Font: http://www.lavanguardia.es/premium/epaper/20100711/53961357785.html 
LA VANGUARDIA, 11-7-2010
  
Cristina Sánchez Miret  - socióloga 
Ahora es época de cuadernos de vacaciones y ejercicios o clases de  repaso - y de muchas otras cosas, lo sé-.Algunos necesitan intentar  aprender aquello que no han podido aprender a lo largo del año escolar.  Otros los usan como medida preventiva voluntaria y/ o sugerida/ obligada  por padres y educadores para que al empezar en septiembre el nuevo  curso no se hayan olvidado de lo que aprendieron el curso anterior o,  incluso, de lo del primer año de escuela.
La situación es - incluso para la mayoría de aquellos que piensan que  en su caso es precisamente lo contrario-tan tediosa, poco motivadora y  estresante como la misma frase con la que la he descrito. Hemos  aprendido bien - al menos a nivel de discurso-que la letra con sangre no  entra, pero en cambio seguimos actuando en un contexto que no facilita  un entorno relajado y positivo para el aprendizaje. Ya sé que en estos  últimos tiempos puede parecer lo contrario, pero no es así; ni por mucho  que ahora - supuestamente-se aprenda jugando.
Aprendemos con tensión, reprobación, mensajes continuos de lo que no  sabemos y de lo que hacemos mal que se graban en nuestro cerebro y que  nos ponen barreras invisibles con creencias distorsionadas sobre  nuestras capacidades. Límites que nos van a acompañar a lo largo de toda  nuestra vida y en cualquier contexto, tema o situación de aprendizaje.  No es solamente una cuestión de ser pequeños o de ir a la escuela.
Machacamos las habilidades en vez de dejarlas aflorar, alimentarlas o  entrenarlas. Así nos va. 
A los que llegamos - y no me refiero sólo como alumnos-y a los que no  llegan a la universidad. A los que triunfan y a los que no, a los que  dicen que son felices y a los que no… A cualquiera.
Lo peor y lo mejor - sí, a la vez-del caso es que podemos cambiarlo,  porque es muy fácil hacerlo y muy barato. Sólo hace falta que seamos  conscientes de la situación y que empecemos a utilizar - especialmente  los padres y profesores-las herramientas probadas y contrastadas que  existen para ello.
Es más importante aprender sin estrés que no aprender cosas, incluso  matemáticas. De hecho, cuanto más relajados más matemáticas aprendemos.
 
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