FONT: http://www.lavanguardia.es/premium/epaper/20100914/54002933108.html
Gregorio Luri
La evaluación efectuada el curso pasado a los alumnos de 12 años no admite muchos matices. En torno al 30% no comprenden lo que leen. Es decir, no saben leer y, por tanto, están condenados a fracasar en la enseñanza secundaria. Pero en la medida en que las competencias lingüísticas son claves para el éxito en la vida adulta, eso significa que para estos niños la función de la escuela como ascensor social es, como mínimo, dudosa. Nuestra escuela parece más capacitada para satisfacer las demandas teóricas de algunos que para satisfacer las necesidades prácticas de los más desfavorecidos. Sí, nuestra escuela, tan progre ella, es profundamente clasista.
Precisamente porque los datos son malos, la evaluación permanente del sistema se impone como una necesidad si queremos saber de qué hablamos cuando hablamos de educación. Necesitamos datos fiables que nos permitan conocer dónde estamos y por qué, en un mismo contexto social, unas escuelas fracasan y otras no. Pero la introducción de una cultura de la evaluación se ve frenada por las suspicacias de quienes desprecian los datos estadísticos y lo que llaman despectivamente "resultadismo", alegando que las evaluaciones nunca son objetivas, cosa cierta; pero son mucho más objetivas que la falta de evaluación. Nuestro sistema escolar debería tener la valentía de dejar de observarse a sí mismo exclusivamente desde la altura de sus pretensiones y atreverse a medirse con la mediocridad de sus resultados.
Si queremos mejorar, debemos evaluar también nuestros métodos pedagógicos. Difícilmente mejoraremos nuestros niveles de comprensión lectora si seguimos pensando que la lectura es meramente un procedimiento, una destreza (lo que en inglés se entiende por
how-to skill)que se adquiere de una vez por todas, como andar en bici.
La comprensión lectora exige conocimientos (es una
knowledge-based skill),así que
cuantas más cosas sabemos, mejor leemos. Si queremos que nuestros alumnos mejoren su comprensión lectora,
debemos ampliar su vocabulario en todas las áreas, no sólo en la clase de lengua, lo cual exige la convicción de que
los conocimientos son importantes. Y no sé si al conceder mucha más importancia a los procedimientos que a los contenidos y el programa en la formación de los maestros, no hemos lanzado al niño con el agua del baño.
G. LURI, pedagogo
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