Autor: Redes 11 diciembre 2012
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La respuesta es, por lo tanto, que si somos capaces de encontrar la motivación para aprender cosas nuevas, no solo estaremos trabajando ciertos aspectos de nuestro cerebro, sino que nos convertiremos en personas más inteligentes.
Los neurocientíficos llevan mucho tiempo tratando de averiguar cómo funciona la memoria y cómo es posible que los humanos podamos almacenar en nuestros cerebros los recuerdos de toda una vida. Si el cerebro es un órgano flexible que está en continua remodelación, ¿cómo es posible que nuestros recuerdos permanezcan y que a menudo podamos volver a ellos casi instantáneamente?
Hasta hace algunos años se creía que la memoria episódica (la relacionada con los sucesos que nos ocurren) se almacenaba exclusivamente en el hipocampo. Sin embargo, ahora se sabe que para almacenar los recuerdos durante tiempo intervienen otras muchas áreas del cerebro y que la evocación de un suceso concreto desencadena una cascada neuronal dispersa por todo el cerebro, ya que lleva asociadas imágenes, sonidos y emociones, cada una localizada en sitios diferentes.
Las últimas investigaciones sugieren que la memoria no es estática sino que los recuerdos se pueden fortalecer, debilitar o incluso alterar cada vez que los rememoramos, explicando así que la memoria sea tan flexible y moldeable como el resto del cerebro. Las nuevas experiencias hacen que se actualicen nuestros viejos recuerdos, funcionando como una Wikipedia, más que como una vieja enciclopedia.
Por otra parte, existen dos tipos de inteligencia, la «cristalizada», que se refiere a la utilización de las habilidades intelectuales existentes y conocimientos aprendidos, y la inteligencia «fluida», que se refiere a la capacidad de adquirir nuevos conceptos y de relacionarlos entre sí para adaptarse a las nuevas situaciones; es decir, la capacidad para resolver problemas.
Ya se sabía que con el entrenamiento adecuado se puede mejorar la inteligencia cristalizada ya que la práctica mejora el rendimiento de casi cualquier tarea que los humanos podamos entablar, tanto si es aprender a leer como a andar en bicicleta. Pero los últimos descubrimientos han puesto de manifiesto que también la inteligencia fluida, hasta hace poco considerada inmune al entrenamiento, puede ser mejorada a través de la práctica de la memoria a corto plazo o memoria de trabajo. La memoria de trabajo es la encargada del recuerdo inmediato y repetición de palabras, números y melodías, y de la información espacial. Pero también es la responsable de nuestra capacidad para manipular la información que almacenamos y para conectar unos datos con otros.
Pues bien, si entrenamos la memoria de trabajo y la capacidad de concentración, la mejora en las habilidades cognitivas será notable y esto ayudará a incrementar la capacidad para llevar a cabo tareas mas complejas y resolver problemas, es decir, se desarrollará la inteligencia fluida.
Todos estos datos reveladores indican que nuestro cerebro es mucho más moldeable de lo que creíamos, que todo en él está conectado y que la curiosidad y las ganas de aprender cosas nuevas en la vida, no sólo aumentarán nuestra creatividad y nuestra capacidad de memoria sino que nos harán más inteligentes.
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