lunes, 4 de enero de 2010

Profesores para un mundo ultramoderno



(…) A pesar del mal estado de la educación, me parece que estamos en un momento óptimo para hablar de ella, si sabemos aprovecharlo. Tenemos que explicarle a  la sociedad  por qué le  interesa que hayaun buen sistema educativo, lo que se juega en ello y lo que es necesario para conseguirlo. Año tras año se habla de un gran debate sobre la enseñanza, que nunca se ha llevado a cabo. No espero que lo inicien los políticos. Debemos empezarlo nosotros, los profesionales de la educación. ¿Por qué digo que estamos en un buen momento para hacerlo? Porque todo el mundo reconoce que hemos entrado en la sociedad de la información, y que el conocimiento se ha convertido en el principal activo económico. En realidad, fuera de eslóganes y latiguillos, donde hemos entrado es en la sociedad del aprendizaje continuo, en la que para sobrevivir va a ser necesario mantenerse en un proceso de reeducación permanente. Esto va a obligar a que el sistema educativo se amplíe y satisfaga nuevas demandas sociales. Me parece un buen punto de partida para un eficaz marketing de la escuela. Pero hay que ir más allá y definir las metas educativas en el horizonte de la globalización y el perfil de los docentes que han de llevarlas a cabo (…)

(…) Empezaré por el principio. Toda sociedad crea una cultura, que es el conjunto de creencias, técnicas, costumbres, artes, ciencias, códigos inventados para adecentar el mundo y facilitar el vivir. La propia sociedad considera imprescindible que una parte de esa cultura sea compartida por todos sus miembros. Son estos contenidos los que transmite obligatoriamente. Lo que se pretende con ello no es homogeneizar el nivel de información, sino realizar un modo de convivencia que se considera bueno. La educación básica determina el verdadero nivel de vida, no sólo el económico.
Si las cosas son así, y yo creo que sí lo son, la enseñanza obligatoria es inevitablemente educadora. Los profesores que creen eludir su responsabilidad educativa refugiándose en su asignatura se equivocan.
Lo único que consiguen es convertirse en transmisores pasivos de los modelos morales impuestos desde niveles políticos. Es entonces cuando se pretende no educar, cuando se está educando de la peor manera: siendo un transmisor pasivo de las consignas educativas del sistema o de las morales difusas de la sociedad. En este caso tienen razón los que afirman que la escuela es la máquina reproductora de las ideologías vigentes.
El profesor de enseñanza obligatoria tiene, por lo tanto, un papel sumamente comprometido. Va a formar irremediablemente a todos los miembros de la sociedad a través de un sistema coactivo amparado por las leyes y teniendo que transmitir unos contenidos en cuya selección no ha tomado parte. Su función tiene la misma complejidad que la del juez. Ambos son elementos configuradores de la sociedad. Aunque administrativamente es un funcionario del Estado, el profesor debería ser, sentirse y comportarse como un funcionario de la sociedad. Es posible que las demandas de la sociedad en materia educativa, o las decisiones políticas, no sean razonables, por lo que el profesor, o algún órgano representativo de la comunidad educativa, tendría que ejercer un papel crítico, de filtro, de reflexión, de presión en ambos sentidos. Téngase en cuenta que, en el caso de un poder despótico o injusto, el profesor va a ser, lo quiera o no, colaborador –u opositor- del despotismo o de la injusticia. Lo mismo que el juez. Inevitablemente.


Por todas estas razones, me preocupa mucho cómo funciona la educación obligatoria y cómo son las mujeres y los hombres que se encargan de transmitirla. El primer problema planteado es el de su formación, completamente descuidada en este momento. En verdad, es necesaria una formación científica y pedagógica, pero me temo que será insuficiente si no conseguimos que los profesores tengan una conciencia clara de su papel social. Sólo entonces podremos convencer a la sociedad de lo que se juega con este tipo de enseñanza (…)

José Antonio Marina
CUADERNOS DE PEDAGOGIA. Julio-agosto 2.001

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