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lunes, 28 de febrero de 2011

Antes y después de conocer el cerebro




Entrevista de Eduard Punset con Carlos Belmonte, Instituto de
Neurociencias de Alicante. Barcelona, 14 de enero de 2011.






Vídeo del programa:


http://www.redesparalaciencia.com/redes-85-antes-y-despues-de-conocer-el-cerebro


Lo más sencillo es empeorar el cerebro y muy difícil mejorarlo.


Carlos Belmonte




Eduard Punset:


Estamos en la Llotja de Mar. Es la antigua lonja. Durante siglos se vendía pescado aquí y
después fue Bolsa, antes de que nos diera cobijo para hacer nuestra entrevista a Carlos,
nuestra reflexión conjunta, no tanto sobre, como hemos hecho tantas veces, sobre el pasado
del cerebro y sus patologías y sus tropelías, a veces, ¿no?, como para hablar un poco del
futuro. Lo que me gustaría es que habláramos un poco, que reflexionáramos sobre el impacto
social de la nueva, llamémosla “neurociencia”. Yo te he oído mencionar y te he leído que uno
de los espacios más afectados va a ser el de la Administración de Justicia, en el sentido de que
estamos aprendiendo determinadas cosas del cerebro que nos llevan a no fiarnos en absoluto
del testimonio de un testigo que en un juicio se supone que tiene que decidir en un sentido u
en otro la justicia, ¿no? ¿Qué hay de esto?



Carlos Belmonte:


Yo estoy de acuerdo, vamos, diría que el cambio va a ser casi dramático. Yo creo que la
justicia del futuro se tiene que orientar no a castigar al que ha actuado de una determinada
manera porque ha actuado de una manera que se considera mala socialmente sino a entender
cuál es el problema que determina esa conducta en términos biológicos, en términos de
funcionamiento cerebral, y saber si es reversible o no. Si se puede arreglar, se arregla. Si
tenemos las herramientas para poder modificarla, pues se arregla y si no…



Eduard Punset:


¿Y si no?



Carlos Belmonte:


Pues habrá que aislarlos pero no nos venguemos de ellos.



Eduard Punset:


Fíjate, he visto hace poco una cifra que me ha alarmado: un 30% de los internos en las
cárceles…



Carlos Belmonte:


En las prisiones, sí.



Eduard Punset:


En las prisiones, en Estados Unidos, resulta que son psicópatas en el sentido de que tienen
alguna alteración… En la órbita frontal, ¿no?



Carlos Belmonte:


Sí. Absolutamente. Ése es el problema y probablemente estamos afinando poco… Es decir,
son personas que, por razones diversas que podemos comentar, el desarrollo de su corteza
órbito-frontal en particular, del lóbulo frontal de las áreas del cerebro que se encargan de la
empatía, de la valoración de nuestras conductas, de la inhibición de nuestras conductas,
etcétera, están mal…, los circuitos no…



Eduard Punset:


Mal gestionados.



Carlos Belmonte:


Mal gestionados, no funcionan adecuadamente… o simplemente ha habido daños o se han
organizado de una manera que socialmente es inaceptable, entonces esas personas van a tener
una conducta patológica pero, claro, yo creo que es importante ser capaces de distinguir eso,
ver que determinadas conductas son casi imposibles de controlar por la propia…, porque es el
propio cerebro que funciona mal el que tiene que controlar eso y lo que falla son esos
sistemas.



Eduard Punset:


Mi pregunta sobre esto es la de saber si existe una tabla de salvación, ¿no?, para mucha gente
que, probablemente, no tienen empatía o, mejor, no la gestionan bien porque nadie les ha
enseñado nada… Entonces, aquí tenemos una falta de empatía por falta de educación.
Seguramente, es mi pregunta: ¿Cabe educar a alguien en los temas de empatía y de otras
emociones?




Carlos Belmonte:


Yo creo… Vamos, el cerebro es muy plástico afortunadamente, es decir, tiene mucha
capacidad de aprendizaje
. Los períodos infantiles son críticos en ese desarrollo porque, al
final, estamos hablando de formación de circuitos y conexiones que, por supuesto, tienen una
plasticidad a lo largo de la vida pero limitada en el desarrollo, y sobre todo cuando cruza uno
la frontera de los 22, 23 años, que es cuando se produce el recorte final de las conexiones
sinápticas en el cerebro
, a partir de ahí, circuitos con una base emocional profunda y que son

muy primarios en nuestra…, en nuestro desarrollo del cerebro y, por lo tanto, son muy
dependientes genéticamente, es decir, están muy pre-impresos…



Eduard Punset:


¿Me estás diciendo que a los 25 años, más o menos, termina la fabricación de este…?



Carlos Belmonte:


Hombre, tanto como terminar no, pero en gran medida… Bueno, lo que pasa es que tampoco,
como en todo, no hay que ser muy drástico. Por ejemplo, una de las cosas que se ha visto es
que en la…, esa interpretación de las caras, de la empatía, aumenta con la edad, o sea que a
medida que uno se va haciendo mayor, lo hace mejor. O sea que se está aprendiendo durante
períodos mucho más tardíos de la vida. La edad a la que me refiero, que es la de la
adolescencia
, es que es un momento muy crítico en…, en realmente la conformación de lo

que va a ser la estructura de la corteza órbito-frontal en el sentido amplio, cercana a las
grandes…, los grandes valores de cómo se organiza. Entonces… Por eso la adolescencia es un
período tan crítico
, ¿no?




Eduard Punset:


Una de las primeras cosas de las que me he dado cuenta al reflexionar sobre el futuro del
cerebro, nuestro cerebro, es que el consumo de analgésicos de los ciudadanos aumenta a una
tasa inverosímil, corrígeme si estoy equivocado, del 20% anual.



Carlos Belmonte:


Efectivamente.



Eduard Punset:


O sea que, si esto es cierto, resulta que, bueno, el dolor de cabeza en este caso, o de lo que
sea, se ha convertido realmente en un problema social, en algo que debiéramos pararnos y
pensar un poco qué hacemos con el dolor de la gente.



Carlos Belmonte:


Es que ha sido siempre un problema, lo que pasa es que frente a la incapacidad de resolverlo
pues las doctrinas religiosas y sociales predicaban la resignación. Y ahora yo creo que la
ciencia lo que dice es que el dolor es básicamente innecesario. Una vez ha cubierto su

objetivo principal que es avisar de que hay algún problema, que hay una lesión, que hay un
daño, pero una vez se sabe eso, el dolor hay que eliminarlo. La actitud científica hoy día es:
“eliminemos el dolor siempre que sea posible”. Lo que pasa es que lo padece un 15% de la
población, es decir…



Eduard Punset:


Oye, o sea, vamos a ver, Carlos, cuando me duele una muela, lo primero, supongo, es que la
supuesta inflamación en la muela es transmitida como una señal de alarma al cerebro…


Carlos Belmonte:


Efectivamente.


Eduard Punset:


Y dice: “Eduardo, atención, tienes dolor, haz algo.” Y lo que tú me estás diciendo es que antes
lo que decíamos es: “Lo siento, resígnate. No lo toques. Hasta es bueno para la otra vida.” Y
ahora, en cambio, podemos combatir ese dolor y debemos combatirlo. ¿Cómo?



Carlos Belmonte:


Bien, efectivamente, podemos y debemos, porque tú lo has dicho, una vez se ha cubierto ese
objetivo de alarma, el dolor sostenido, el dolor crónico acaba convirtiéndose en un problema
per se, es decir, llega un momento en que la causa original deja de tener importancia y el
problema es el dolor. Y hoy día el dolor más grave es lo que se llama el “dolor neuropático”,
que es el dolor que se deriva de un mal funcionamiento del sistema de dolor en el sistema
nervioso. Entonces, eso, es el gravísimo problema, el peor resuelto de los temas de dolor
porque es verdad que hoy día tratamos de manera satisfactoria un gran número de dolores. Tú
has dicho: “te duele la muela, Eduardo”, pero te tomas una aspirina o un analgésico
inmediatamente. Yo diría que el 70% de los dolores, y todos los dolores triviales, se quitan
con fármacos que actúan fundamentalmente a nivel más periférico, tipo los antiinflamatorios,

todos los antiinflamatorios no esteroideos, que son los más frecuentes, y luego algunos con
una acción central pero que no son opiáceos.



Eduard Punset:


Pero tengo un amigo médico que me dice que en realidad podríamos utilizar en mucha mayor
medida la morfina…



Carlos Belmonte:


Cierto.



Eduard Punset:


Y que el único peligro que tiene la morfina, no sé si eso es cierto, es que en un momento dado
te puede provocar un corte en la respiración. ¿Es verdad eso o…?



Carlos Belmonte:


Sí. Es decir, el problema de la morfina dada de manera crónica… Primero, es diferente
cuando se toma para tratar el dolor que cuando se toma como una droga de abuso o de recreo.
Y entonces los dos problemas son la tolerancia, es decir, cada vez hay que dar más para
obtener el efecto y se llega a producir… y luego empieza, a partir de unas determinadas
concentraciones, a tener efectos secundarios, incluyendo que deprime la respiración, reduce
mucho la actividad gastrointestinal, es decir, tiene problemas pero, por razones casi más
culturales que médicas, los médicos hemos tenido una cierta resistencia a utilizar la morfina.
Y sigue… Y la OMS ha advertido de la falta de uso de morfina en cierto tipo de dolores,
sobre todo dolores terminales, dolores crónicos muy intensos, dolores cancerosos, que no se
está dando ni en las concentraciones ni en las dosis adecuadas, quiero decir, ni con la rapidez
adecuada.



Eduard Punset:


No sin antes recordar que, realmente, hay gran parte del dolor que es innecesario porque
podríamos aliviarlo, podríamos suprimirlo e incluso los médicos tienen una cierta reticencia
heredada a…



Carlos Belmonte:


Es cultural. Es que insisto, nuestra tradición de la manera de resolver un problema que era
irresoluble, es decir, eso de alguna manera, te dignifica el dolor. Lo has comentado tú, la
posición judeocristiana ha sido esa. Entonces, el sufrimiento, de alguna manera, nos sirve para
trascender. Desde un punto de vista científico no estamos en absoluto de acuerdo con esa
aproximación.



Eduard Punset:


Y una cosa que es…, que también me fascina y que hace todo esto posible es ver que frente a
incitaciones o móviles externos, la gente reacciona igual o de forma muy parecida o sea que
es muy curioso ver, constatar, la similitud en el cerebro de la gente a pesar de lo distintos que
suelen ser, o sea, las decisiones son muy similares cuando lo que la provoca es una cosa y no
otra.



Carlos Belmonte:


Claro porque es que en muchas de nuestras respuestas, sobre todo ésas que todo el mundo
responde igual es que, al final, si uno lo analiza, estamos respondiendo a las presiones
evolutivas… Es decir, somos animales que están respondiendo a las dos grandes direcciones
de supervivencia y reproducción, que es lo que guía al final a todas las especies.
Entonces, en

determinadas situaciones, cuanto más se acercan a eso, más homogéneas son las respuestas. Y
además más resonancia hay entre los miembros del grupo, ¿no?, porque se están manejando
los mismos elementos. Cuanto más primarios…



Eduard Punset:


Evolutivos…



Carlos Belmonte:


Claro, y cuanto más primarios, más elemental es la reacción frente a la amenaza, el peligro, el
miedo, todas esas sensaciones o emociones muy primarias dan lugar a respuestas bastante
estereotipadas dentro de todo.




Eduard Punset:


Muy bien. O sea, hemos visto que el inconsciente se las trae, que tiene una fuerza vamos, que
puede protagonizar procesos cognitivos de una complejidad que ni habíamos soñado, ¿no?, y
eso da cauce al neuromarketing y la neuroeconomía y todo lo que quieras. Déjame preguntarte
otra cosa y estoy viendo la máquina… ¿Qué o cuáles son las conexiones entre… o las
interacciones entre el cerebro y las máquinas?


Carlos Belmonte:


Es un nuevo campo, uno de los grandes caminos que se le abren a la neurociencia desde
muchos puntos de vista. Entender el cerebro implica encontrar los circuitos que sustentan
nuestros procesos más complejos: cognitivos, emocionales, sensitivos, de todo tipo.
Y para

poder entender cómo cien mil millones de neuronas, que se conectan entre sí casi mil veces
unas con otras, están interaccionando en niveles de milisegundos, sólo se puede comprender
en términos cuantitativos utilizando ordenadores, es decir, hay que pensar que el futuro
probablemente de la investigación del cerebro, a medida que vayamos profundizando en
identificar los circuitos y en ver cómo funcionan sus diferentes elementos, la manera de
modelizarlos va a tener que ser a través de máquinas, de ordenadores…



Eduard Punset:


Con prótesis y…



Carlos Belmonte:


Bueno, registrando actividad dentro del cerebro. Eso, por una parte, pero luego hay otra parte
que es absolutamente fundamental que es que en última instancia el cerebro es una máquina
que funciona con impulsos eléctricos que se pueden registrar y es posible conectarlos con una
máquina exterior y yo, personalmente, creo que la interacción entre el cerebro manejando
máquinas, es decir, sustituyendo o aumentando sus capacidades, conectándose con máquinas
que pueden ser desde mecánicas hasta otros, ordenadores, pues tiene unas posibilidades
brutales
y ya las está empezando a tener, es decir, se están empezando a hacer… Registrando

cincuenta neuronas en la corteza cerebral de un mono se consigue que maneje un brazo
artificial con la misma destreza con la que manejaría su propio brazo.


Eduard Punset:


¿Yo podría, podría, un día, eh, dentro de cien años, saber lo que estás pensando ahora en este
momento?



Carlos Belmonte:


Hombre, a mí, soy muy poco, muy poco partidario de hacer profecías en ciencia…



Eduard Punset:


Sí, pero…



Carlos Belmonte:


Bueno, porque uno se equivoca pero, en principio, considerando que…, estar pensando, lo
que para mí quiere decir es que una serie de circuitos en mi cerebro están funcionando. Si
tenemos la capacidad de registrar esa actividad y procesarla por un sistema coherente como
sería un ordenador, por supuesto que se podría, digamos, hacer el equivalente a mi
pensamiento porque luego ya la experiencia subjetiva es algo que es imposible de transmitir
pero si yo consigo reproducir en una máquina exactamente lo mismo y las respuesta son las
mimas pues es el nivel de análisis al que puede llegar la ciencia en esto y en otras tantas
cosas.



Eduard Punset:


Estaba pensando que qué sería de los políticos y de la política si hubiera esta facilidad de…



Carlos Belmonte:


Bueno, ya sabes que uno de los grandes temas, hablabas antes de la justicia y de la influencia
en la justicia, es la utilización de recursos mecánicos o… para ver si un sujeto miente o no
miente y es un tema que está muy candente, ¿no? Ha habido algunos registros utilizando
imagen cerebral en los que se puede detectar que una persona miente fundamentalmente
presentándole, viendo que cuando se le presentan detalles de una situación que sólo él puede
conocer, pues se iluminan determinadas áreas cerebrales lo cual quiere decir…, se puede
saber que eso lo sabía aunque él niegue que lo sabía, por ejemplo. Hay una gran discusión de
hasta dónde se puede llegar con el uso de este tipo de técnicas. Evidentemente, hoy en día, no
podemos darles una fiabilidad. Lo que pasa es que nos vamos acercando asintóticamente a la
realidad, quiero decir, que se utilizan como pruebas más o menos sólidas los detectores de
mentiras cuya posibilidad de acierto es de un 50%, y bueno, la imagen cerebral
probablemente ya con todas las limitaciones que tiene todavía, pues se acerca más a detectar
con mayor precisión determinado tipo de cosas. No si miente o no miente pero si vio o no vio
una situación, por ejemplo, cosas así.



Eduard Punset:


Es fascinante, ¿no?, ver cómo se ha avanzado en el conocimiento del cerebro…



Carlos Belmonte:


Es espectacular, realmente, es espectacular.



Eduard Punset:


No hay otro campo igual, realmente.



Carlos Belmonte:


Yo creo que no. Yo creo que en este momento, sinceramente, es el gran desafío y el gran
avance y yo creo que va a ser el gran cambio de la sociedad del siglo XXI, sin duda.

domingo, 30 de enero de 2011

LOS DOCE PILARES DE LA INTELIGENCIA.



Los 12 pilares de la inteligencia

Redes 30 Enero 2011

¿Qué es la inteligencia? ¿Se puede medir con precisión? ¿Cuáles son sus ingredientes? Hoy existen más y mejores herramientas para afinar la comprensión del intelecto humano.

Internet es una de ellas: así lo demuestra el test online del invitado de Redes de esta semana, el neurocientífico Adrian Owen, de la Universidad de Cambridge, que busca definir los 12 pilares de la inteligencia humana con la participación de cientos de miles de personas en la red.

Adrian Owen, neurocientífico de la Universidad de CambridgeAdrian Owen, neurocientífico de la Universidad de CambridgeRedes


Al contrario del peso o la altura,
no existe una medida absoluta de la integridad, la honestidad o la inteligencia.
Adrian Owen
Eduard Punset:
Es maravilloso pensar, Adrian, que en realidad conocemos tanto sobre el cerebro o que empezamos a saber tanto… o algo sobre el cerebro. De modo que ahora podemos imaginar por qué una persona es inteligente. ¿Es así? Es decir, ¿es eso lo que buscáis?
Adrian Owen:
Sí. Esta es una de las cosas que han cambiado en la neurociencia en los últimos veinte años. Ahora somos capaces de mirar dentro del cerebro con muchos instrumentos sofisticados como la resonancia magnética o la tomografía por emisión de positrones, lo que nos ha permitido comprender mucho más acerca de no solo qué podemos hacer con el cerebro, sino también cómo es posible que nuestro cerebro nos permita hacerlo. Así que creo que es un buen momento para volver a plantear cuestiones como la inteligencia o qué nos hace inteligentes, porque sabemos mucho más sobre el cerebro.
Eduard Punset:
¿Y cómo hemos vivido durante años en escuelas, en empresas, por ejemplo, utilizando cocientes específicos o… por ejemplo… el coeficiente de inteligencia o el concepto general de inteligencia para decidir: “pues este es más inteligente que ese otro”? Necesitaría una explicación.
Adrian Owen:
Sí, bueno. Creo que siempre debes trabajar con lo que tienes… las herramientas que tienes al alcance en un momento determinado. Y si retrocedes cincuenta años… realmente todo a lo que debíamos recurrir era lo que podíamos medir: qué pueden hacer las personas, quién tiene la mejor memoria o quién puede terminar una prueba en el menor tiempo posible. Pero en realidad no teníamos acceso a la investigación de por qué, en términos de funciones cerebrales más complejas, una persona tiene mejor memoria que otra o una persona es más rápida con el cálculo mental que otra. Así que no creo que sea incorrecto haber utilizado estas herramientas en el pasado. Creo que es lo mejor de lo que disponían en ese momento.
Eduard Punset:
Hablemos ahora de los doce pilares, lo que llamáis los doce pilares de la sabiduría. Y debo decir que algunos de estos doce pilares me sorprendieron, ¿no? Es curioso ver, por ejemplo, que medís la visión rotatoria, es decir, por aquí tienes un gráfico magnífico en el que debes imaginar cómo debería girar el primer gráfico para convertirse en el segundo. Y lo que sugieres es que alguna gente lo hace mejor que otra.
Adrian Owen:
Así es. Hay algunos ejemplos muy buenos en el mundo real: probablemente todos conocemos a alguien que, si intenta leer un mapa y entender en qué punto de la calle se encuentra, optará por girar el mapa en lugar de hacer la rotación mentalmente, ¿verdad? Y otras personas parecen perfectamente capaces de imaginar el mapa en distintas orientaciones. De modo que, claramente, esto es algo en lo que algunas personas son mejores que otras. Pero eso por sí solo no significa que estas personas sean más inteligentes, porque puede haber otros aspectos de la función cognitiva en los que los buenos lectores de mapas son malos. Quizás esas personas tienen una memoria horrible. Así que se trata solo de una de las muchas funciones que ahora podemos evaluar. Y sabemos bastante acerca de qué partes del cerebro… permiten que estas personas sean buenas. Y eso es lo que realmente nos interesa.
Eduard Punset:
¿Y qué partes del cerebro permiten que estas personas roten?
Adrian Owen:
Se encuentra justo en la parte posterior y se llama el córtex parietal. Y es un área muy extensa del cerebro. Se encuentra justo entre las áreas visuales, las áreas que dan sentido a toda la información visual que llega a través de los ojos, y las áreas frontales del cerebro, que sabemos que son importantes para la resolución de problemas complejos y este tipo de procesos de toma de decisiones. Se llama córtex parietal y sabemos que es verdaderamente importante para dar sentido al mundo.
Eduard Punset:
Hay otro de los pilares que me fascina. Y es el que tiene más que ver con la estrategia y la planificación. Yo también le pido a nuestra audiencia que lo ensaye esto, a ver si… con cuántos movimientos consigue conferir, dar cierto orden a estos números, ¿no? Es fantástico, Adrian. ¿Puedes enseñarle a nuestra audiencia?
Adrian Owen:
Me encantaría.
Esta prueba fue creada por uno de mis colegas, el doctor Adam Hampshire, porque él y yo habíamos estado trabajando durante muchos años para ver cómo somos capaces, como seres humanos, de prever o planificar. Uno de los grandes logros, una de esas cosas que nosotros podemos hacer y que la mayor parte del resto de animales no…
Eduard Punset:
Es prever.


Adrian Owen:
Es prever, hacer planes cognitivos, ver en el futuro y adaptar nuestro comportamiento actual según lo que creemos que serán las consecuencias de ese comportamiento.
Eduard Punset:
Predecir. Porque, en realidad, para predecir —probablemente, corrígeme si me equivoco— debes ser capaz de hacer algo tan difícil como tener una representación mental de lo que ocurrirá.
Adrian Owen:
Exactamente. Es decir, debes saber dónde estoy, dónde quiero estar y cómo llego desde aquí hasta allí. Y hacer que ocurra, por supuesto. Y esta prueba intenta descubrir estas capacidades. Como ves, tienes una serie de bolas de colores en un árbol y debes mover las bolas para intentar completar el plan, para intentar ponerlas en orden. En el orden correcto, sí. Quizás puedes intentarlo…
Eduard Punset:
¿Cuántos movimientos crees que puedes hacer para poner orden?
Adrian Owen:
Bueno, hasta ahora no lo he hecho muy bien.
Eduard Punset:
¿No?
Adrian Owen:
Quizás deberías dejar que otra persona lo intentara.
Eduard Punset:
Sí, creo que deberíamos… Ya has realizado…
Adrian Owen:
Ya he realizado…
Eduard Punset:
Cuatro movimientos.
Adrian Owen:
Sí, ya he realizado cuatro movimientos.
Eduard Punset:
Y una persona muy inteligente, según he leído en tus libros, puede hacerlo con solo cuatro movimientos. No, ocho movimientos, ocho.
Adrian Owen:
Bueno, depende de la dificultad del problema. Una de las cosas que intentamos hacer con todas estas pruebas es presentar las pruebas en distintos niveles de dificultad. Así, cada uno puede averiguar a qué nivel puede generar una solución.
Eduard Punset:
Pero aquí dices que una persona muy inteligente puede hacerlo con seis movimientos. De las cien mil personas que lo han intentado, ¿cuántas crees que podrían ordenar, que pudieron hacerlo, poner orden en la tabla con un máximo de seis movimientos?


Adrian Owen:
Bueno, esa es una pregunta muy interesante y todavía desconocemos la respuesta. Uno de los motivos por los que colgamos todas estas pruebas en Internet y las pusimos a disposición del público es que de este modo podemos descubrir qué es lo que pueden hacer. Porque, en realidad, hasta ahora solo sabemos lo que puede hacer la gente que ha acudido a laboratorios psicológicos... la gente que ha realizado pruebas formales de Cociente Intelectual. Llegando a cien mil personas en unas pocas semanas podemos construir rápidamente un gráfico que refleje exactamente cómo la población general realiza estas tareas. Estos son los primeros resultados. Estos muestran cuántas personas realizan una tarea de distintas maneras. Podemos averiguar cuál será la media, pero ahora mismo desconocemos la respuesta. Ahora, la respuesta que verdaderamente queremos saber es: estas personas, los superplanificadores, las personas que tienen lóbulos frontales magníficos y pueden resolver los problemas, ¿son las mismas que serán verdaderamente buenas en la rotación mental o serán otras personas? Y esa es una de las principales cuestiones acerca de la inteligencia: ¿es verdad que algunas personas son, sencillamente, más inteligentes en todo que otras personas, o tenemos estas islas de capacidades mentales que están relacionadas con la función cerebral?
Eduard Punset:
Y ahora sitúas estas doce áreas en el cerebro. Digamos que puedes situar los doce pilares en distintas áreas del cerebro.
Eduard Punset:
¿Es así?
Adrian Owen:
Así es. No es que haya doce áreas distintas en el cerebro, sino que hay doce pruebas distintas que requieren una intervención distinta por parte de diferentes áreas del cerebro. Obviamente, se solapan. Tenemos varias pruebas de la función del lóbulo frontal, porque la función del lóbulo frontal es muy interesante… y parece que es muy importante para hacer que algunas personas parezcan más inteligentes que otras, pero también tenemos varias pruebas de la función del lóbulo parietal situado en la parte posterior del cerebro.
Eduard Punset:
Escucha, Adrian, hay una cosa que… si pensamos en el tema que trata tu investigación, una de tus principales ramas es buscar los efectos de la lesión cerebral, ¿no? ¿Qué novedades nos puedes contar sobre esto?
Adrian Owen:
Bueno, estas cosas están estrechamente relacionadas, ¿sabes? Solo podemos entender lo que ocurre en el cerebro después de una lesión si sabemos cómo funciona el cerebro en un estado sano, sí. Así, uno de los objetivos de esta investigación es intentar definir con más exactitud de qué es capaz la población general, cómo se representan las distintas funciones mentales en el cerebro. Y entonces será posible visitar a un paciente, por ejemplo, que haya sufrido un accidente y padezca un tipo concreto de problema. Quizás es alguien que ya no puede hacer planes, que no puede planificar su vida, y nosotros podremos identificar, o eso espero, el punto del cerebro en el que se ha producido la lesión, el tipo de discapacidad que muestra con algunas de estas pruebas… Si tomamos el ejemplo de alguien que haya sufrido una lesión cerebral grave, si quieres mejorar su rendimiento en las cosas que no le salen bien, tiene sentido dirigirse a los problemas específicos que tiene, identificar los problemas, quizás es la memoria quizás es la concentración, quizás es la rotación mental… y centrar la rehabilitación en esas áreas. Y eso solo lo podemos hacer, o lo podemos hacer de una manera más eficaz, si sabemos cómo el cerebro realiza esas funciones.
Eduard Punset:
Hay una lesión que has tratado, se trata del Parkinson. Me sorprendió estudiar una disfunción concreta, que tú denominas disfunción frontoestriada.
Adrian Owen:
Mucha gente cree que la enfermedad de Parkinson es un trastorno motor: los pacientes tienen temblores, no pueden controlar los movimientos. Pero, de hecho, desde hace muchos años sabemos que los pacientes de Parkinson sufren también muchos trastornos cognitivos o mentales: tienen problemas de memoria, de planificación, de atención…
Eduard Punset:
O probablemente de rotación…
Adrian Owen:
A veces también presentan problemas de rotación. Pero lo que se hizo evidente hace unos cuantos años es que estos pacientes presentan un patrón de déficits cognitivos. Da la impresión de que tienen un problema en los lóbulos frontales. Se parecen mucho a los pacientes que han sufrido algún daño en los lóbulos frontales, quizás en un accidente de coche. Pero conocemos la neuropatología de la enfermedad de Parkinson, sabemos bastante acerca de sus causas, de lo que causa los síntomas de la enfermedad de Parkinson y, de hecho, se trata de algo que se encuentra en un punto muy profundo dentro del cerebro, en un área denominada cuerpo estriado. Es donde el neurotransmisor dopamina ejerce más efecto dentro del cerebro. Y sabemos que muchos de los déficits cognitivos de la enfermedad de Parkinson son provocados por una falta de dopamina. Y por esta razón, la enfermedad de Parkinson se ha ido desvelando como un trastorno frontoestriado, porque parece que los pacientes hayan sufrido daños en los lóbulos frontales, cuando en realidad se trata del cuerpo estriado. Así, los daños que se producen en un punto profundo dentro del cerebro pueden dar la impresión de ser un problema de planificación, concentración y toma de decisiones como consecuencia de los daños en el lóbulo frontal. De ahí que se llame disfunción frontoestriada.
Eduard Punset:
¿Y por qué se produce esta falta de dopamina? ¿Lo sabéis?
Adrian Owen:
Sí. Es por otra área todavía más profunda dentro del cerebro que produce dopamina, que tiene células que generan dopamina… Las células de esta área empiezan a morir. Pero por qué sucede eso, ese es el gran misterio. Es lo que realmente desconocemos y, por supuesto, si pudiéramos resolver ese problema, tendríamos posibilidades de curar la enfermedad de Parkinson.
Eduard Punset:
Hay otra cuestión muy poco ortodoxa que has descubierto. Me refiero al estado vegetativo. Alguien, por desgracia, sufre un accidente y queda en estado vegetativo. Decimos que ha perdido la consciencia, completamente. Y tú nos dices: cuidado, porque tenemos un caso concreto de estado vegetativo en una persona que, de algún modo, y se lo cuentas a científicos que no te creen, dices que puedes demostrar que tiene algo de consciencia de lo que ocurre.
Adrian Owen:
Sí. Esta es mi gran pasión en este momento. Y de nuevo se trata de algo que surgió de mi interés por la neuropsicología y por entender la función cognitiva y entender cómo distintos tipos de daño cerebral pueden producir distintos estados. ¿Sabes? Algo que realmente me sorprendió tiene que ver con la consciencia. ¿Cómo puedo saber que estás consciente? Sé que estás consciente porque interaccionas conmigo, produces respuestas a lo que digo del mismo modo que yo produzco respuestas a lo que tú dices. Y esta conversación requiere que ambos creamos, y espero que no nos equivoquemos, que ambos estamos conscientes y atentos. ¿Pero qué pasaría si no pudiéramos responder? ¿Qué pasaría si yo estuviera totalmente paralizado y fuera incapaz de responder? Esta conversación que mantenemos sería muy parcial. Me harías preguntas y yo no respondería. Y tú no tendrías ningún modo de saber que yo estoy consciente. La única manera en que podemos estar seguros de que alguien está consciente es si responde.
Así que empezamos a trabajar con pacientes en estado vegetativo, que se supone que están inconscientes, ahora ya hace unos años, y gradualmente, mediante exploraciones en el cerebro, empezamos a observar signos de función cognitiva en algunos de estos pacientes. Y eso me hizo pensar que quizás en algunos de estos casos el problema no es que estén inconscientes sino que son incapaces de decirnos que están conscientes. Así que desarrollamos un método de exploración cerebral en el que haríamos que nuestro paciente generara una respuesta cerebral. En lugar de comunicarse… con el habla o levantando un brazo o moviéndose, pediríamos al paciente que imaginara hacer algo con el cerebro. Y si veíamos que el área correcta del cerebro respondía, nuestra conclusión sería que está consciente. El motivo por el que esto ha generado polémica, …
Eduard Punset:
Sí.
Adrian Owen:
…como sugerías, es que algunos dijeron: sí, pero el cerebro podría activarse automáticamente y quizás eso no tiene nada que ver con la consciencia. Pero somos científicos, y a los científicos nos gusta repetir los experimentos. Y en los casos de los que hemos informado lo hemos hecho muchísimas veces con el mismo paciente. Hemos cogido al paciente y le hemos dicho: queremos que empieces a imaginar ahora. Y el cerebro empieza a iluminarse en este momento. Y luego le decimos: y ahora para. Y para. Y lo repetimos, y sucede una y otra vez. Y solo cuando estamos absolutamente seguros de que alguien puede producir estas respuestas exactamente cuando se lo pedimos e independientemente de la frecuencia con que lo hagamos, llegamos a la conclusión de que está consciente.
Eduard Punset:
Yo no sé si este programa nos habrá servido para aumentar algo el conocimiento de cómo funciona nuestra consciencia, Pero de lo que sí estamos seguros es de que, bueno, después de este programa, todos sabemos algo más de lo que significa ser inteligente. Y lo que significa ser inteligente no significa serlo todo el rato, todo el tiempo, en todas las cosas, sino que uno puede ser inteligente en una actividad específica, como puede ser la rotación mental, y otro puede serlo, en cambio, en la planificación de lo que viene para poder predecir lo que le



Realizar el test de inteligencia

martes, 17 de agosto de 2010

El arte de vivir

GASPAR HERNÁNDEZ EL PAÍS 15/08/2010


No existen fórmulas mágicas. Cada persona debe encontrar su particular camino para conocer y gestionar sus emociones y sus sentimientos para conseguir vivir mejor.

Charles Chaplin escribió que la vida es tan corta que solo nos alcanza para ser amateurs. Esta afirmación también se puede aplicar al llamado arte de vivir. Cuando ya vamos aprendiendo, la función se termina. No hay recetas mágicas, y cada persona sabe en qué consiste su particular modo de alcanzar ese arte. Los grandes filósofos se han ocupado de ello. Y, por supuesto, los psicólogos. En este artículo nos centraremos en la gestión de las emociones y los pensamientos.

“A una persona se le puede arrebatar todo menos la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias”

Porque, como escribí en el libro El oficio de vivir bien (Aguilar), con miedo, enfado o envidia (o con dolor de muelas) difícilmente podemos tener la percepción subjetiva de estar viviendo bien. Lo mismo sucede si estamos en una playa paradisiaca tomando el sol y enfurruñados con la pareja, o pensando en el trabajo que nos espera en septiembre. El arte de vivir pasa necesariamente por observar, y cuidar, lo que pensamos y sentimos.

Felicidad Interior Bruta. Los países, y sobre todo en tiempos de crisis, miden lo bien o lo mal que vivimos por la situación económica. Pero como afirma el filósofo Jordi Pigem, el producto interior bruto solo mide transacciones económicas, y sabe muy poco del auténtico bienestar de las personas. “Desde hace décadas existen indicadores menos reduccionistas, que miden el bienestar no solo a través del flujo de dinero. Pero hay muy pocos. Por ejemplo, en Bhutan identifican tres venenos en nuestras vidas: la codicia, la hostilidad y la ignorancia (en el sentido de confusión mental). Estos tres venenos han crecido en el mundo materialista, hasta encontrarlos hoy institucionalizados en nuestros sistemas económico, político, y mediático”, afirma en su libro La buena crisis (editorial Kairós). Según Pigem, un progreso en la generosidad, la solidaridad y la sabiduría contribuirían a pasar de una sociedad basada en el crecimiento económico a otra basada en el crecimiento vital.

¿Por dónde empezar? Por la persona. Por la educación y por la gestión emocional. Según el psiquiatra Claudio Naranjo, “la educación actual solo se ocupa de la mente racional, práctica, instrumental, como si fuéramos solo eso. Se crean seres egoístas y prácticos que no tienen una dimensión del goce de la vida. No parece legítimo educar para la felicidad. Si se calculara el precio de la infelicidad que se crea, se vería lo antieconómica que es nuestra educación”.
Algunas cifras de esta infelicidad: en 2020, según la Organización Mundial de la Salud, la depresión será la segunda enfermedad más extendida, superada solo por enfermedades cardiovasculares. El suicidio es la primera causa de muerte entre los jóvenes. El estrés, la ansiedad y la depresión son la segunda causa de baja laboral en España.

Bienestar emocional. El arte de vivir empieza por una correcta gestión de las emociones. En Occidente nos hemos fijado en el desarrollo intelectual de las personas, pero no en el desarrollo emocional. Nunca es tarde para cambiar nuestros patrones emocionales. ¿Cómo? Según la filósofa Elsa Punset, con el viejo conócete a ti mismo de los griegos. “Aunque ellos no nos decían cómo. Se trata de conocer y gestionar nuestros mecanismos emocionales. Es decir, lo contrario a la represión emocional que hemos ejercido hasta ahora”.
Afirma el doctor Mario Alonso Puig que una emoción es un fenómeno físico en el que se producen una serie de cambios fisiológicos que afectan a nuestras hormonas, a nuestros músculos y a nuestras vísceras. Estos cambios tienen una duración limitada a minutos, o, como mucho, a algunas horas. “Digamos que una vez que el elemento interno (un pensamiento angustioso) o externo (un insulto) han pasado, la reacción emocional que se ha desencadenado poco a poco va remitiendo hasta que volvemos al estado en el que nos encontrábamos antes de que el pensamiento o el insulto se produjeran”. El problema es que si esa emoción se reprime, se puede convertir en un estado de ánimo, que puede durar meses o años.

“De alguna manera”, afirma el doctor Mario Alonso Puig en su libro Reinventarse (Plataforma), “nos quedamos como congelados en un tipo de emoción, hasta el punto de que llegamos a identificarnos con ella, casi como si formara parte de la realidad que somos”. Y hay estados de ánimo que aportan ventajas, y otros que son muy disfuncionales y nos generan un enorme sufrimiento.

Un ejemplo: la ira. La ira es como un cubo lleno de agua sucia. Cuando nos enfadamos, o bien lanzamos el oscuro contenido de ese cubo a la cara de quien nos ha provocado la ira, o bien callamos, de modo que nos lo lanzamos encima. Lo ideal sería lanzar el agua sucia a un terreno neutro; practicando deporte, por ejemplo. Y después, cuando estemos ya tranquilos, expresar al otro cómo nos hemos sentido, con asertividad. Por eso no es recomendable escribir e-mails cuando estamos enfadados. Así se estropean muchas relaciones interpersonales.

Gestión de los pensamientos. Nadie nos ha enseñado a gestionar nuestros pensamientos. Tenemos cada día entre 40.000 y 60.000 pensamientos y a la mayoría les hacemos caso. El arte de vivir también es incompatible con los pensamientos obsesivos sobre el pasado o futuro. Afirma Miriam Subirana, profesora de meditación, que el pasado, en gran medida, nos impide ser libres. “Vivir del recuerdo es no gozar plenamente del presente. Vivir del recuerdo nos debilita. Es como ser un enchufe que se conecta a una toma de corriente por la que no pasa la corriente. Vamos perdiendo nuestra energía. Queremos revivir una experiencia que ya pasó, y finalmente nos sentimos decepcionados y con un gran desgaste emocional y mental”.
Todos los sabios orientales coinciden en que el arte de vivir se basa, en buena medida, en nuestra conexión con el momento presente. La mente tiende a ir hacia el pasado y el futuro. Y muchos de los pensamientos sobre el futuro son proyecciones negativas, como el miedo, que normalmente no sirve para nada (aunque a veces es amigo de la prudencia).

El miedo tiene una base biológica; es una emoción que nos ha ayudado a evolucionar, porque nos alerta de los peligros. Pero en nuestra sociedad es excesivo: se trata de reconducirlo. Cuanto más pensamos en el miedo, más fuerza le damos.

Empieza en la mente. “El sufrimiento creado por uno mismo es fundamentalmente una fabricación de la mente”, afirma uno de los más celebrados maestros de meditación tibetanos de la nueva generación, Yongey Mingyur Rimpoché. En su libro La dicha de la sabiduría (Rigden Institut Gestalt) cuenta cómo un alumno empezó a analizar su propia ansiedad, y comenzó a ver que el problema no estaba en el trabajo, sino en lo que él pensaba de su trabajo. “Poco a poco”, dice el alumno, “empecé a darme cuenta de que la esperanza y el miedo no eran más que ideas que flotaban en mi mente. En realidad, no tenían nada que ver con mi trabajo”. Ese cambio de perspectiva transforma nuestra realidad. “Cuando estoy angustiado, puedo observar esos impulsos y ver que tengo una elección. Y si elijo observarlos, aprendo más sobre mí mismo y sobre el poder que tengo para decidir cómo reaccionar a los acontecimientos de mi vida”.
Podemos elegir siempre cómo reaccionar ante pensamientos y emociones. Pero hace falta entrenamiento. (Ojalá meditación y gestión emocional se enseñen en las escuelas). El psiquiatra Víctor E. Frankl, que fue una de las víctimas de Auschwitz, afirmaba que a la persona se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas: “La elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias”. A menudo no podemos elegir los hechos, pero sí el cómo enfrentarnos a estos hechos.
Según el budismo, la mayor parte del sufrimiento es creado por uno mismo. Afirma Yongey Mingyur Rimpoché que este sufrimiento es fundamentalmente una fabricación de la mente, pero que no es menos intenso que el sufrimiento natural: “En realidad puede ser bastante más doloroso”. Este sufrimiento se puede expresar en forma de historias que nos contamos a nosotros mismos, a menudo incrustadas en lo más profundo de nuestro inconsciente, según las cuales no somos suficientemente buenos, ricos o atractivos, o nos falta algún tipo de estabilidad.

La meditación nos permite observar los pensamientos y las sensaciones asociadas a este sufrimiento. Al hacerlo, se desvanecen. El mundo que nos rodea, nuestro cuerpo, nuestros pensamientos y sentimientos están en constante cambio. En términos budistas este cambio se conoce como impermanencia. Aceptar que todo es impermanente y no aferrarnos a las cosas ni a las personas es uno de los pilares del arte de vivir, según el budismo. Ni un solo maestro oriental defendería que el arte de vivir consiste en adquirir posesiones –en tener–, sino en ser. Casi nada de lo que nos ha proporcionado felicidad lo hemos logrado con dinero.

LIBROS Y CLAVES

Reinventarse, de Mario Alonso Puig. Editorial Plataforma.
La dicha de la sabiduría, de Yongey Mingyur Rimpoché.
Editorial Rigden Institut Gestalt.
El oficio de vivir bien, de Gaspar Hernández. Ed. Aguilar.

jueves, 12 de agosto de 2010

“Con los años ves que no puedes transformar el mundo, pero sí la mente”

Eduard Punset: Con los años ves que no puedes transformar el mundo, pero sí la menteEntrevista a Eduard Punset publicada el pasado domingo 1 de agosto enLa Vanguardia. El divulgador destaca en este artículo algunas de las principales ideas de su último libro, El viaje al poder de la mente y habla de su éxito de ventas.



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Los maestros tendrán que aceptar, y ya lo aceptan, que los niños y ellos tienen que aprender
a gestionar la diversidad característica del mundo globalizado. El segundo consenso es aprender a gestionar lo que esa gente tan dispar tiene de común, que son las emociones básicas y universales: la ira, la rabia, el odio, la tristeza, el rencor...


La historia de la evolución prácticamente ha transcurrido sin consciencia. son procesos
cognitivos muy sofisticados, que eran el fruto de intuiciones. Lo primero era descubrir que podía haber una toma de decisiones, fruto del insconciente milenario, por lo tanto era muy bestia prescindir de la atención emocional. ¿Por qué a mis nietas, por ejemplo, no les enseñan a distinguir entre ansiedad y miedo?




Recuperamos una vieja verdad de las pocas que se sostienen de pie: lo que no hagas de los 4 a los 9 años es tiempo perdido. En un experimento de la Universidad de Columbia se vio que los niños y niñas capaces de controlar sus instintos básicos, al llegar a la adolescencia y edad adulta abordaban con mayor acierto los problemas de drogodependencia, violencia, falta de altruismo, compasión, etcétera. Por eso defendemos el aprendizaje social y emocional.
La manera más barata de transformar la sociedad es educando a los niños de 4 a 9 años en
las nuevas aptitudes que les permitirán gestionar sus emociones.


Muchos de los fanatismos son el subproducto de un entorno corrupto, dogmático, en la edad
más tierna. Este es otro de los grandes descubrimientos, y creo que por eso hay un optimismo
relativo en medio de ese pesimismo que lo invade todo.


Lo que hemos descubierto, nuestra incapacidad para cambiar de opinión o para desenchufar de
un entorno emotivo, no es lo que esperábamos. Los neurólogos y psicólogos saben que actuamos
no en función de lo que vemos sino de lo que pensamos que vemos,de nuestras convicciones.


Una decisión tomada en un ambiente emocional tiene mayor relevancia que la misma decisión tomada fríamente.
A menudo les digo a mis amigos que estamos montados en un planeta que va a 250 kilómetros por segundo y que ni Dios tiene domicilio fijo.
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