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domingo, 22 de julio de 2012

El poder de la disciplina


En las vacaciones desconectamos de la disciplina que nos imponen las fechas de entrega, las reuniones y la lista de lo que tenemos que hacer. Intentamos no ser esclavos del reloj. La disciplina a veces nos impone renunciar a lo que nos gustaría, la asociamos a los deberes y los límites y por ello nos pone en tensión. Entonces sentimos que la disciplina es más una carga que una liberación. Pero es posible conseguir una vida plena si logramos incorporar prácticas y normas que empiezan siendo una disciplina y acaban saliendo de manera natural como desayunar cada mañana.

La experiencia nos demuestra que necesitamos disciplina para lograr lo que queremos y llegar adonde anhelamos. Un atleta la necesita para mantenerse en forma y alcanzar unas metas. Cuando uno ama su propósito y sus metas, disfruta de la práctica y vive la disciplina como una aliada. Primero necesitamos tener una visión clara de lo que queremos y que nos motive. La motivación por satisfacer unos objetivos nos ayudará a ser disciplinados.


"Podemos sustituir el hábito de quejarnos por el de agradecer. Entenderemos el dolor y sabremos recuperar el bienestar"

En otras ocasiones es la necesidad vital y de autoestima la que nos ayuda: el cuidado del ser. A nivel personal, a todos nos beneficia el dormir y el comer con regularidad en horarios más o menos fijos, y el hacer ejercicio con constancia nos lleva a tener un cuerpo más sano. ¿Qué es lo que necesitamos para estar bien? Intentemos incorporarlo en nuestro día a día. Por ejemplo, parar unos momentos para distanciarnos durante cinco minutos del ambiente, tal vez caótico, que nos rodea, de modo que podamos relajarnos y actuar con serenidad, sin impulsividad.

Otra práctica que podemos incorporar cada mañana, a modo de disciplina aliada de nuestro bienestar, es la de visualizar la jornada durante unos minutos. ¿En qué nos centraremos? ¿Qué queremos aportar a nuestro entorno? Así saldremos de casa equipados con los valores y las actitudes que nos ayudarán a afrontar las situaciones con valentía, paciencia, tolerancia, amor, determinación, y/o asertividad.

Disciplinar nuestra mente para controlar nuestros pensamientos nos permitirá gobernarlos y adoptar actitudes saludables. Asumiremos la responsabilidad de recrear nuestro destino con voluntad y perseverancia en vez de sentirnos víctimas y quejarnos por estar atrapados en una situación que nos provoca malestar. Podemos sustituir el hábito de quejarnos por el de agradecer. Para cambiar un hábito y/o sustituirlo por otro necesitamos disciplina. Podríamos hacer una lista de todo aquello por lo que podemos dar las gracias. Por estar vivo, por ser quien soy, por aprender y compartir, por todo lo que he vivido. Cuando el agradecimiento se convierte en hábito, agradeceremos la experiencia del dolor. Sabremos comprenderlo y así recuperar el bienestar.

"Siempre procura hacer lo máximo y lo mejor que puedas. Bajo cualquier circunstancia, hazlo lo mejor posible y así evitarás culpabilizarte, juzgarte y lamentarte" (Miguel Ruiz)

Seguimos unas disciplinas u otras según el código de conducta que interiorizamos en función de nuestras creencias, cultura y relaciones sociales. En este marco siempre existe la posibilidad de incorporar el esfuerzo de hacer lo máximo y lo mejor que uno pueda. Podemos esmerarnos en pensar bien, decir palabras con sentido que den pie a conversaciones enriquecedoras y actuar con elegancia y respeto. Así no nos conformaremos con lo ordinario y nos concentraremos en mejorar. Para ello necesitamos intención y disciplina. De lo contrario, la mente se dispersa. Una estrategia eficaz es formular pensamientos positivos y usarlos como afirmaciones que fortalezcan la concentración. Podemos elaborar una lista de pensamientos que sean como llaves que podamos usar para abrir el caudal de positividad interior. Por ejemplo: "Yo puedo", "no me vencerán", "soy amor", "todo fue como tuvo que ser", "lo acepto y lo suelto". La meditación es una práctica esencial para fomentar la concentración y llegar a ser capaces de pensar solo lo que queremos pensar. Como en todo, la meditación dará buenos resultados si la practicamos disciplinadamente.

Lo que suele ocurrir cuando nos proponemos incorporar una práctica, transformar un hábito o esforzarnos por un objetivo es que aparece el autoboicoteo. Uno mismo boicotea sus propósitos mediante las dudas y los temores que nos frenan y bloquean. La disciplina nos ayuda a vencer a nuestro saboteador y crítico interior que echa por tierra nuestras buenas intenciones. Basta solo con que tengamos claridad y voluntad para superarlos y así lograr nuestro propósito.

Nunca diré nada que no pueda quedar como lo último que dije, lo prometo" (Benjamín Zander)

Cuando somos conscientes del impacto de nuestros pensamientos, palabras y obras prestamos más atención. Nos disciplinamos. Pensamos antes de hablar. No nos precipitamos. Esto requiere estar alerta y recuperar nuestro poder interior para frenar los pensamientos acelerados, ciertas palabras y acciones de las que luego nos arrepentimos. Necesitamos pasar por el taller para poner a punto el freno mental. Tanto pensamiento provoca estrés, tensión y falta de claridad, y nos perdemos lo mejor de la vida: saborear este instante. Meditar es como entrar en el taller de reparaciones.

Para fortalecernos internamente disciplinemos la mente con ejercicios de positividad y silencio. Cuanto más claros sean nuestros pensamientos, mayor será su impacto. Los pensamientos son la semilla de nuestras palabras y acciones. En el silencio recuperamos fuerzas, aclaramos ideas y aprendemos a confiar en nuestra intuición. Actuamos desde el corazón.

Entre pensamiento y acción hay un espacio de unos segundos. Podemos cambiar el rumbo de nuestros pensamientos y elegir nuestra acción, para que no sea una reacción impulsiva influida por nuestras energías negativas ni las de nuestro entorno. La meditación nos ayuda a responder desde una situación de serenidad.

Una reacción puede cambiar el rumbo de nuestra vida y el de muchas otras personas. Se trata de responder desde la serenidad, con claridad y determinación, con paciencia y humildad, con amor y entrega, y con sentido del humor. Solo cuando hemos logrado la disciplina interior de observar y pensar antes de reaccionar somos capaces de responder así.

"La meta es manifestar la divinidad potencial de cada uno controlando la naturaleza exterior e interior. Consíguelo mediante la práctica disciplinada y sé libre"
(Swami Vivekananda)

Si queremos vivir lo esencial, lo que realmente nos importa, los valores como la paz, el amor, la felicidad, y queremos experimentar el sentido de nuestro ser y nuestro estar es indispensable aprender a gobernar los impulsos dominados por el ego y todas sus ramificaciones (deseos, avaricia, orgullo, soberbia, apego, lujuria, ira, miedo, pereza y envidia). Esto implica dominar los propios deseos compulsivos, con el objetivo de llegar al yo esencial para poder trascenderlo y relacionarnos con el otro desde la autenticidad. Cuando gobernamos nuestros impulsos podemos centrarnos en expandir y expresar nuestro ser auténtico. Controlamos desde la comprensión, no por la vía de la represión ni de la fuerza. La represión nos lleva a la enfermedad y a la desnaturalización del proceso necesario para alcanzar la verdadera iluminación.


ESTAR BIEN

Si nos sentimos bien podemos afrontar las adversidades y vivir los imprevistos con más energía y soltura. Seremos más creativos sin bloqueos internos. La disciplina emocional nos ayuda a mantenernos bien. No nos engañemos: estar bien no depende de que nuestro alrededor esté en armonía. Depende de que nosotros estemos en armonía. Si estamos centrados seremos como un faro estable ante las olas, los vientos y las tormentas. Enraizados en nuestros valores, aceptando lo que es como es, sin resignación ni frustración, seremos capaces de saborear el instante sin reacciones desmesuradas.

RECETAS DE DISCIPLINA

1. Películas
- 'Billy Elliot'.
2. Libros
- 'Raja yoga o conquistar la naturaleza interior'. Swami Vivekananda (1982).
- 'El dios de las pequeñas cosas'. Arunhati Roy. Anagrama.
- 'La rueda de la vida'. Elisabeth Kübler-Ross. Ediciones B.
3. Música
- 'Las variaciones Goldberg'.

miércoles, 18 de julio de 2012

Elogio de la dificultad, de José Ignacio González Faus en La Vanguardia

Tal como se esperaba la película The artist se cargó este año de Oscar. Una película muda y en blanco y negro. Sin la inestimable ayuda expresiva de la palabra y sin el halago del color. Y he aquí que, privada de esos dos rodrigones, la película entusiasma y nos lleva a percibir, entre otras cosas, la increíble capacidad expresiva que pueden tener los rostros humanos…

Esta constatación me evocó un proceso inverso que se dio en la genialidad de Berlanga: cuando tuvo que filmar en los márgenes angostos de la censura franquista, resultó mucho más genial que cuando la liberación de la censura le permitió echar mano, con demasiada facilidad, del recurso fácil o grosero. Bienvenido Mr. Marshall o Calabuig son quizá lo mejor de Berlanga.

Siguiendo por la senda del cine, vayamos a La fuente de las mujeres, encantadora película iraní hecha también con claras restricciones de censura. Sin embargo, la escena casi final de amor donde sólo se ven los rostros, tiene mucha más hondura y riqueza humana que todo el sexo explícito de muchas películas occidentales.

Estos datos vuelven inevitable el recuerdo de La Codorniz, aquella asombrosa revista de humor a la que la censura franquista hizo aguzar el ingenio y conseguir una calidad y una gracia no igualadas después. Todavía hoy, uno echa de menos la “nada con sifón”, los jeroglíficos alusivos o las marquesas de Serafín. Revistas posteriores como El Jueves, con pistas tan anchas de facilidad, no le llegan ni a la suela del zapato.

“El hambre aguza el ingenio”, dice el refrán; y efectivamente es así. Quizá pues ha llegado la hora de reconocer que la facilidad tiende a embotarlo: algo hemos perdido desde que nos deshicimos de la censura. Y es preciso evitar que la anhelada libertad de expresión degenere en embotamiento mental o en simple libertad de lo hortera, y encarcelamiento de la creatividad.

No estoy abogando por un regreso a la censura, por supuesto. Pero sí por un reconocimiento de que la dificultad saca muchas veces lo mejor de nosotros. Aviso muy necesario para ciertas izquierdas baratas que confundieron la imprescindible educación en libertad con una educación sin dificultad.
Pero educar sin dificultad es más bien deseducar o entontecer. Lo que exige la educación es una dificultad que esté motivada por una buena meta, y que no sea excesiva sino proporcionada a las fuerzas del que la afronta. De lo contrario, como gustaba de repetir J.L. Segundo siguiendo a G. Bateson en Pasos para una ecología de la mente, la tendencia a la facilitonería estropea todo lo humano.
Y este no es un principio sólo pedagógico sino que parece brotar de la naturaleza misma de las cosas. En la física del bachillerato aprendíamos que la energía se degrada porque tiende a configurarse en la forma más fácil de energía que es el calor. Y el calor sólo hace sudar, sin poner nada en marcha. Luego la ciencia nos ha enseñado que la evolución del universo es tan infinitamente lenta porque tiende siempre a las síntesis más fáciles, mientras que los pasos adelante sólo los dan las combinaciones difíciles y minoritarias de hecho, que tardan mucho en producirse.

Pocos dudarán hoy de que el ser humano ha sido creado (o existe) para progresar. La pregunta es más bien si el camino del progreso es una pendiente hacia abajo o es una ascensión penosa: porque el primero sólo puede llevarnos al nivel del suelo o más abajo todavía, mientras que la segunda es la que nos permite alcanzar algunas cumbres. No diré con Walter Benjamin que nuestro progreso se está convirtiendo en un “regreso a la barbarie”, pero es bueno que una persona tan de izquierdas dijera eso.

Porque detrás de todo lo dicho hay algo que las izquierdas deberían repensar mucho: el choque derecha-izquierda que antaño sonaba a confrontación entre la insolidaridad y la justicia interhumana, se nos ha travestido hoy en un choque entre el esfuerzo y la comodidad. ¿Ha sido sólo por culpa de algunos medios hipócritas de comunicación? ¿O hay aquí un material para un buen examen de conciencia? Ya hablaremos de ello otro día. De momento sirvan estas obviedades para animar a los excursionistas estivales.

lunes, 4 de junio de 2012

La intel·ligència executiva

Font: ES - LA VANGUARDIA 2 de juny de 2011   José Antonio Marina

Crec que està emergint un concepte d’intelligència més poderós que els anteriors. Primer va ser la intel·ligència cognitiva: la funció de la intel·ligència és conèixer. Després va venir la intel·ligència emocional, que s’encarregava de comprendre i gestionar les nostres emocions. Ara arriba el moment de la intel·ligència executiva, la missió de la qual és dirigir el comportament aprofitant les dues anteriors. El coneixement i l’emoció poden estar enfrontats, però necessitem que col·laborin. Qui hi farà de mitjancer? La intelligència executiva, encarregada també de prendre decisions i elaborar plans. Ara comprenem millor que la funció principal de la intel·ligència és dirigir bé el comportament. De res no serveix saber moltes coses si després no encertem en fer-les servir. El talent no és mai una possibilitat, és una acció. No té sentit dir “quin gran jugador seria en Tal, si volgués!” perquè voler ser-ho és un ingredient del bon jugador.

Robert Stenberg, un dels investigadors més prestigiosos sobre la intel·ligència, diu una frase que sona escandalosa: “El talent és una decisió”. Seré més caut: el talent es demostra en l’elecció i en la realització de decisions. D’això s’encarrega la intel·ligència executiva, en la qual conflueixen dos grans dinamismes de l’evolució, controlar el comportament propi i dirigir-lo cap a metes projectades imaginàriament. El triomf d’aquesta idea em produeix un entusiasme adolescent, el desig de cridar: jo ho vaig veure primer! El cert és que es tracta d’un exemple més d’un fet misteriós que es repeteix en la història. Sembla haver-hi idees en l’ambient que es descobreixen alhora en llocs diferents. Newton i Leibniz van descobrir cada un pel seu compte el càlcul infinitesimal; Darwin i Wallace, la teoria de l’evolució; Graham Bell i AntonioMeucci, el telèfon; Gay-Lussac va descobrir la llei d’expansió dels gasos al mateix moment que Dalton. Thomas Kuhn, un gran historiador de la ciència, es pregunta per què a mitjans del segle XIX dotze científics van arribar per camins diferents al concepte de conservació de l’energia? Només sé que ningú no pensa tancat en una bombolla, sinó en una xarxa d’idees i sentiments que estimulen o deprimeixen, insinuen uns camins o uns altres.

Tot això ve a tomb de la intel·ligència executiva, perquè és una idea que emergeix alhora en àmbits científics diferents, i en l’obra d’investigadors independents. Els neuròlegs en parlen perquè investiguen els lòbuls frontals, centre de la nostra capacitat de projectar, seleccionar, moure l’acció. La informàtica, perquè des del principi va descobrir que hi havia d’haver un programa executiu de nivell superior que dirigís les operacions de programes inferiors. La psicologia, perquè en estudiar la memòria, la voluntat, l’atenció, va descobrir un sistema supervisor central. La patologia, perquè  moltes malalties, com els trastorns obsessius compulsius, les abúlies, la impulsivitat, la hiperactivitat o els dèficit d’atenció, són trastorns executius. La ciència política, perquè fa falta un poder  executiu que organitzi la pluralitat d’interessos i d’informacions. El management, perquè necessita conèixer com mesurar aquesta intel·ligència per poder seleccionar els directius. Finalment, l’educació. En aquest moment sabem que la seva funció principal és generar talent. I això inclou, inevitablement, educar les funcions executives. Continuareu sentint-ne parlar durant molt de temps. No en tinc cap dubte.