lunes, 4 de enero de 2010

El error en la educación de los hijos del baby boom: El movimiento de la autoestima

Fuente: http://www.movilizacioneducativa.net/capitulo-libro.asp?idLibro=237&idCapitulo=4

Niños optimistas de Martin E.P. Seligman,De Bolsillo, 2005, 451pàgines

Resum: R. Bernabeu

Desde los años 70, la generación norteamericana del “baby boom” está educando a sus hijos esforzándose por inculcarles autoestima. Esto es positivo como objetivo, pero el modo de hacerlo está erosionando “el sentido del valor del niño”. Se ha centrado toda la atención sobre lo que el niño siente, a expensas de lo que hace. Ha surgido así una generación de niños más vulnerable a la depresión, niños a los que no se les ha enseñado a aprender, perseverar, superar frustraciones y aburrimientos, abordar obstáculos. Se ha llegado a transmitir la idea de que el origen de todo lo que hacemos bien es la autoestima, y si aumentamos directamente la autoestima de los niños, tomarán mejores decisiones. Pero esto ha llevado a muchos padres a decirles a sus hijos cosas irreales – que son buenos en algo cuando no lo son-, o a esperar de ellos algo de lo que son incapaces. Con buena intención, los padres que tratan de toda costa de que sus hijos no se frustren, o no tengan conciencia de que no son capaces de hacer algo, se olvidan de un niño no es “criatura simple y crédula a las que haya que ocultar verdades desagradables”. William James definía la autoestima como el éxito dividido por las pretensiones, así que podemos encontrar satisfacción teniendo mucho éxito, o esperando tener menos. Hay dos aspectos en esta definición de la autoestima: sentirse bien (un estado sentimental) y hacerlo bien (un sentimiento arraigado en el mundo, en lo que hacemos). Por eso la autoestima tiene una parte positiva, con estas dos componentes, y una errónea, que es la que aparece cuando no se da a los niños una visión realista del mundo y de sus capacidades para lograr lo que quieren. Desde 1960 las decisiones individuales son la explicación de las acciones humanas, se ha legitimado la decisión, el control, la preferencia personal, la opción individual, la voluntad, como nuevas teorías. Coopersmith, es 1967, consideró esencial la autoestima en la educación de los hijos, pero indicando que esta aumentaba cuanto más claras estaban las normas y los límites. Esto ha pasado de moda, y programas como el del estado de California, se han inclinado sólo hacia el objetivo de “sentirse bien”, afirmando que una baja autoestima es la causa de muchos de los problemas de niños y adolescentes. El autor considera que la felicidad es un sentimiento secundario a haber hecho algo bien, cuando se superan problemas, se hace bien una tarea y se vencen frustración y aburrimiento, se triunfa, y esto asienta la autoestima; lo cual a su vez provocará nuevos éxitos. El niño con autoestima alta, hace mejor sus tareas, con menos dificultad, y es más receptivo, se siente mejor: pero solo ha logrado esa autoestima cuando ha aprendido a tratar con el mundo. El medio es la autoestima, el fin es lograr lo que uno quiere. “Las personas que siguen el planteamiento del “hacerlo bien” están dispuestas a intervenir para cambiar el pensamiento del niño acerca del fracaso, para estimular la tolerancia a la frustración y para recompensar el empeño antes que el éxito” (p. 78)

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