que nuestros padres no hicieron bien con nosotros, y eso nos da la oportunidad de corregirlo.

¿Por qué cree que hay tantos niños con déficit de atención?

Se diagnostica en exceso. El déficit atencional es la manifestación de una mente desorganizada que puede ser por estrés, por carencias afectivas o por exceso de estimulación afectiva, que quiere decir darle al niño todo lo que quiere. De todos los casos diagnosticados, se estima que sólo un 8% tiene que ver con una carga genética.


¿La manera en que tu hijo se comportará en la adolescencia es una lotería?

No, detrás de un adolescente constructivo y feliz hay unos padres que se lo han currado, han estado presentes y han educado.




El desafío

Fue uno de los 80.000 torturados por Pinochet. Cuando se exilió a Bélgica fundó la ONG EXIL, para la atención médicopsicosocial de las víctimas de violaciones de derechos humanos, y el Instituto de Formación e Investigación sobre la Violencia (IFIV), pero la mayor parte de su bibliografía está dedicada a la infancia. Su último título, Los desafíos invisibles de ser madre o padre (Ed. Gedisa), analiza las competencias parentales, la capacidad de apegarse y empatizar. En su consulta trabaja los problemas del niño conjuntamente con los padres, "porque la neurociencia nos ha enseñado que los desajustes infantiles tienen que ver con su interacción con su entorno: su padre, su madre, el colegio...".


Neurodidàctica segons Anna Forès i Marta Ligoiz

Fuente: http://emisionnatural.com/index.php?option=com_content&task=view&id=264&Itemid=71

 Neurodidáctica, aprendiendo desde, en y para la vida.Neurodidáctica, aprendiendo desde, en y para la vida.


Neurodidáctica, aprendiendo desde, en y para la vida. Alguien dijo: “educar es mostrar que es posible”. Anna Forés y Marta Ligioiz nos hablan de nuestro mar de posibilidades, de sustituir la rigidez por la plasticidad,  apostar por los cambios,  replantearse lo aprendido para reconsiderar hacia dónde queremos dirigirnos. Juntas han escrito un libro que nos habla de nuestro laberinto personal y de cómo disfrutar con él, por medio de la Neurodidáctica. Comparten con nosotros experiencia: la información al servicio del conocimiento, para  caminar juntos construyendo armonía en la época que nos ha tocado vivir. Dirigirnos hacia la re-unión en un marco cooperativo, que nos invita a unir lo mejor del conocimiento de cada uno.

Fecha de Emisión:  13/04/2009


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Educació, cervell i aprenentatge segons Nolasc Acarin i Ignacio Morgado

Font:  http://www.edu21.cat/ca/activitats/tribunes/35

Consideracions per aquells que es dediquen a la tasca educativa:


* Per tal d’optimitzar la capacitat d’aprenentatge del nostre cervell cal evitar elements de toxicitat, s’ha de procurar dormir el suficient perquè en la fase REM del son es puguin consolidar els aprenentatges adquirits i fer la “neteja” dels improductius.
* Practicar la memòria rutinària també és quelcom necessari per fomentar la capacitat d’emmagatzematge cerebral.
* L’aprenentatge ha de vincular-se a l’activitat de resposta de l’estudiant; no pot basar-se en escenaris purament passius. El cervell aprèn actuant, provant, responent.
* L’esforç, la constància i la insistència resulten fonamentals per consolidar els aprenentatges. També resulten necessaris per poder mantenir una certa pressió i durant un determinat temps perquè puguin assentar-se solidificar-se els aprenentatges. La dinàmica per aprendre hauria d’actuar com una espècie d’addicció per l’aprenent; com una necessitat creada i sentida.
* La millor manera d’aprendre és ensenyar. Quan hom s’ha de plantejar transmetre a un altre un coneixement, el procés cerebral de preparació i de transmissió d’aquest coneixement l’obliga a aprendre’l de forma molt més comprensiva, personalitzada i aprofundida.
* No podem diferenciar el cervell racional de l’emocional. Cap decisió es pot prendre negant algun dels dos components. Per això els aprenentatges més rellevants són els que es vinculen als processos emotius. Si no hi ha emoció no hi ha capacitat de memòria comprensiva, significativa. Emoció i aprenentatge es troben intrínsecament relacionats. Per això qualsevol proposta d’aprenentatge ha de contemplar un adequat abordatge des de l’educació emocional.
* La plasticitat del cervell humà no tanca les portes mai a seguir aprenent i a millorar les nostres capacitats cerebrals. No hi ha, doncs, alumnes que no puguin aprendre més i millor del que ara ho fan. Per això la responsabilitat de l’educació és enorme en l’oferiment d’oportunitats d’aprenentatge a tots els nois i noies amb independència de les seves aptituds, nivells de maduració i la resta de diversitats pròpies del col·lectiu humà.


Materials


Intervencions dels ponents en audio ***
Educació, cervell i aprenentatge (resum tribuna)
Nota de premsa de la tribuna
"Per estudiar i aprendre, una mica d'estrès és bo" 

Aprender sin estrés




Font: http://www.lavanguardia.es/premium/epaper/20100711/53961357785.html

LA VANGUARDIA, 11-7-2010
 
Cristina Sánchez Miret - socióloga

Ahora es época de cuadernos de vacaciones y ejercicios o clases de repaso - y de muchas otras cosas, lo sé-.Algunos necesitan intentar aprender aquello que no han podido aprender a lo largo del año escolar. Otros los usan como medida preventiva voluntaria y/ o sugerida/ obligada por padres y educadores para que al empezar en septiembre el nuevo curso no se hayan olvidado de lo que aprendieron el curso anterior o, incluso, de lo del primer año de escuela.

La situación es - incluso para la mayoría de aquellos que piensan que en su caso es precisamente lo contrario-tan tediosa, poco motivadora y estresante como la misma frase con la que la he descrito. Hemos aprendido bien - al menos a nivel de discurso-que la letra con sangre no entra, pero en cambio seguimos actuando en un contexto que no facilita un entorno relajado y positivo para el aprendizaje. Ya sé que en estos últimos tiempos puede parecer lo contrario, pero no es así; ni por mucho que ahora - supuestamente-se aprenda jugando.

Aprendemos con tensión, reprobación, mensajes continuos de lo que no sabemos y de lo que hacemos mal que se graban en nuestro cerebro y que nos ponen barreras invisibles con creencias distorsionadas sobre nuestras capacidades. Límites que nos van a acompañar a lo largo de toda nuestra vida y en cualquier contexto, tema o situación de aprendizaje. No es solamente una cuestión de ser pequeños o de ir a la escuela.

Machacamos las habilidades en vez de dejarlas aflorar, alimentarlas o entrenarlas. Así nos va.
A los que llegamos - y no me refiero sólo como alumnos-y a los que no llegan a la universidad. A los que triunfan y a los que no, a los que dicen que son felices y a los que no… A cualquiera.

Lo peor y lo mejor - sí, a la vez-del caso es que podemos cambiarlo, porque es muy fácil hacerlo y muy barato. Sólo hace falta que seamos conscientes de la situación y que empecemos a utilizar - especialmente los padres y profesores-las herramientas probadas y contrastadas que existen para ello.

Es más importante aprender sin estrés que no aprender cosas, incluso matemáticas. De hecho, cuanto más relajados más matemáticas aprendemos.

Neurociencias y educación. Necesidad de un giro naturalista

http://www.divulgauned.es/spip.php?article57

No ha habido una conexión sistemática entre los avances en neurología y los sistemas educativos. ¿Por qué no se ha dado esa aplicación de las neurociencias? ¿Qué pueden aportar las neurociencias a la educación?


1ro de febrero de 2010

Los descubrimientos del siglo XX en física o biología han tenido un gran impacto en importantes sectores de la tecnología. Nuestra relación con el mundo ha sido transformada por los conocimientos que tenemos sobre el átomo o sobre las moléculas de ADN. ¿Qué ha ocurrido con los conocimientos aportados por las neurociencias en las últimas décadas? Han sido, por ejemplo, aplicados a la medicina. Patologías mentales como la depresión pueden ser tratadas mediante fármacos que actúan sobre los neurotransmisores, sustancias que posibilitan las sinapsis neuronales. Sin embargo, y aunque resulte paradójico, los estudios del cerebro apenas han sido aplicados a la mejora del sistema educativo.
No ha habido una conexión sistemática entre los avances en neurología y los sistemas educativos. ¿Por qué no se ha dado esa aplicación de las neurociencias? ¿Qué pueden aportar las neurociencias a la educación?
La Investigadora de la Royal Society Dorothy Hodgkin, en el Instituto de Neurociencia Cognitiva del University College de Londres, Sarah-Jayne Blakemore, y la profesora de Desarrollo Cognitivo y directora del Instituto de Neurociencia Cognitiva del University College de Londres, Uta Frith, publicaron en 2005 el libro The Learning Brain. Lessons for Education. En enero de 2007 fue traducido al castellano por la editorial Ariel bajo el título Cómo aprende el cerebro. Las claves para la educación. Este libro puede generar una interacción sistemática entre neurocientíficos y educadores. Quizás sea un libro que provoque un giro naturalista en la psicopedagogía y la orientación educativa. Es un texto que, además de estar basado en rigurosas investigaciones, puede ser leído y entendido por educadores sin grandes conocimientos de neurociencia.

Sarah-Jayne Blakemore



Sarah-Jayne Blakemore
Las autoras han colaborado con varias instituciones para analizar problemas fundamentales de la educación y establecer conexiones con los estudios del cerebro. En el año 2000 organizaron un taller multidisciplinario sobre investigaciones cerebrales y educación. El contacto con profesionales de la educación fue muy fructífero. En esas discusiones con profesores e investigadores de la educación quedó patente la falta de colaboración que había existido hasta entonces entre las neurociencias y la pedagogía. Las autoras comprobaron que apenas existía bibliografía sobre estos temas y que en la investigaciones sobre educación apenas se utilizaban los conocimientos actuales sobre el cerebro.
Todo el que estudia, por ejemplo, la estructura de los músculos ve inmediatamente que esos conocimientos le permitirán curar los músculos y saber cómo utilizarlos para obtener mayor rendimiento. En el ámbito educativo no ha ocurrido lo mismo. Es cierto que los psicopedagogos conocen el funcionamiento del cerebro. Sin embargo, no hay una aplicación sistemática de esos conocimientos. Predominan los métodos psicológicos. El conocimiento del cerebro para los educadores constituye únicamente un marco general, un conocimiento de fondo sin consecuencias prácticas reales. Las autoras de este libro creen que el conocimiento de cómo aprende el cerebro podría tener, y tendrá, un gran impacto en la educación.

La naturalización de la pedagogía

Una cuestión filosófica fundamental es por qué se sigue produciendo este desfase en educación, donde todavía se utiliza el paradigma dualista. Aún se trabaja suponiendo que la mente y el cerebro son dos cosas distintas. El monismo materialista suele ser rechazado por ser reduccionista, simplista. Si se trata de solucionar una patología, se admite el remedio, por muy materialista que sea la visión que lo sustenta. Pero, en educación, donde las cosas no son de vida o muerte y donde los efectos de las acciones no son tan inmediatos, se sigue pensando que hay un plano mental que funciona con plena autonomía.
Hasta hace muy poco, la educación ha sido entendida como una técnica que produce cambios en la mente, es decir, en el espíritu, a través de categorías y conceptos. Sin embargo, las autoras del libro sostienen que educar significa cambiar algún aspecto del funcionamiento cerebral. Los educadores deben ser conscientes de que trabajan con cerebros vivos, con unas capacidades que se desarrollan en el tiempo. Conocer ese desarrollo cerebral y sus patologías hará posible el surgimiento de sistemas educativos más realistas y que sepan tratar científicamente la diversidad en el aula.

La lógica de la investigación en neurociencia

Una de las aportaciones de este libro es que explica cómo trabaja la neurociencia. En cada apartado del libro las autoras describen las investigaciones que se están llevando acabo y, en los apéndice finales, explican en qué consisten las técnicas modernas para obtener imágenes del cerebro en funcionamiento (Resonancia Magnética, Tomografía de Emisión de Positrones, etc.) y adjuntan un glosario de términos básicos de neurociencia. Esta claridad metodológica permite que los pedagogos conozcan la lógica de la investigación neurológica y valoren la racionalidad de las argumentaciones llevadas a cabo. Además, explican cómo se extraen conclusiones tras observar cerebros lesionados y, cómo antes de afirmar que una zona del cerebro está implicada en una tarea, se necesitan realizar muchos experimentos de contraste

Lo que se sabe del cerebro

Lo primero que cabe preguntarse es hasta qué punto cambia nuestro cerebro. En este libro las autoras destruyen alguno de los tópicos de la neurociencia de las últimas décadas. Los neurólogos hasta ahora sostenían que hay ventanas, fases sensibles, que una vez que se cierran ya no se vuelve a abrir. Sin embargo, aunque existen períodos sensibles en la formación de las estructuras cerebrales, la plasticidad del cerebro llega hasta la vejez.
Este optimismo respecto a la flexibilidad del cerebro también afecta a los primeros años de vida. Hasta ahora, se pensaba que había unas fases muy rígidas en las que se cerraban las estructuras básicas del cerebro. Es cierto que existen esos períodos sensibles, pero también es cierto que una vez transcurrido ese tiempo esas estructuras pueden seguir configurándose, aunque sea a otro ritmo. Tampoco es necesario, como algunos ha sostenido, enriquecer al límite el entorno de los niños en esas fases. Los estudios empíricos llevados a cabo por Michael Rutter en la Universidad de Londres sí que han demostrado que una carencia radical de estímulos sensoriales y relaciones afectivas, por ejemplo, provocaría problemas el desarrollo intelectual de los niños.
La lengua y las matemáticas son áreas que siempre han sido consideradas fundamentales en el sistema educativo. Saber leer, escribir y calcular ha sido siempre el objetivo de la escuela. Hoy se sabe cómo se procesa el lenguaje en el cerebro y cómo representamos cantidades o realizamos operaciones. En el libro hay una explicación detallada sobre las bases neuronales de estas capacidades. Pero quizás lo más interesante sea el tratamiento de problemas como la dislexia. Los estudios de cerebros que padecían dislexia han ofrecido algunos resultados. Existen diferencias anatómicas entre un cerebro que tiene dislexia y el que no la tiene. ¿Qué se puede hacer desde la neurología? Algunos investigadores sostienen que es posible fortalecer las zonas implicadas en el habla mediante la enseñanza compensatoria. Los programas de mejora de destrezas lectora cambian el cerebro. Los cerebros de disléxicos adultos siguen siendo flexibles y, con los ejercicios adecuados, pueden integrar imágenes y sonidos recurriendo a otras áreas del cerebro.

Aquellos que se dediquen a la educación secundaria podrán encontrar en este libro un capitulo sobre los cambios que se producen en el cerebro de los adolescentes. Los investigadores han confirmado que se lleva a cabo una reorganización del cerebro en la adolescencia. Se producen importantes cambios en la corteza frontal, cambios que implican una mejora en las funciones ejecutivas. La corteza frontal nos permite tomar decisiones, organizarnos, prestar atención de forma selectiva y, muy importante, inhibir respuestas. En la pubertad tiene lugar una proliferación de sinapsis y en la adolescencia se lleva a cabo una poda que estabiliza las redes neuronales importantes. En los lóbulos frontales aumenta la mielina, sustancia que facilita la transmisión del impulso nervioso a través del axón.

La organización de los horarios escolares y la distribución de las tareas a lo largo de la semana deberían tener en cuenta lo que se sabe del cerebro. Hay dos aspectos que quizás no se están teniendo en cuenta lo suficiente. Uno es la distribución de los aprendizajes y las horas de sueño y otro la importancia de la actividad física. El sueño sirve para fijar lo aprendido. Cuando dormimos el cerebro se reestructura, asimila las experiencias diurnas. Existen experimentos que demuestran que después del sueño se consolidan los aprendizajes. Pierre Macquet, de la Universidad de Londres, comprobó mediante escáner cerebral que durante el sueño se vuelven a activar las áreas cerebrales implicadas en el aprendizaje diurno. Tras haber dormido, los participantes en el experimento ejecutaban mejor la tarea aprendida. Controlar las horas de sueño y distribuir adecuadamente la temporalización de las actividades puede aumentar el rendimiento. Del mismo modo, la actividad física mejora nuestra capacidad de aprender. Si la plasticidad del cerebro dura toda la vida, la educación física debería estar presente en todos los programas educativos. Ahora llama la atención que en la universidad esa actividad física sea algo tan marginal.

El futuro de los estudios del cerebro se presenta apasionante. En el libro de Uta Frith y Sarah-Jayne Blakemore quedan planteados temas tan interesantes como este: “Hace tiempo que la psicología experimental ha establecido la importancia del ejercicio mental para aprender movimientos y destrezas físicas. Imaginar que hacemos movimientos sin movernos tiene realmente consecuencias perceptibles. (...) En un estudio reciente se observó que los individuos que imaginaban la máxima flexión posible de uno de sus bíceps incrementaban la fuerza de dicho músculo en un 13,5 %”.

Al imaginar que nos movemos se ponen en marcha prácticamente las mismas zonas del cerebro que cuando de hecho nos movemos. La imaginación o la observación de otra persona haciendo algo ponen en marcha los circuitos cerebrales implicados. Quizás las técnicas orientales de concentración y autopercepción tengan una base neuronal real. El sistema educativo tiene planteado un gran reto para el futuro: enseñar a aprovechar la plasticidad cerebral para aprender más durante toda la vida.

Por Juan Carlos González García. Máster en Periodismo Científico, UNED.