lunes, 14 de marzo de 2011

"Nuestro cerebro aún no se entiende a sí mismo"

FUENTE: LA VANGUARDIA 12/03/2011 
Foto: Gemma Miralda

Saber los límites

Hace frío y huele a formol. La mano del doctor Morgado sostiene ante mis ojos una inquietante masa gris. Es un cerebro humano donado a la ciencia: ¿¿Cómo ¿se pregunta hamletiano Morgado¿ este mero trozo de carne puede convertirse en pensamiento?¿. Y resuena en la cámara su respuesta sabia e inesperada: ¿Llevo toda una vida dedicado a responder esta pregunta y no es que no tenga respuesta... Es que no tengo ni una hipótesis¿. Después ¿más sabio aún¿ concluye que el secreto del bienestar es conocer y aceptar tus límites, aunque aspires con realismo a superarlos: ¿Y me temo que, por ahora, la neurociencia tampoco ha logrado curar ninguna de las grandes enfermedades mentales¿.
Llevo toda una vida pensando el cerebro...

¿Y...?
Ha llegado la hora de reconocer lo que no podemos explicar.

Un ejercicio muy sano.
El único posible ante el gran problema: ¿cómo esa masa de carne que es nuestro cerebro se convierte en pensamiento?...

¿Y no tenemos alguna teoría?
Ni siquiera hipótesis.

¿Ninguna, aunque sea peregrina?
Ninguna seria. En cambio, si usted me preguntara: ¿hay vida en otros planetas? Podría aventurar hipótesis: que los marcianos son verdes o amarillos... Pero sobre cómo lo objetivo se convierte en subjetivo, ni eso.

Conclusión...
Pues que ante el enigma del cerebro y la subjetividad somos como un mico que tratara de resolver ecuaciones.

Hay monos muy listos.
Pero ninguno sabe resolver una raíz cuadrada, y ¿sabe por qué?

¿...?
Porque no le hace falta para adaptarse a su medio. ¿Un mono es inteligente?

¿...?
¿Inteligente para qué? Lo es para vivir en la selva, pero no para las ecuaciones. Al hombre le pasa igual: no necesita entender el cambio de la materia al pensamiento para adaptarse al medio y, por eso, no hemos evolucionado hasta comprenderlo.

¿Y no lo comprenderemos nunca?
Sólo si lo necesitáramos para adaptarnos. Porque eso es nuestro cerebro: un eficiente órgano de adaptación al medio. Si nuestro medio no estuviera en perpetuo cambio, no tendríamos cerebro: bastaría un mero sistema automático de respuestas inconscientes.

Vivir es un problema sólo si lo piensas.
La teoría de la evolución ilumina toda la neurociencia y explica los porqués, pero no es tan buena para revelar los cómos.

Y de paso se lleva a Dios por delante.
Deploro la arrogancia de los científicos que ridiculizan la fe ajena sin ofrecer al creyente otra alternativa para esa parte de su vida. Si Dios existe para tantos es porque les ayuda a adaptarse a una existencia dura.

Dios es una emoción muy útil.
Y las emociones son como atajos en la cadena de razonamiento. Usted apenas ve las rayas de un tigre y ya está corriendo sin haber llegado a razonar “rayas, luego tigre, luego peligro, luego corro...”. Así salvamos la vida.

O nos pegamos un susto tonto.
Las emociones forman parte de la respuesta cerebral a los desafíos del medio. El secreto del equilibro no es reprimirlas, sino aprender a gestionarlas utilizando la razón.

Por ejemplo.
Ser un celoso es evitable; sentir celos, no.

Es más fácil decirlo que conseguirlo.
Si comprendemos la utilidad de nuestras emociones y su sentido bioevolutivo profundo, nos será más fácil controlarlas.

¿Por qué sentimos celos?
Quizá para evitar invertir recursos en la cría de un descendiente que no lleve nuestros propios genes. Los celos de las señoras, en cambio, intentan evitar que el macho los invierta en otras hembras y sus progenies.

Palabra de Darwin.
Podríamos describir así con facilidad la utilidad evolutiva de cada una de nuestras emociones: amor, odio, envidia, miedo, admiración, y las conductas que procuran: fidelidad, obediencia, temor...

¿No existe ninguna emoción inútil?
La emoción misma suele ser útil, pero existen reacciones inútiles y nocivas a esas emociones. El arsenal bioquímico que las emociones desencadenan en nuestro cuerpo sirve a nuestra adaptación, pero sólo si aprendemos a modularlo. Las emociones útiles en las cavernas debemos aprender a canalizarlas en una cena de gala.

¿Todos sentimos igual?
No, nacemos con reactividad emocional diferente y aprendemos o no a controlar y expresar nuestras respuestas emocionales.

Inteligencia emocional, supongo
Y el desajuste emocional acaba siendo una falta de adaptación al medio.

¿Cómo?
Cuando usted ambiciona más de lo que puede conseguir, genera estrés. Por eso, el secreto de la tranquilidad es ser consciente de tus límites y aprender a modular en consonancia tus emociones.

No enamorarse de Scarlett Johansson.
Enamorarse, ¿por qué no? Eso es perfectamente posible, otra cosa es pretenderla. Si es demasiado ambicioso o soberbio o las dos cosas, sus emociones le empujarán más allá de lo que puede ofrecerle la realidad.

¿Eso es estrés?
Y el origen de todas las frustraciones.

¿Estas ratas suyas le enseñan cosas?
Cada día. Somos pioneros en estimulación eléctrica intracraneal. Mediante pequeñas descargas eléctricas mejoramos su capacidad de aprendizaje y memoria.

¿Cómo?
Según sus reacciones, las clasificamos en mejores y peores para aprender. Con el estímulo adecuado las ratas menos hábiles o incluso las más viejas y enfermas... ¡hasta llegan a superar a las más jóvenes y capaces! Demostramos así que la estimulación puede vencer a la vejez y la enfermedad.

¿Nos sirve a los humanos?
Estos resultados servirán para fundar experimentos similares hasta lograr aplicar estímulos farmacológicos a la memoria y aprendizaje en personas.

Referencias para un mundo sin referencias Escrito por Philippe Meirieu

Educar en la incertidumbre. Renunciar a ser el centro del mundo. Philippe Meirieu

Charla abierta de Philippe Meirieu 
 

El prestigioso pedagogo francés Philippe Meirieu estuvo en la Argentina invitado por la Dirección Nacional de Gestión Curricular y Formación Docente del Ministerio de Educación para participar en el seminario nacional de rectores de Institutos de Formación Docente, que se desarrolló en la Ciudad de Buenos Aires a fines de junio. A continuación, algunos de los fragmentos de la conferencia que brindó - y que lleva el mismo título que su último libro- "El significado de educar en un mundo sin referencias".

Para leer la conferencia completa, ingresar a www.me.gov.ar/curriform

Vivimos, aunque sea una banalidad decirlo hoy, en un período de crisis en materia educativa. Y esta realidad está ligada, en cierto sentido, al surgimiento de la democracia. Nunca hay crisis de la educación en sociedades totalitarias; la crisis es el reverso del vacío que instalamos en el corazón mismo de la sociedad. La democracia afirma que el lugar del poder está intrínsecamente vacío, nadie en sí está habilitado a ocupar ese lugar de poder, ni el intelectual, ni el hombre de dios, ni el hombre providencial: el lugar del poder está vacío y debe seguir así, solo puede ser ocupado provisoriamente por hombres que acepten ser los mandantes de aquellos que les confían provisoriamente el poder. Entonces tenemos que alegrarnos de la crisis de la educación.

La crisis de la educación es el precio que pagan las democracias por la incertidumbre que asumen, en términos de poder político, moral y social. Cuando una democracia afirma que no hay poderes en sí y que son los hombres quienes asumen el poder, no puede entonces imponer a la educación una dirección única, una trayectoria que sea la misma para todos. En la dictadura, los padres que no educan a sus chicos correctamente son considerados disidentes y, en las sociedades totalitarias, incluso les retiran a sus hijos.

Entonces, en cierta forma, no solo hay que aceptar sino también reivindicar que hay y que haya crisis de la educación. Eso quiere decir que nadie detenta la verdad educativa, que nadie sabe ni puede imponernos la manera en que debemos educar a nuestros hijos.

Esta crisis de la educación se ve reforzada por algunos fenómenos sociológicos, en particular, la desligazón entre generaciones. Vivimos una formidable aceleración de la historia que hace que la transmisión que tradicionalmente se efectuaba por una superposición de generaciones ya no pueda efectuarse así. Las generaciones se separan cada vez más una de otra; y hoy, en Occidente, lo que separa a los padres de 40 años con respecto a un hijo de 15, es eso que separaba, hace un siglo, a una generación respecto de siete generaciones. Aparecen problemas totalmente novedosos, para los cuales los padres no pueden usar con sus hijos los métodos que sus propios padres utilizaron con ellos. Hoy, ningún padre puede buscar en sus recuerdos para preguntarse a qué edad hay que comprarle un celular a un chico.
Esta aceleración de la historia, de la aparición de nuevas tecnologías, nos pone ante problemas inéditos para los cuales no hay ningún catecismo escrito y tenemos que inventar soluciones. Es por eso que la propia parentalidad plantea problemas, porque los padres de hoy no tienen escrito su oficio en ninguna parte; y tampoco existe un lugar donde encontrar soluciones para lo que les plantean sus propios hijos.

Y a esto debe agregarse además, un medio ambiente mediático y comercial que exacerba el infantilismo en la propia sociedad. La publicidad, el conjunto de los medios de comunicación reducen al individuo a la condición de consumidor, que es aquel que está en estado de regresión infantil. El motor de la economía y la sociedad es el capricho, es la pulsión de compra, como dicen los psicoanalistas. El educador debe liberar al chico de eso.

Vivimos en un mundo que, en forma constante, les dice a todos: "Tus deseos son órdenes". Mientras que nosotros tenemos que enseñarle al chico que sus deseos no son órdenes, los adultos somos, en forma constante, requeridos para regresar a nuestra propia infantilización, para comprar por ejemplo montones de cosas que no necesitamos pero que son el objeto de nuestros caprichos.

Lo que hoy hace difícil la educación es que está a contracorriente del carburante económico de la sociedad, del consumo individual, de la pulsión inmediata y de la satisfacción de todos nuestros deseos. Respecto a ello, me parece importante volver a eso que yo llamo los fundamentos educativos. Entre esos, voy a citar brevemente algunos: el nacimiento, por supuesto. "El hombre -dice Hannah Arendt- es un ser para el nacimiento", "el nacimiento es la continuidad del mundo"; el nacimiento es también para cada uno de nosotros un arranque permanente y continuo de la nostalgia de una felicidad solitaria y prenatal. Tenemos que hacer nuestro duelo, constantemente, de la satisfacción de todos nuestros deseos y todas nuestras pulsiones; y este duelo no termina nunca y en este punto nacemos y renacemos a cada momento hasta el momento final, el de nuestra muerte.

El nacimiento, en realidad, es el surgimiento de un sujeto capaz de dotarse de proyectos y por tanto de proyectarse en el porvenir, de hacer elecciones, de tomar decisiones, de dejar de lado y de darse prioridades; y la prioridad, por supuesto, es salir de aquello que los psicólogos llaman el egocentrismo inicial, el del niño rey. Todo niño que llega al mundo y que ha sido deseado es un niño rey. Tiene a los adultos a criterio suyo, porque los chicos saben que lo primero que quieren los adultos es ser amados; que haríamos todo por tener el amor de nuestros hijos y que eso que se denomina el círculo familiar está siempre amenazado porque, en el seno de una familia -así sea la más unida-, cada uno quiere ser querido por el chico más de lo que el chico quiere a otro, aunque la familia sea la más solidaria.

Siempre estamos ahí tratando de tener la atención del chico, de reivindicarnos con su amor y el chico sabe que tiene un poder terrible y distribuye su sonrisa y sus besos, sabiendo que es él quien tiene todo el poder sobre nosotros (a pesar de que nosotros pensemos que tenemos todo el poder sobre él). Él podrá hacer lo que quiera con nosotros; porque bastará con hacernos pensar que él no nos quiere para que caigamos deshechos. Ese niño rey, que por definición es un tirano, vive la totalidad del mundo de acuerdo con su propia subjetividad, es un brujo, es un mago. No es casualidad que en los cuentos infantiles el brujo y el mago tengan un lugar tan especial, vean sino a Harry Potter.

De a poco, el niño tendrá que ir comprendiendo que su deseo no hace la ley, que su deseo choca con la existencia de los demás y va a tener que aceptar salir de su omnipotencia. Es difícil y doloroso salir de la omnipotencia, sobre todo cuando uno vive en un mundo que nos invita a ella todo el tiempo, y nos distribuye objetos como el control remoto, por ejemplo, que es por excelencia el objeto de la omnipotencia ya que en décimas de segundo uno puede optar por el mundo que quiere ver.

Y vemos las consecuencias pedagógicas en las clases mismas: en los países desarrollados los chicos llegan a la escuela con un control remoto insertado en la cabeza y lamentan profundamente no poder hacer zapping en clase.

Ahí están obligados a quedarse en el mismo canal, y como el docente no puede rivalizar con la televisión, viven esa situación con una profunda frustración. Ahora bien, el crecer es aceptar que el mundo existe por fuera de nosotros, que no somos omnipotentes, que el mundo nos ofrece resistencia y que no depende de nuestra propia voluntad, y que debemos renunciar a interpretar todo.

Este es un aprendizaje muy difícil para los chicos: el aprendizaje de la alteridad. El aprendizaje del rostro del otro, como dice Emmanuel Lévinas, aparece en forma progresiva, como una interpelación a la vez imperativa y misteriosa porque jamás sé quién es y la conciencia del otro me escapa radicalmente. Y el chico tiene que aprender en forma progresiva a entrar en relación con el otro, a reconocerlo como su semejante pero también como un ser distinto. Allí hay algo muy complicado para los chicos, el otro le da miedo, lo pone nervioso, lo inquieta y Lévinas dice que en la presencia del otro hay como un llamado a la identidad, porque su existencia misma me obliga a salir de mi propia identidad, a escuchar otra cosa. Y ahí hay todo un trabajo permanente de aceptación de la alteridad que es consustancial a la educación.

La educación es aprendizaje para renunciar a la omnipotencia. El niño cree que su deseo es ley, siempre está a punto de su pasaje al acto. En mi trabajo, yo lo llamo el niño bólido, no se queda nunca en el mismo lugar. "Es como un resorte continuo" nos dicen los maestros; no le interesa nada, se levanta y si tiene ganas de beber agua va y lo hace, si le molesta otro chico va y lo toma de los pelos; siempre está en el pasaje al acto, en la inmediatez. No ha construido el espacio interno entre el pasaje y el acto.

Ningún deseo está prohibido, ni aun el deseo de matar; sabemos desde Freud que aquel que no desea matar a alguien es porque tiene un electroencefalograma chato, que lo que está prohibido no es desearlo sino hacerlo; porque entre el deseo y el acto hay una caja negra que unos llaman conciencia, otros alma, otros razón. No importa cómo la llamen, para el educador es solo el aplazamiento del acto. Aplazar el pasaje al acto, aceptarlo para tomarse el tiempo de analizar, de encarar sus consecuencias.

La caja de peleas

Un pedagogo polaco que me gusta mucho, Janusz Korczac -que murió en Treblinka en 1942-, había creado en Varsovia orfelinatos para chicos de padres deportados. Allí existía mucha violencia entre los chicos, él intentó una cantidad de métodos para que dejaran de pelearse: dijo que los iba a castigar, que los iba a dejar sin comer, que los iba a golpear. Nada de eso funcionó, la violencia era más fuerte. Un día se le ocurrió algo extraordinario, dijo: "A partir de hoy, cualquiera puede agarrar a golpes a cualquiera, con la condición de que lo prevenga por escrito veinticuatro horas antes", e instaló la caja de peleas que era como un buzón donde los chicos escribían: "Quiero agarrarte a golpes mañana". Ese buzón se vaciaba y se volvía a llenar y los chicos contestaban "¿Por qué me querés pegar?". Korczac se lo impuso a chicos más chiquitos que no sabían leer ni escribir y que tenían que encontrar a alguien que les escribiera esa carta o descifrara lo que otros habían intentado escribir.

Cuando el pedagogo inventa esta caja de peleas inventa, a la vez, la educación y la democracia; y sobre todo muestra que el desarrollo psicológico y ciudadano es el mismo. Hay una perfecta simetría entre acceder al estado adulto y acceder al estado ciudadano. La modernidad descubre esto: el ciudadano es aquel que renuncia a lo infantil, el que sabe tomarse el tiempo de examinar las consecuencias de sus actos, que no está en la inmediatez, sino en el tiempo de la reflexión y por esto digo que toda educación es para el aplazamiento, no para la frustración.

Como decía Freud, no creo que la cuestión pase por decirle al chico que trate de renunciar a sus deseos, sino que hay que examinar sus deseos, pasarlos por el tamiz de su conciencia, anticipar las consecuencias de sus actos y examinar -más allá de su interés individual- el interés colectivo. Por eso es que la educación y la democracia se inscriben en el mismo movimiento: es la renuncia al narcisismo. Educar a un chico es ayudarlo a renunciar a su narcisismo. Y educarnos como pueblo democrático es para renunciar a nuestros intereses individuales, para reflexionar acerca de lo que podría ser el bien común y el interés colectivo. En una democracia, la escuela no es otra cosa que el lugar de proyección posible del aprendizaje de la democracia, justamente.

Para nosotros, educadores, nuestra misión hoy es crear espacios donde los seres puedan comunicarse sin pelear y en eso hay algo fundamental, el gran desafío de la modernidad. En las sociedades tradicionales podía esperarse que la gente dejara de pelearse o bien por el miedo al castigo o porque estaban bajo influencia de una ideología única. En una democracia que acepta la diversidad y la pluralidad para que la gente no se enfrente, la gente va a tener que aprender primero a encontrarse. Cuando aceptamos la diversidad, el encuentro y la creación de su posibilidad hacen al fundamento mismo de la socialidad, solo hay socialidad en torno de la mesa redonda. Hemos construido eso que se llaman las grandes instituciones del Estado, el parlamento, que funcionan más o menos bien pero que funcionarán mejor si construimos en todos los niveles y desde la infancia mesas redondas donde los seres puedan encontrarse.

La educación, entonces, tiene que ver con lo político. Lo político es hacer nacer la sociedad, que no es una comunidad. En una comunidad vivimos juntos porque compartimos el mismo pasado, los mismos gustos, las mismas elecciones; puede haber una comunidad de pescadores, o una comunidad de gente a la que le gusta el rap. Una sociedad es un conjunto de comunidades que acepta que existen leyes que trascienden su pertenencia comunitaria. A tal título la escuela es una comunidad, es una sociedad que enseña que más allá de las comunidades existen reglas societales que les permiten coexistir a las comunidades, que le permite a cada uno hacer sus elecciones, tener sus gustos, sus deseos pero que también permite vivir juntos y darse un marco común. La sociedad impone Educamos para el bien común, para la polis griega y ahí la educación es a lo político.

Cuando yo le pido al chico que renuncie a ser el centro del mundo, le estoy pidiendo como ciudadano que se inscriba en un colectivo que renuncia a que su comunidad le imponga su ley a lo colectivo. Renunciar a ser el centro del mundo es a la vez la condición para aprender una lengua extranjera, historia, matemática, pero también para vivir en la sociedad democrática. Por eso el aprendizaje de saberes es condición para la ciudadanía, no son dos cosas diferentes, es lo mismo. El aprendizaje de la alteridad es la renuncia a estar en el centro, es el hecho de hacer existir la democracia reconociendo siempre el espacio vacío del centro. Es un esfuerzo permanente de los hombres mantener ese espacio vacío en el seno de la familia, de la clase, del barrio, de la ciudad, del país, del mundo. Mantener el espacio vacío, diciendo que nadie tiene derecho a instalarse en el centro del mundo: ni el chico en la familia ni el tirano en la ciudad.

En cierta manera lo que hay de formidable hoy es que vivimos la muerte de los dioses. Vivimos la muerte de los ídolos y estamos en los inicios de la invención de algo que es la posibilidad de un mundo fundado en la cooperación, en la solidaridad, en la confrontación y no en la adoración de ídolos.

Por eso es que no soy nostálgico del pasado. Pienso que hay muy grandes razones para inquietarse por el porvenir, pero también creo que hay muy buenas razones para tener esperanzas. El hecho de que el cielo esté vacío quizás quiera decir que ha llegado el tiempo de los hombres, de que hagan su ley y les enseñen a sus hijos que son los hombres los que hacen la ley, y que la hacen juntos y no por separado.

domingo, 6 de marzo de 2011

La plasticidad del cerebro

TVE - LA 2 - 01-03-2011

El sábado 6 de marzo La Noche Temática nos aproxima al apasionante mundo del cerebro a través de tres documentales. En "La plasticidad del cerebro", el primero de ellos, conoceremos descubrimientos revolucionarios sobre la plasticidad del cerebro humano. El documental nos mostrará también a personas cuyas vidas han cambiado para siempre gracias a ellos. Los documentales podrán verse en la web por tiempo limitado tras su emisión por televisión.


"Arréglame el cerebro".

VÍDEO: http://www.rtve.es/alacarta/la2/#1037696

 04-03-2011

¿Es el cerebro un músculo inteligente capaz de cambiar por sí mismo a través de ejercicios específicos? Parece ser que sí. Barbara Arrowsmith, una de las protagonistas de este documental, integrado en La Noche Temática dedicada al cerebro, es una mujer que ha cambiado el suyo propio. Los documentales completos estarán disponibles en la web tras la emisión en televisión.

lunes, 28 de febrero de 2011

Antes y después de conocer el cerebro




Entrevista de Eduard Punset con Carlos Belmonte, Instituto de
Neurociencias de Alicante. Barcelona, 14 de enero de 2011.






Vídeo del programa:


http://www.redesparalaciencia.com/redes-85-antes-y-despues-de-conocer-el-cerebro


Lo más sencillo es empeorar el cerebro y muy difícil mejorarlo.


Carlos Belmonte




Eduard Punset:


Estamos en la Llotja de Mar. Es la antigua lonja. Durante siglos se vendía pescado aquí y
después fue Bolsa, antes de que nos diera cobijo para hacer nuestra entrevista a Carlos,
nuestra reflexión conjunta, no tanto sobre, como hemos hecho tantas veces, sobre el pasado
del cerebro y sus patologías y sus tropelías, a veces, ¿no?, como para hablar un poco del
futuro. Lo que me gustaría es que habláramos un poco, que reflexionáramos sobre el impacto
social de la nueva, llamémosla “neurociencia”. Yo te he oído mencionar y te he leído que uno
de los espacios más afectados va a ser el de la Administración de Justicia, en el sentido de que
estamos aprendiendo determinadas cosas del cerebro que nos llevan a no fiarnos en absoluto
del testimonio de un testigo que en un juicio se supone que tiene que decidir en un sentido u
en otro la justicia, ¿no? ¿Qué hay de esto?



Carlos Belmonte:


Yo estoy de acuerdo, vamos, diría que el cambio va a ser casi dramático. Yo creo que la
justicia del futuro se tiene que orientar no a castigar al que ha actuado de una determinada
manera porque ha actuado de una manera que se considera mala socialmente sino a entender
cuál es el problema que determina esa conducta en términos biológicos, en términos de
funcionamiento cerebral, y saber si es reversible o no. Si se puede arreglar, se arregla. Si
tenemos las herramientas para poder modificarla, pues se arregla y si no…



Eduard Punset:


¿Y si no?



Carlos Belmonte:


Pues habrá que aislarlos pero no nos venguemos de ellos.



Eduard Punset:


Fíjate, he visto hace poco una cifra que me ha alarmado: un 30% de los internos en las
cárceles…



Carlos Belmonte:


En las prisiones, sí.



Eduard Punset:


En las prisiones, en Estados Unidos, resulta que son psicópatas en el sentido de que tienen
alguna alteración… En la órbita frontal, ¿no?



Carlos Belmonte:


Sí. Absolutamente. Ése es el problema y probablemente estamos afinando poco… Es decir,
son personas que, por razones diversas que podemos comentar, el desarrollo de su corteza
órbito-frontal en particular, del lóbulo frontal de las áreas del cerebro que se encargan de la
empatía, de la valoración de nuestras conductas, de la inhibición de nuestras conductas,
etcétera, están mal…, los circuitos no…



Eduard Punset:


Mal gestionados.



Carlos Belmonte:


Mal gestionados, no funcionan adecuadamente… o simplemente ha habido daños o se han
organizado de una manera que socialmente es inaceptable, entonces esas personas van a tener
una conducta patológica pero, claro, yo creo que es importante ser capaces de distinguir eso,
ver que determinadas conductas son casi imposibles de controlar por la propia…, porque es el
propio cerebro que funciona mal el que tiene que controlar eso y lo que falla son esos
sistemas.



Eduard Punset:


Mi pregunta sobre esto es la de saber si existe una tabla de salvación, ¿no?, para mucha gente
que, probablemente, no tienen empatía o, mejor, no la gestionan bien porque nadie les ha
enseñado nada… Entonces, aquí tenemos una falta de empatía por falta de educación.
Seguramente, es mi pregunta: ¿Cabe educar a alguien en los temas de empatía y de otras
emociones?




Carlos Belmonte:


Yo creo… Vamos, el cerebro es muy plástico afortunadamente, es decir, tiene mucha
capacidad de aprendizaje
. Los períodos infantiles son críticos en ese desarrollo porque, al
final, estamos hablando de formación de circuitos y conexiones que, por supuesto, tienen una
plasticidad a lo largo de la vida pero limitada en el desarrollo, y sobre todo cuando cruza uno
la frontera de los 22, 23 años, que es cuando se produce el recorte final de las conexiones
sinápticas en el cerebro
, a partir de ahí, circuitos con una base emocional profunda y que son

muy primarios en nuestra…, en nuestro desarrollo del cerebro y, por lo tanto, son muy
dependientes genéticamente, es decir, están muy pre-impresos…



Eduard Punset:


¿Me estás diciendo que a los 25 años, más o menos, termina la fabricación de este…?



Carlos Belmonte:


Hombre, tanto como terminar no, pero en gran medida… Bueno, lo que pasa es que tampoco,
como en todo, no hay que ser muy drástico. Por ejemplo, una de las cosas que se ha visto es
que en la…, esa interpretación de las caras, de la empatía, aumenta con la edad, o sea que a
medida que uno se va haciendo mayor, lo hace mejor. O sea que se está aprendiendo durante
períodos mucho más tardíos de la vida. La edad a la que me refiero, que es la de la
adolescencia
, es que es un momento muy crítico en…, en realmente la conformación de lo

que va a ser la estructura de la corteza órbito-frontal en el sentido amplio, cercana a las
grandes…, los grandes valores de cómo se organiza. Entonces… Por eso la adolescencia es un
período tan crítico
, ¿no?




Eduard Punset:


Una de las primeras cosas de las que me he dado cuenta al reflexionar sobre el futuro del
cerebro, nuestro cerebro, es que el consumo de analgésicos de los ciudadanos aumenta a una
tasa inverosímil, corrígeme si estoy equivocado, del 20% anual.



Carlos Belmonte:


Efectivamente.



Eduard Punset:


O sea que, si esto es cierto, resulta que, bueno, el dolor de cabeza en este caso, o de lo que
sea, se ha convertido realmente en un problema social, en algo que debiéramos pararnos y
pensar un poco qué hacemos con el dolor de la gente.



Carlos Belmonte:


Es que ha sido siempre un problema, lo que pasa es que frente a la incapacidad de resolverlo
pues las doctrinas religiosas y sociales predicaban la resignación. Y ahora yo creo que la
ciencia lo que dice es que el dolor es básicamente innecesario. Una vez ha cubierto su

objetivo principal que es avisar de que hay algún problema, que hay una lesión, que hay un
daño, pero una vez se sabe eso, el dolor hay que eliminarlo. La actitud científica hoy día es:
“eliminemos el dolor siempre que sea posible”. Lo que pasa es que lo padece un 15% de la
población, es decir…



Eduard Punset:


Oye, o sea, vamos a ver, Carlos, cuando me duele una muela, lo primero, supongo, es que la
supuesta inflamación en la muela es transmitida como una señal de alarma al cerebro…


Carlos Belmonte:


Efectivamente.


Eduard Punset:


Y dice: “Eduardo, atención, tienes dolor, haz algo.” Y lo que tú me estás diciendo es que antes
lo que decíamos es: “Lo siento, resígnate. No lo toques. Hasta es bueno para la otra vida.” Y
ahora, en cambio, podemos combatir ese dolor y debemos combatirlo. ¿Cómo?



Carlos Belmonte:


Bien, efectivamente, podemos y debemos, porque tú lo has dicho, una vez se ha cubierto ese
objetivo de alarma, el dolor sostenido, el dolor crónico acaba convirtiéndose en un problema
per se, es decir, llega un momento en que la causa original deja de tener importancia y el
problema es el dolor. Y hoy día el dolor más grave es lo que se llama el “dolor neuropático”,
que es el dolor que se deriva de un mal funcionamiento del sistema de dolor en el sistema
nervioso. Entonces, eso, es el gravísimo problema, el peor resuelto de los temas de dolor
porque es verdad que hoy día tratamos de manera satisfactoria un gran número de dolores. Tú
has dicho: “te duele la muela, Eduardo”, pero te tomas una aspirina o un analgésico
inmediatamente. Yo diría que el 70% de los dolores, y todos los dolores triviales, se quitan
con fármacos que actúan fundamentalmente a nivel más periférico, tipo los antiinflamatorios,

todos los antiinflamatorios no esteroideos, que son los más frecuentes, y luego algunos con
una acción central pero que no son opiáceos.



Eduard Punset:


Pero tengo un amigo médico que me dice que en realidad podríamos utilizar en mucha mayor
medida la morfina…



Carlos Belmonte:


Cierto.



Eduard Punset:


Y que el único peligro que tiene la morfina, no sé si eso es cierto, es que en un momento dado
te puede provocar un corte en la respiración. ¿Es verdad eso o…?



Carlos Belmonte:


Sí. Es decir, el problema de la morfina dada de manera crónica… Primero, es diferente
cuando se toma para tratar el dolor que cuando se toma como una droga de abuso o de recreo.
Y entonces los dos problemas son la tolerancia, es decir, cada vez hay que dar más para
obtener el efecto y se llega a producir… y luego empieza, a partir de unas determinadas
concentraciones, a tener efectos secundarios, incluyendo que deprime la respiración, reduce
mucho la actividad gastrointestinal, es decir, tiene problemas pero, por razones casi más
culturales que médicas, los médicos hemos tenido una cierta resistencia a utilizar la morfina.
Y sigue… Y la OMS ha advertido de la falta de uso de morfina en cierto tipo de dolores,
sobre todo dolores terminales, dolores crónicos muy intensos, dolores cancerosos, que no se
está dando ni en las concentraciones ni en las dosis adecuadas, quiero decir, ni con la rapidez
adecuada.



Eduard Punset:


No sin antes recordar que, realmente, hay gran parte del dolor que es innecesario porque
podríamos aliviarlo, podríamos suprimirlo e incluso los médicos tienen una cierta reticencia
heredada a…



Carlos Belmonte:


Es cultural. Es que insisto, nuestra tradición de la manera de resolver un problema que era
irresoluble, es decir, eso de alguna manera, te dignifica el dolor. Lo has comentado tú, la
posición judeocristiana ha sido esa. Entonces, el sufrimiento, de alguna manera, nos sirve para
trascender. Desde un punto de vista científico no estamos en absoluto de acuerdo con esa
aproximación.



Eduard Punset:


Y una cosa que es…, que también me fascina y que hace todo esto posible es ver que frente a
incitaciones o móviles externos, la gente reacciona igual o de forma muy parecida o sea que
es muy curioso ver, constatar, la similitud en el cerebro de la gente a pesar de lo distintos que
suelen ser, o sea, las decisiones son muy similares cuando lo que la provoca es una cosa y no
otra.



Carlos Belmonte:


Claro porque es que en muchas de nuestras respuestas, sobre todo ésas que todo el mundo
responde igual es que, al final, si uno lo analiza, estamos respondiendo a las presiones
evolutivas… Es decir, somos animales que están respondiendo a las dos grandes direcciones
de supervivencia y reproducción, que es lo que guía al final a todas las especies.
Entonces, en

determinadas situaciones, cuanto más se acercan a eso, más homogéneas son las respuestas. Y
además más resonancia hay entre los miembros del grupo, ¿no?, porque se están manejando
los mismos elementos. Cuanto más primarios…



Eduard Punset:


Evolutivos…



Carlos Belmonte:


Claro, y cuanto más primarios, más elemental es la reacción frente a la amenaza, el peligro, el
miedo, todas esas sensaciones o emociones muy primarias dan lugar a respuestas bastante
estereotipadas dentro de todo.




Eduard Punset:


Muy bien. O sea, hemos visto que el inconsciente se las trae, que tiene una fuerza vamos, que
puede protagonizar procesos cognitivos de una complejidad que ni habíamos soñado, ¿no?, y
eso da cauce al neuromarketing y la neuroeconomía y todo lo que quieras. Déjame preguntarte
otra cosa y estoy viendo la máquina… ¿Qué o cuáles son las conexiones entre… o las
interacciones entre el cerebro y las máquinas?


Carlos Belmonte:


Es un nuevo campo, uno de los grandes caminos que se le abren a la neurociencia desde
muchos puntos de vista. Entender el cerebro implica encontrar los circuitos que sustentan
nuestros procesos más complejos: cognitivos, emocionales, sensitivos, de todo tipo.
Y para

poder entender cómo cien mil millones de neuronas, que se conectan entre sí casi mil veces
unas con otras, están interaccionando en niveles de milisegundos, sólo se puede comprender
en términos cuantitativos utilizando ordenadores, es decir, hay que pensar que el futuro
probablemente de la investigación del cerebro, a medida que vayamos profundizando en
identificar los circuitos y en ver cómo funcionan sus diferentes elementos, la manera de
modelizarlos va a tener que ser a través de máquinas, de ordenadores…



Eduard Punset:


Con prótesis y…



Carlos Belmonte:


Bueno, registrando actividad dentro del cerebro. Eso, por una parte, pero luego hay otra parte
que es absolutamente fundamental que es que en última instancia el cerebro es una máquina
que funciona con impulsos eléctricos que se pueden registrar y es posible conectarlos con una
máquina exterior y yo, personalmente, creo que la interacción entre el cerebro manejando
máquinas, es decir, sustituyendo o aumentando sus capacidades, conectándose con máquinas
que pueden ser desde mecánicas hasta otros, ordenadores, pues tiene unas posibilidades
brutales
y ya las está empezando a tener, es decir, se están empezando a hacer… Registrando

cincuenta neuronas en la corteza cerebral de un mono se consigue que maneje un brazo
artificial con la misma destreza con la que manejaría su propio brazo.


Eduard Punset:


¿Yo podría, podría, un día, eh, dentro de cien años, saber lo que estás pensando ahora en este
momento?



Carlos Belmonte:


Hombre, a mí, soy muy poco, muy poco partidario de hacer profecías en ciencia…



Eduard Punset:


Sí, pero…



Carlos Belmonte:


Bueno, porque uno se equivoca pero, en principio, considerando que…, estar pensando, lo
que para mí quiere decir es que una serie de circuitos en mi cerebro están funcionando. Si
tenemos la capacidad de registrar esa actividad y procesarla por un sistema coherente como
sería un ordenador, por supuesto que se podría, digamos, hacer el equivalente a mi
pensamiento porque luego ya la experiencia subjetiva es algo que es imposible de transmitir
pero si yo consigo reproducir en una máquina exactamente lo mismo y las respuesta son las
mimas pues es el nivel de análisis al que puede llegar la ciencia en esto y en otras tantas
cosas.



Eduard Punset:


Estaba pensando que qué sería de los políticos y de la política si hubiera esta facilidad de…



Carlos Belmonte:


Bueno, ya sabes que uno de los grandes temas, hablabas antes de la justicia y de la influencia
en la justicia, es la utilización de recursos mecánicos o… para ver si un sujeto miente o no
miente y es un tema que está muy candente, ¿no? Ha habido algunos registros utilizando
imagen cerebral en los que se puede detectar que una persona miente fundamentalmente
presentándole, viendo que cuando se le presentan detalles de una situación que sólo él puede
conocer, pues se iluminan determinadas áreas cerebrales lo cual quiere decir…, se puede
saber que eso lo sabía aunque él niegue que lo sabía, por ejemplo. Hay una gran discusión de
hasta dónde se puede llegar con el uso de este tipo de técnicas. Evidentemente, hoy en día, no
podemos darles una fiabilidad. Lo que pasa es que nos vamos acercando asintóticamente a la
realidad, quiero decir, que se utilizan como pruebas más o menos sólidas los detectores de
mentiras cuya posibilidad de acierto es de un 50%, y bueno, la imagen cerebral
probablemente ya con todas las limitaciones que tiene todavía, pues se acerca más a detectar
con mayor precisión determinado tipo de cosas. No si miente o no miente pero si vio o no vio
una situación, por ejemplo, cosas así.



Eduard Punset:


Es fascinante, ¿no?, ver cómo se ha avanzado en el conocimiento del cerebro…



Carlos Belmonte:


Es espectacular, realmente, es espectacular.



Eduard Punset:


No hay otro campo igual, realmente.



Carlos Belmonte:


Yo creo que no. Yo creo que en este momento, sinceramente, es el gran desafío y el gran
avance y yo creo que va a ser el gran cambio de la sociedad del siglo XXI, sin duda.

El talento para quien se lo trabaja.

GASPAR HERNÁNDEZ EPS EL PAÍS 27/02/2011


Podemos pensar que si no tenemos el gen del talento no hay nada que hacer o ponernos manos a la obra. Sin duda, el trabajo y la constancia son las mejores formas de provocarlo.

"Flaubert me enseñó que el talento es una disciplina tenaz y una larga paciencia", escribió Mario Vargas Llosa en el discurso de aceptación del Nobel de Literatura. Un año antes, en Cartagena de Indias, había explicado que Flaubert empezó siendo un mal escritor, un mero imitador, y que para ser el genio que fue se impuso una disciplina de galeote. "Yo llegué a la conclusión", dijo el escritor peruano, "de que si uno no lo tenía se lo podía provocar a base de trabajo". El protagonista de la novela de Javier Cercas La velocidad de la luz (Tusquets), Rodney Falk, opina lo mismo: "El talento no se tiene, sino que se conquista". Lo contrario de lo que afirmó Oscar Wilde, quien quizá afirmó demasiadas cosas: "Lo que no te dé la naturaleza, no se puede aprender".


"No hay ningún tipo de célula que posean los genios y no tengamos el resto.La diferencia es trabajar más que los demás"


"Cuanto más miran los psicólogos las carreras de los mejor dotados, menor les parece el papel del talento innato"

¿Qué dicen los expertos? Dan Coyle, que ha investigado dónde y cómo florece el genio en el mundo, sostiene en el libro Las claves del talento (Zenith) que este no tiene tanto que ver como creíamos con los genes. Según él, se cultiva. En cambio, Malcolm Gladwell, periodista de The Washington Post y The New Yorker que también ha investigado sobre el tema -Fueras de serie (Taurus)-, se pregunta: ¿Existe de forma innata? Y él mismo dice: "La respuesta obvia es que sí". Gladwell, muy americano, investiga también el éxito, y afirma: "El éxito es talento más preparación. Pero cuanto más miran los psicólogos las carreras de los mejor dotados, menor les parece el papel del talento innato. Y mayor el que desempeña la preparación".

Pero ¿de qué estamos hablando cuando hablamos de esta aptitud? Según el filósofo y pedagogo José Antonio Marina, talento es "la inteligencia triunfante". Es, pues, la inteligencia "que resuelve los problemas y avanza con resolución", explica Marina en su último libro, La educación del talento (Ariel). Puesto que hay muchas inteligencias diferentes, según Marina, también hay muchos genios distintos: musicales, científicos, financieros, atléticos, etcétera, cada uno de los cuales supone un especial tipo de destreza. "No todos valemos para todo".

Resolver y avanzar

"La excelencia es un hábito"(Aristóteles)

El científico Robert J. Sternberg, uno de los más reputados expertos actuales en temas de inteligencia, denomina "inteligencia exitosa" a lo que Marina llama talento. Es decir, la inteligencia que se emplea para lograr objetivos importantes. Más amplia que lo que miden los tests de inteligencia porque incluye la gestión de las emociones, la tenacidad, el esfuerzo o la resistencia a la frustración. Las personas que poseen esa aptitud básica no dependen demasiado de las motivaciones externas, sino que saben automotivarse; aprenden a controlar sus impulsos; saben cuándo perseverar y cuándo cambiar de objetivo; saben sacar el máximo provecho de sus capacidades; completan las tareas, tienen iniciativa, no dejan las cosas para otro día...

¿Qué papel desempeña el trabajo duro en la consecución del talento? Prácticamente lo es todo. Aunque desde Darwin la forma tradicional de considerarlo, según Dan Coyle, ha sido esta: los genes (la naturaleza) y el entorno (la educación) se combinan para convertirnos en lo que somos. "Es un método popular", afirma Coyle, "pero cuando se trata de explicar el talento humano, es un modelo vago". Según el escritor, pensar que esta cualidad procede de los genes y el entorno es como pensar que las galletas proceden del azúcar, la harina y la mantequilla: es bastante cierto, pero inútil.


La regla de las 10.000 horas

"Salvo los tontos, los hombres no se diferencian mucho en cuanto a intelecto; solo en ahínco y trabajo duro" (Charles Darwin)

Investigadores como Anders Ericsson, Herbert Simon y Bill Chase sostienen que las grandes habilidades en cualquier campo -violín, matemáticas, ajedrez, etcétera- requieren aproximadamente de una década de práctica intensa. Incluso Boby Fischer, prodigio del ajedrez, necesitó practicar con ahínco durante nueve años para lograr, a los 17 años, el título de gran maestro. La regla de los 10 años, o de las 10.000 horas, implica que todas las habilidades se crean utilizando el mismo mecanismo fundamental. "No hay ningún tipo de célula que posean los genios y no tengamos el resto", sostiene Ericsson.

Junto con dos colegas de la Academia de Música de Berlín, Ericsson realizó, a principios de los años noventa, un estudio de referencia. Dividieron a los violinistas en tres grupos. En el primero estaban los estudiantes con un mayor potencial. En el segundo, aquellos juzgados simplemente como buenos. En el tercero, los estudiantes que tenían pocas probabilidades de llegar a tocar profesionalmente y pretendían ser profesores del sistema escolar público. A todos les preguntaron: ¿en el curso de toda su carrera, cuántas horas ha practicado en total? Todos habían empezado a tocar aproximadamente a la misma edad, alrededor de los cinco años; en aquella fase temprana, aproximadamente la misma cantidad de horas, unas dos o tres por semana. Las diferencias surgían a partir de los ocho años. Los estudiantes que terminaban como los mejores de su clase empezaban por practicar más que todos los demás, y a los veinte practicaban por encima de las 30 horas semanales. Los intérpretes de élite habían acumulado 10.000 horas de práctica cada uno. En contraste, los estudiantes buenos a secas habían sumado 8.000 horas. Y los futuros profesores de música, poco más de 4.000.

El mismo patrón se repitió con pianistas profesionales. Lo más llamativo del estudio de Ericson, según cuenta Gladwell en Fueras de serie, es que no encontró músicos natos que flotaran sin esfuerzo hasta la cima practicando una fracción del tiempo que necesitaban sus pares. "Tampoco encontraron obreros romos a los que, trabajando más que nadie, lisa y llanamente les faltara el talento necesario para hacerse un lugar en la cumbre. Una vez que un músico ha demostrado capacidad suficiente para ingresar en una academia superior de música, lo que distingue a un intérprete virtuoso de otro mediocre es el esfuerzo que cada uno dedica a practicar. Y eso no es todo", concluye Gladwell; "los que están en la misma cumbre trabajan mucho, mucho más que todos los demás".

Vayamos al cerebro. Y, por una vez, no relacionemos las famosas neuronas y talento. Cada vez son más los neurólogos que consideran a la mielina -mucho menos estudiada que las neuronas- como la clave de la adquisición de habilidades. Toda habilidad humana, ya sea jugar al fútbol, pintar o interpretar a Bach, proviene de una cadena de fibras nerviosas que transmiten un diminuto impulso eléctrico. La mielina rodea las fibras nerviosas. Permite que la señal sea más veloz y fuerte porque impide que se escapen del circuito los impulsos eléctricos. Cuando practicamos, esta lipoproteína responde cubriendo el circuito neural y añadiendo, en cada nueva capa, habilidad y velocidad. Es como conseguir una especie de línea de banda ancha: se multiplica por 3.000 la capacidad de procesamiento de la información.

Práctica y Mielina

"El talento es algo bastante corriente. No escasea la inteligencia, sino la constancia" (Doris Lessing)

En 2005 se escaneó el cerebro de varios concertistas de piano y se descubrió una relación directamente proporcional entre las horas de práctica y esta materia blanca. Cuanto más se activa el nervio, mayor es la cantidad de esta lipoproteína que lo envuelve. Pero, como sostiene Dan Coyle, no se forma para responder a ideas vagas, a información que nos lava como una ducha caliente. Se crea para responder a acciones concretas. Es necesaria la práctica intensa. Teniendo en cuenta una aparente paradoja: aquellas experiencias en las que al principio cometemos más errores, errores que nos obligan a ir más despacio, son las que nos hacen más talentosos.

"Las cosas que hoy parecen ser obstáculos se convierten a la larga en aconsejables", sostiene Robert Bjork, catedrático de psicología de la Universidad de California. De él es el siguiente ejemplo: pongamos que por enésima vez viajamos en avión y observamos a la azafata mientras nos enseña cómo ponernos el chaleco salvavidas. Parece un disco rayado. Pero ¿sabríamos hacerlo en un momento de urgencia?

Bjork sostiene que lo ideal sería, en vez de observar a la azafata, ponernos directamente el chaleco y practicar (menudo espectáculo se organizaría en el avión). Practicar. Aprender. Cometer errores. Así se logra el talento. Volviéndolo a intentar. Fracasando otra vez. Fracasando mejor.

sábado, 26 de febrero de 2011

Un mundo distraído. "Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?" de Nicholas Carr

La tercera parte de la población mundial ya es 'internauta'. La revolución digital crece veloz. Uno de sus grandes pensadores, Nicholas Carr, da claves de su existencia en el libro 'Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?' El experto advierte de que se "está erosionando la capacidad de controlar nuestros pensamientos y de pensar de forma autónoma".
BÁRBARA CELIS EL PAÍS 29/01/2011

El correo electrónico parpadea con un mensaje inquietante: "Twitter te echa de menos. ¿No tienes curiosidad por saber las muchas cosas que te estás perdiendo? ¡Vuelve!". Ocurre cuando uno deja de entrar asiduamente en la red social: es una anomalía, no cumplir con la norma no escrita de ser un voraz consumidor de twitters hace saltar las alarmas de la empresa, que en su intento por parecer más y más humana, como la mayoría de las herramientas que pueblan nuestra vida digital, nos habla con una cercanía y una calidez que solo puede o enamorarte o indignarte. Nicholas Carr se ríe al escuchar la preocupación de la periodista ante la llegada de este mensaje a su buzón de correo. "Yo no he parado de recibirlos desde el día que suspendí mis cuentas en Facebook y Twitter. No me salí de estas redes sociales porque no me interesen. Al contrario, creo que son muy prácticas, incluso fascinantes, pero precisamente porque su esencia son los micromensajes lanzados sin pausa, su capacidad de distracción es enorme". Y esa distracción constante a la que nos somete nuestra existencia digital, y que según Carr es inherente a las nuevas tecnologías, es sobre la que este autor que fue director del Harvard Business Review y que escribe sobre tecnología desde hace casi dos décadas nos alerta en su tercer libro, Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? (Taurus).
Nicholas Carr

Nicholas Carr

ENTREVISTA DIGITAL - 31-01-2011

Babelia 1001 - Autor de 'Superficiales: ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?'.

"Aún no somos conscientes de todos los cambios que van a ocurrir cuando realmente el libro electrónico sustituya al libro"


Cuando Carr (1959) se percató, hace unos años, de que su capacidad de concentración había disminuido, de que leer artículos largos y libros se había convertido en una ardua tarea precisamente para alguien licenciado en Literatura que se había dejado mecer toda su vida por ella, comenzó a preguntarse si la causa no sería precisamente su entrega diaria a las multitareas digitales: pasar muchas horas frente a la computadora, saltando sin cesar de uno a otro programa, de una página de Internet a otra, mientras hablamos por Skype, contestamos a un correo electrónico y ponemos un link en Facebook. Su búsqueda de respuestas le llevó a escribir Superficiales... (antes publicó los polémicos El gran interruptor. El mundo en red, de Edison a Google y Las tecnologías de la información. ¿Son realmente una ventaja competitiva?), "una oda al tipo de pensamiento que encarna el libro y una llamada de atención respecto a lo que está en juego: el pensamiento lineal, profundo, que incita al pensamiento creativo y que no necesariamente tiene un fin utilitario. La multitarea, instigada por el uso de Internet, nos aleja de formas de pensamiento que requieren reflexión y contemplación, nos convierte en seres más eficientes procesando información pero menos capaces para profundizar en esa información y al hacerlo no solo nos deshumanizan un poco sino que nos uniformizan". Apoyándose en múltiples estudios científicos que avalan su teoría y remontándose a la célebre frase de Marshall McLuhan "el medio es el mensaje", Carr ahonda en cómo las tecnologías han ido transformando las formas de pensamiento de la sociedad: la creación de la cartografía, del reloj y la más definitiva, la imprenta. Ahora, más de quinientos años después, le ha llegado el turno al efecto Internet.
Pero no hay que equivocarse: Carr no defiende el conservadurismo cultural. Él mismo es un usuario compulsivo de la web y prueba de ello es que no puede evitar despertar a su ordenador durante una breve pausa en la entrevista. Descubierto in fraganti por la periodista, esboza una tímida sonrisa, "¡lo confieso, me has cazado!". Su oficina está en su residencia, una casa sobre las Montañas Rocosas, en las afueras de Boulder (Colorado), rodeada de pinares y silencio, con ciervos que atraviesan las sinuosas carreteras y la portentosa naturaleza estadounidense como principal acompañante.

PREGUNTA. Su libro ha levantado críticas entre periodistas como Nick Bilton, responsable del blog de tecnología Bits de The New York Times, quien defiende que es mucho más natural para el ser humano diversificar la atención que concentrarla en una sola cosa.

RESPUESTA. Más primitivo o más natural no significa mejor. Leer libros probablemente sea menos natural, pero ¿por qué va a ser peor? Hemos tenido que entrenarnos para conseguirlo, pero a cambio alcanzamos una valiosa capacidad de utilización de nuestra mente que no existía cuando teníamos que estar constantemente alerta ante el exterior muchos siglos atrás. Quizás no debamos volver a ese estado primitivo si eso nos hace perder formas de pensamiento más profundo.

P. Internet invita a moverse constantemente entre contenidos, pero precisamente por eso ofrece una cantidad de información inmensa. Hace apenas dos décadas hubiera sido impensable.

R. Es cierto y eso es muy valioso, pero Internet nos incita a buscar lo breve y lo rápido y nos aleja de la posibilidad de concentrarnos en una sola cosa. Lo que yo defiendo en mi libro es que las diferentes formas de tecnología incentivan diferentes formas de pensamiento y por diferentes razones Internet alienta la multitarea y fomenta muy poco la concentración. Cuando abres un libro te aíslas de todo porque no hay nada más que sus páginas. Cuando enciendes el ordenador te llegan mensajes por todas partes, es una máquina de interrupciones constantes.

P. ¿Pero, en última instancia, cómo utilizamos la web no es una elección personal?

R. Lo es y no lo es. Tú puedes elegir tus tiempos y formas de uso, pero la tecnología te incita a comportarte de una determinada manera. Si en tu trabajo tus colegas te envían treinta e-mails al día y tú decides no mirar el correo, tu carrera sufrirá. La tecnología, como ocurrió con el reloj o la cartografía, no es neutral, cambia las normas sociales e influye en nuestras elecciones.

P. En su libro habla de lo que perdemos y aunque mencione lo que ganamos apenas toca el tema de las redes sociales y cómo gracias a ellas tenemos una herramienta valiosísima para compartir información.

R. Es verdad, la capacidad de compartir se ha multiplicado aunque antes también lo hacíamos. Lo que ocurre con Internet es que la escala, a todos los niveles, se dispara. Y sin duda hay cosas muy positivas. La Red nos permite mostrar nuestras creaciones, compartir nuestros pensamientos, estar en contacto con los amigos y hasta nos ofrece oportunidades laborales. No hay que olvidar que la única razón por la que Internet y las nuevas tecnologías están teniendo tanto efecto en nuestra forma de pensar es porque son útiles, entretenidas y divertidas. Si no lo fueran no nos sentiríamos tan atraídos por ellas y no tendrían efecto sobre nuestra forma de pensar. En el fondo, nadie nos obliga a utilizarlas.

P. Sin embargo, a través de su libro usted parece sugerir que las nuevas tecnologías merman nuestra libertad como individuos...

R. La esencia de la libertad es poder escoger a qué quieres dedicarle tu atención. La tecnología está determinando esas elecciones y por lo tanto está erosionando la capacidad de controlar nuestros pensamientos y de pensar de forma autónoma. Google es una base de datos inmensa en la que voluntariamente introducimos información sobre nosotros y a cambio recibimos información cada vez más personalizada y adaptada a nuestros gustos y necesidades. Eso tiene ventajas para el consumidor. Pero todos los pasos que damos online se convierten en información para empresas y Gobiernos. Y la gran pregunta a la que tendremos que contestar en la próxima década es qué valor le damos a la privacidad y cuánta estamos dispuestos a ceder a cambio de comodidad y beneficios comerciales. Mi sensación es que a la gente le importa poco su privacidad, al menos esa parece ser la tendencia, y si continúa siendo así la gente asumirá y aceptará que siempre están siendo observados y dejándose empujar más y más aún hacia la sociedad de consumo en detrimento de beneficios menos mensurables que van unidos a la privacidad.

P. Entonces... ¿nos dirigimos hacia una sociedad tipo Gran Hermano?

R. Creo que nos encaminamos hacia una sociedad más parecida a lo que anticipó Huxley en Un mundo feliz que a lo que describió Orwell en 1984. Renunciaremos a nuestra privacidad y por tanto reduciremos nuestra libertad voluntaria y alegremente, con el fin de disfrutar plenamente de los placeres de la sociedad de consumo. No obstante, creo que la tensión entre la libertad que nos ofrece Internet y su utilización como herramienta de control nunca se va a resolver. Podemos hablar con libertad total, organizarnos, trabajar de forma colectiva, incluso crear grupos como Anonymous pero, al mismo tiempo, Gobiernos y corporaciones ganan más control sobre nosotros al seguir todos nuestros pasos online y al intentar influir en nuestras decisiones.

P. Wikipedia es un buen ejemplo de colaboración a gran escala impensable antes de Internet. Acaba de cumplir diez años...

R. Wikipedia encierra una contradicción muy clara que reproduce esa tensión inherente a Internet. Comenzó siendo una web completamente abierta pero con el tiempo, para ganar calidad, ha tenido que cerrarse un poco, se han creado jerarquías y formas de control. De ahí que una de sus lecciones sea que la libertad total no funciona demasiado bien. Aparte, no hay duda de su utilidad y creo que ha ganado en calidad y fiabilidad en los últimos años.

P. ¿Y qué opina de proyectos como Google Books? En su libro no parece muy optimista al respecto...

R. Las ventajas de disponer de todos los libros online son innegables. Pero mi preocupación es cómo la tecnología nos incita a leer esos libros. Es diferente el acceso que la forma de uso. Google piensa en función de snippets, pequeños fragmentos de información. No le interesa que permanezcamos horas en la misma página porque pierde toda esa información que le damos sobre nosotros cuando navegamos. Cuando vas a Google Books aparecen iconos y links sobre los que pinchar, el libro deja de serlo para convertirse en otra web. Creo que es ingenuo pensar que los libros no van a cambiar en sus versiones digitales. Ya lo estamos viendo con la aparición de vídeos y otros tipos de media en las propias páginas de Google Books. Y eso ejercerá presión también sobre los escritores. Ya les ocurre a los periodistas con los titulares de las informaciones, sus noticias tienen que ser buscables, atractivas. Internet ha influido en su forma de titular y también podría cambiar la forma de escribir de los escritores. Yo creo que aún no somos conscientes de todos los cambios que van a ocurrir cuando realmente el libro electrónico sustituya al libro.
P. ¿Cuánto falta para eso?
R. Creo que tardará entre cinco y diez años.
P. Pero aparatos como el Kindle permiten leer muy a gusto y sin distracciones...
R. Es cierto, pero sabemos que en el mundo de las nuevas tecnologías los fabricantes compiten entre ellos y siempre aspiran a ofrecer más que el otro, así que no creo que tarden mucho en hacerlos más y más sofisticados, y por tanto con mayores distracciones.

P. El economista Max Otte afirma que pese a la cantidad de información disponible, estamos más desinformados que nunca y eso está contribuyendo a acercarnos a una forma de neofeudalismo que está destruyendo las clases medias. ¿Está de acuerdo?

R. Hasta cierto punto, sí. Cuando observas cómo el mundo del software ha afectado a la creación de empleo y a la distribución de la riqueza, sin duda las clases medias están sufriendo y la concentración de la riqueza en pocas manos se está acentuando. Es un tema que toqué en mi libro El gran interruptor. El crecimiento que experimentó la clase media tras la II Guerra Mundial se está revirtiendo claramente.

P. Internet también ha creado un nuevo fenómeno, el de las microcelebridades. Todos podemos hacer publicidad de nosotros mismos y hay quien lo persigue con ahínco. ¿Qué le parece esa nueva obsesión por el yo instigado por las nuevas tecnologías?

R. Siempre nos hemos preocupado de la mirada del otro, pero cuando te conviertes en una creación mediática -porque lo que construimos a través de nuestra persona pública es un personaje-, cada vez pensamos más como actores que interpretan un papel frente a una audiencia y encapsulamos emociones en pequeños mensajes. ¿Estamos perdiendo por ello riqueza emocional e intelectual? No lo sé. Me da miedo que poco a poco nos vayamos haciendo más y más uniformes y perdamos rasgos distintivos de nuestras personalidades.

P. ¿Hay alguna receta para salvarnos'?

R. Mi interés como escritor es describir un fenómeno complejo, no hacer libros de autoayuda. En mi opinión, nos estamos dirigiendo hacia un ideal muy utilitario, donde lo importante es lo eficiente que uno es procesando información y donde deja de apreciarse el pensamiento contemplativo, abierto, que no necesariamente tiene un fin práctico y que, sin embargo, estimula la creatividad. La ciencia habla claro en ese sentido: la habilidad de concentrarse en una sola cosa es clave en la memoria a largo plazo, en el pensamiento crítico y conceptual, y en muchas formas de creatividad. Incluso las emociones y la empatía precisan de tiempo para ser procesadas. Si no invertimos ese tiempo, nos deshumanizamos cada vez más. Yo simplemente me limito a alertar sobre la dirección que estamos tomando y sobre lo que estamos sacrificando al sumergirnos en el mundo digital. Un primer paso para escapar es ser conscientes de ello. Como individuos, quizás aún estemos a tiempo, pero como sociedad creo que no hay marcha atrás.